Aprender a descansar

Somos capaces de renunciar a lo más trascendental para nosotros en un gesto de heroicidad si sabemos que podemos ayudar a alguien; pero las pequeñas frustraciones nos hunden.

09 DE ABRIL DE 2018 · 09:20

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Blake Grif fue elegido el número uno del draft de 2010 por Los Ángeles Clippers. El equipo de la NBA no solo se aseguró la calidad de uno de los mejores jugadores jóvenes de los últimos años, sino también la espectacularidad de su juego. Campeón del concurso de mates en el fin de semana de las estrellas del mismo año, cada partido parece sacar de su chistera una jugada más increíble que la anterior. Blake reconocía en una entrevista que le encantaba estar con Roger Powell, el compañero de equipo que les enseñó a orar y a poner a Dios en primer lugar siempre: «Roger nos mantiene con los pies en el suelo, nos hace ser humildes y trabajar duro en cada partido».

Ser humilde y trabajar duro. Parece una fórmula muy sencilla de entender y aplicar, pero no lo es tanto. Muchos no comprenden que casi siempre son los detalles son los que marcan la diferencia en un deporte. Por ejemplo, jugar contra equipos grandes es muy fácil. Todos nos concentramos y estamos al cien por cien, pero el problema es ganar a los equipos inferiores, concentrarse de la misma manera cuando te enfrentas a los pequeños.

Nos ocurre lo mismo en la vida: las grandes situaciones las enfrentamos bien, pero el día a día, las cosas pequeñas, los detalles, nos vencen una y otra vez. Podemos llegar a controlarnos y tomar buenas decisiones cuando un problema quiere derrumbar nuestra vida, pero estallamos cientos de veces por pequeños enfados. Somos capaces de renunciar a lo más trascendental para nosotros en un gesto de heroicidad si sabemos que podemos ayudar a alguien; pero las pequeñas frustraciones nos hunden. Podemos perder un día entero ayudando a quien sea para salvarle la vida después de un accidente, pero nos enfadamos y le gritamos a quien está a nuestro lado colándose en el cajero del supermercado. Nos pasa a todos.

Dios se lo recuerda a su pueblo, porque ellos se creían tan fuertes que podían vencerlo todo: «Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo, pues, vas a competir con los caballos?» (Jeremías 12:5). Cuando el día a día termina agobiándonos, ¿cómo vamos a controlar todo lo que pueda venir por delante?

Necesitamos orar y confiar en Dios en cada momento. Algunas lecciones son absolutamente sencillas para escribirlas, pero nos parecen complicadas para llevarlas a la práctica. La confianza es una de ellas. Sabemos que tenemos que descansar, incluso esforzarnos para descansar (¿recuerdas Hebreos 4?), pero somos especialistas en agobiarnos. ¡Aun si no tenemos preocupaciones, las inventamos nosotros! ¿Quién no ha estropeado un momento sublime pensando «Y si ahora sucediese algo malo»?

Déjame darte un consejo: descansa en el Señor todos los días de tu vida. No solo cuando aparecen las grandes dificultades, sino también (¡sobre todo!) cuando la rutina parece matar la espiritualidad. No dejes que las pequeñas frustraciones te venzan. No permitas que un día radiante se tiña de oscuridad por una sola frase, un gesto o un pequeño fallo. Sigue adelante, confiando en Dios... poniéndolo todo en sus manos, ¡sea lo que sea!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Aprender a descansar