El hoy, el “cada día”

Los que todo lo tienen guardado y asegurado, ¿cómo pueden hacer suya esta petición de la oración modelo de Jesús? ¿Cómo pueden pedir a Dios el pan de cada día, cuando lo tienen todo escondido en sus almacenes insolidarios?

24 DE ABRIL DE 2018 · 17:00

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La petición que nos enseñó Jesús en la oración modelo conocida como el “Padre Nuestro”, en la que nos dijo que deberíamos pedir al Padre por nuestro sustento con esta frase, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, no ha cuajado en el corazón de los hombres que pueblan la tierra, ni en los creyentes ni en los incrédulos. Parece que todos sustituyen el hoy, el cada día, por el mañana, el futuro de no sé quién, la necedad de la acumulación apartándose de las líneas de Evangelio.

Rechazamos la idea de que el “pan nuestro” se nos debe dar hoy. Ya lo tenemos adelantado. Estamos cargados de ahorros pensando en un futuro que no sabemos si podremos vivir en él, o antes se nos reclamará nuestra alma como al rico necio de la parábola de un acumulador que se nos narra en la Biblia. Sólo los pobres esperan por el pan de cada día. Los demás ya lo tenemos acumulado y la petición “el pan nuestro de cada día” se nos queda superflua.

La propuesta de pedir por el sustento de “cada día” de “hoy”, puede ser una frase contra los acumuladores del mundo, pero cuidado los cristianos no sea que estemos cayendo en las redes de los valores antibíblicos que nos animan a guardar y acumular, cuando eso en la Biblia es necedad. Y no creo que Jesús, con su consejo de conformarnos con el hoy, estuviera hablando sólo a los pobres de la tierra. Su mensaje era universal.

Se puede hacer una transmutación de valores. Es el trastoque que hacen los acumuladores necios: cambian el “cada día” por el concepto de “muchos años”. Ante el “hoy” y el “cada día”, la frase de los necios acumuladores es ésta: “Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años”. Trágica forma de pensar que lleva a muchos hombres a la miseria, al despojo, a la marginación por parte de los más fuertes que sólo piensan en guardar y acumular neciamente.

¿Qué valor vivimos nosotros los creyentes de hoy? El “cada día”, el “hoy” o el concepto “muchos años” lo pronunciamos mientras se nos llena la boca y el alma con el concepto “muchos”. Es la antesala de la codicia, del egoísmo, de la avaricia, de cerrar el corazón al hombre que se ha quedado tirado al lado del camino. Pues la idea bíblica es ésta: Dios arranca de la vida a los que piensan así: “Hoy vendrán a pedirte tu alma”.

El consejo bíblico sería el siguiente: Rompe tus almacenes, reparte todo lo acumulado, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y comienza a confiar en la provisión de Dios hoy, cada día. Difícil consejo al que, incluso los cristianos, le volvemos la espalda. Es como volver la espalda al grito de los pobres de la tierra. El asegurar lo terrenal es como el concepto “muchos años”. Va en contra de los principios bíblicos.

Todo esto se ve ratificado con la frase de Jesús: “Basta a cada día su propio afán”. Quiere decir que confiemos, que estemos tranquilos en la provisión del Señor. Los demás, los acumuladores, están en ansiosa inquietud. Tienen que proteger sus bienes, sus riquezas que, según ellos, las tienen que conservar para poder comer y beber el día de mañana, dentro de “muchos años”.

Esta “ansiosa inquietud” es el germen del despojo de los pobres, de los desequilibrios económicos del mundo. Del pecado de considerar la riqueza como prestigio. Todo esto nos puede llevar a justificar las fortunas desequilibrantes del mundo que se convierten en generadoras de pobreza.

Los que todo lo tienen guardado y asegurado, ¿cómo pueden hacer suya esta petición de la oración modelo de Jesús? ¿Cómo pueden pedir al Dios el pan de cada día, cuando lo tienen todo escondido en sus almacenes insolidarios? La frase aconsejada por Jesús para nuestra oración al Padre, “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, corta y condena toda codicia humana, toda acumulación que pueda ser marginante para otros.

Muchos hombres, incluso llamados cristianos, dedican esfuerzos y desvelos buscando falsas seguridades. Son seguridades humanas que el orín y la polilla corrompen. No saben vivir el día a día que crea tesoros en el cielo. Tenemos que seguir enseñando lo que Jesús nos mostró a nosotros.

Hay que evangelizar a los hombres y a las culturas diciendo que muchas seguridades son falsas y montadas en la desconfianza en la provisión del Señor. Sí, enseñemos a pedir por el pan de hoy, de cada día, el pan “nuestro”, común, que no nos pertenece sólo a unos cuantos, sino que es el pan de todos que hemos de compartir en la sencillez y la confianza que el Señor nos da en el ofrecimiento del “pan de cada día”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - El hoy, el “cada día”