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“El sueño” de MLK, 50 años después de su muerte

Los datos más recientes sobre la incidencia del racismo en la sociedad están muy lejos del objetivo de la reivindicación por los derechos civiles de la década de 1960.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 06 DE ABRIL DE 2018 · 14:42

Tengo un sueño, grabado en una piedra frente al obelisco de Washington, para conmemorar la marcha del 28 de agosto de 1963. / Pixabay,
Tengo un sueño, grabado en una piedra frente al obelisco de Washington, para conmemorar la marcha del 28 de agosto de 1963. / Pixabay

Hoy, una persona negra puede sentarse en la parte delantera o trasera del autobús en Estados Unidos gracias a Rosa Parks. Sin embargo, la diferencia de posibilidades a ser encarcelados entre los hombres afroamericanos y los blancos es seis veces superior. Es decir, uno de cada tres afroamericanos nacidos en 2001 ha ido o irá a la cárcel, mientras que en el caso de los caucásicos es de uno entre 17, según la organización The sentencing project. La diferencia se hace mucho más evidente en las mujeres, donde una de cada 111 mujeres blancas podría ir a la cárcel, mientras que una de cada 18 afroamericanas probablemente lo hará.

 

La discriminación racial en Estados Unidos sigue muy patente en el sistema judicial. / The sentencing project

Aunque la población negra en Estados Unidos es del 12% del total, el 30% de las personas arrestadas por crímenes contra la propiedad y el 38% de las encarceladas por delitos violentos eran negras. Además de la discriminación judicial, claramente en perjuicio de afroamericanos y latinos, estos colectivos también deben afrontar la imposibilidad de pagar los gastos judiciales, puesto que más del 25% de las personas de estas comunidades se encuentran en el umbral de pobreza, en comparación con el 9% de los blancos. “El trato desigual se da en áreas donde siempre se puede ‘justificar’. Por ejemplo, existe mucha más alta probabilidad de que muera un hombre negro de manos de un policía, sin consecuencias, que un hombre blanco”, manifiesta Juan Francisco Martínez, profesor de estudios hispanos y liderazgo pastoral en el seminario teológico Fuller, en Pasadena (California). Para el politólogo y profesor de la cátedra UNESCO de política y gobernanza en el Instituto Internacional de Ciencias Políticas, Olaf Bernárdez, “la segregación racial es un problema aun no resuelto; y con poca voluntad política de resolverse. Tan solo se actúa en determinados momentos y cuando la situación ya no da más de sí”.


UNA REALIDAD GLOBAL

Según la ENAR (red europea contra el racismo, por sus siglas en inglés), los crímenes de motivación xenófoba y racista registrados durante 2015 fueron 323 en Austria (país donde ahora forma parte del gobierno un partido de extrema derecha), 1.356 en Finlandia, 739 en Francia, 2.447 en Alemania, 369 en Italia, 2.215 en Países Bajos, 3.119 en Suecia, 49.419 en Reino Unido o 505 en España.

En el caso español, según un informe del Ministerio de Interior, en el año 2016 el racismo y la xenofobia constituían la primera causa de los delitos de odio cometidos en el estado con 416 casos, el 33% de todos los registrados. “Las actuales estructuras internacionales, políticas y económicas no ponen énfasis suficiente en la lucha contra el racismo y la xenofobia”, defiende Bernárdez. El politólogo pone en duda la utilidad y la repercusión práctica del sistema legal actual. “No basta con una legislación basada en la reacción, sino que se ha de actuar desde la prevención. Y la prevención es educación y acciones reales en favor de la igualdad y la fraternidad”.

Una de las diferentes interpretaciones que se aplican a la, todavía sorprendente para muchos, elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, es la de la contestación automática de los sectores de la población que todavía siguen analizando la igualdad en clave de Jim Crow. “El sueño de Martin Luther King se encuentra en proceso de realización pero va muy lento y hay, por momentos, retrocesos lamentables. Las discusiones que provocan algunas de las afirmaciones del presidente Trump muestran que afroamericanos e hispanos tienen todavía mucho que esperar antes de ser tratados con plena igualdad y justicia”, asegura el teólogo y misionero peruano, Samuel Escobar.

“Es claro que Trump busca borrar todo lo que representó Obama. Todavía existe un segmento de la población que no puede aceptar que una persona afroamericana haya llegado a ser presidente. Por eso se tiene que negar, y seguir negando, su lugar de nacimiento. Con relación a Trump, casi todos los segmentos de la población blanca votaron a su favor, ricos o pobres”, señala Martínez, en relación a la manera en la que el hecho racial unificó el posicionamiento incluso entre las distintas clases sociales de la sociedad estadounidense en las últimas elecciones.

 

Los jóvenes latinoamericanos residentes en Estados Unidos afrontan la posibilidad de ser expulsados del país.

LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL QUE SE ESCONDE TRAS EL RACISMO

El marco religioso también ha sido escenario de la desigualdad racial. De hecho, Martin Luther King también representó a una parte de la iglesia protestante norteamericana que había sido abocada a reunirse en comunidades gueto y apartadas de la vida pública. “Las acciones concretas son partes necesarias y formadoras del plan general, pero en ningún caso se ha de ver las acciones concretas como un todo, sino como una parte del proyecto general. Luther King creía en la igualdad, en la hermandad tal y como lo describe Jesús, sin luchas pero sí con mucho amor”, remarca Bernárdez.

En este sentido, Escobar hacer referencia a Exclusión o abrazo, del teólogo checho Miroslav Volf, “en el cual señala que los humanos afirmamos nuestra propia identidad excluyendo a ‘los otros’. Es algo innato a la condición humana que sólo cambia cuando el poder de Cristo nos cambia y nos lleva a sustituir la exclusión por el abrazo”, dice el teólogo y misionero que considera que todas las personas son racistas “y que cuando se dan las circunstancias, como por ejemplo estructuras sociales de desigualdad, o crisis económicas, el racismo sale a flote”.

Es cierto que el Ku Klux Klan ha perdido mucha fuerza y presencia en comparación a la época en la que Martin Luther King pronunció su sueño, pero Martínez alerta de una visión racista más sutil que prevalece entre muchos cristianos en la actualidad. “Las comunidades evangélicas blancas (en el caso de Estados Unidos) optaron por Trump por intereses que fácilmente se hacen racistas. Hay un temor a los cambios demográficos y un deseo por "regresar" a un pasado supuestamente mejor, de seguro más blanco”, lamenta.

50 años después del asesinato del líder de los derechos civiles afroamericanos las sensaciones, respaldadas por los datos y los hechos, siguen bailando en un agridulce cómodo para muchas estructuras de poder en el planeta y en la iglesia. El sueño sigue formando parte del imaginario igualitario pero los discursos políticos, especialmente en Europa, se han acercado cada vez más a la peligrosa idea de responsabilizar a la “otredad”, como diría Kapuściński, del mal propio. La acción colectiva y de determinados sectores de la iglesia y la sociedad, en cambio, sí ha tomado el testigo de ese sueño. “Seguimos trabajando por relaciones más justas. Seguimos orando, seguimos creando relaciones, seguimos enseñando, seguimos en esperanza”, afirma Martínez.

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