La picadura del alacrán

Su uña venenosa es capaz de causar picadoras dolorosas al ser humano, o incluso mortales según sea la especie.

22 DE ABRIL DE 2018 · 14:00

Escorpión amarillo (Buthus occitanus) sorprendido debajo de una piedra de grandes dimensiones. Foto: Antonio Cruz,
Escorpión amarillo (Buthus occitanus) sorprendido debajo de una piedra de grandes dimensiones. Foto: Antonio Cruz

Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan,

 aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes. 

No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante la cara que pongan,

 por muy rebeldes que sean.

(Ez. 2:6)

Algunas versiones de la Biblia emplean la palabra “alacrán” en lugar de “escorpión” (DHH, NBD, NVI, CST, PDT, TLA, etc.). En realidad, se trata del mismo arácnido (en griego, skorpion o σκορπίον; en hebreo, ‘aq-rab-bîm, עַקְרַבִּ֖ים; en árabe, ‘aqrab) que tiene el abdomen terminado en una uña venenosa con la que es capaz de causar picadoras dolorosas al ser humano, o incluso mortales según sea la especie. En castellano recibe otros nombres vulgares como: arraclán, sanapudio o, el más común, escorpión. Existen más de 650 especies distribuidas por todas las regiones cálidas del mundo. En España, una de las más abundantes es el escorpión amarillo (Buthus occitanus) representado en la imagen. Se trata de una especie de la familia Buthidae, distribuida por el sur de Francia y la península Ibérica, que puede llegar a medir hasta 8 cm de largo. Su picadura suele ser muy dolorosa y puede producir edemas, cefalea, lipotimia, fiebre, vómitos y disnea o falta de aire. Sin embargo, en general no reviste gravedad, excepto en niños o ancianos, aunque también se han registrado casos mortales en otros grupos de edad.

En Israel, la especie más abundante es el escorpión dorado (Scorpio maurus) de la familia Scorpionidae, nativo de África occidental y Oriente Medio, que tiene aproximadamente el mismo tamaño que el español pero su coloración es algo más oscura. También sus costumbres son diferentes, mientras el escorpión amarillo se cobija bajo las piedras, el dorado excava galerías en el suelo que pueden llegar hasta un metro de profundidad. Esto le permite vivir en un ambiente más húmedo y fresco ya que habita en regiones desérticas donde las temperaturas alcanzan valores elevados. Su veneno también es más peligroso para el ser humano.

Los escorpiones viven solitarios y demuestran hostilidad incluso con sus propios congéneres. Las hembras pueden devorar a los machos después del apareamiento. Cazan insectos y arañas durante la noche pero son capaces de sobrevivir durante largos períodos de tiempo sin alimentarse. Antes de aparearse, los escorpiones se entregan a una especie de danza nupcial en la que el macho arrastra a la hembra hasta un lugar apropiado en el que, después de arañar el suelo con las patas, deposita un espermatóforo (pequeña cápsula llena de espermatozoides). Después continúa desplazando a la hembra hasta situarla exactamente sobre dicho espermatóforo para que ella pueda recogerlo con su cloaca y sea fecundada. Las crías nacen vivas (vivíparas) durante un período que puede durar varias semanas y se sitúan inmediatamente sobre la espalda de la madre, quien las transportará hasta que realicen su primera muda. Los alacranes o escorpiones suelen vivir alrededor de cinco años. Durante la década de los 70 del pasado siglo XX, se afirmaba que en Estados Unidos y en México moría más gente a causa de la picadura de los escorpiones que por la mordedura de serpientes venenosas.[1]

El teólogo inglés del siglo XVI, Richard Turnbull, comentando el versículo 3 del salmo 15 (El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino) escribió estas palabras: “El escorpión no causa ningún daño a excepción de lo que hiere con el aguijón de su cola; y únicamente ataca lo que tienen al alcance de su vista y se considera con fuerzas suficientes para alcanzar. La víbora sólo muerde cuando se siente agredida. Las hierbas o raíces venenosas sólo matan al que se las come, masca, maneja, huele o se acerca a ellas. Pero el veneno de las lenguas calumniadoras es mucho más letal y pestífero, porque mata a escondidas y hiere por detrás. Y no sólo mediante contacto directo, de cerca, sino también desde lejos; no sólo en casa, sino también desde fuera; no sólo en nuestra nación, sino incluso en países extranjeros. Y no respeta ni siente compasión de los vivos ni de muertos.”[2]

 

[1] Burton, M. y Burton, R., 1979, Enciclopedia de la Vida Animal, Bruguera, Barcelona, p. 966.

[2] Spurgeon, C. H., 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 299-300.

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