Cuando nadie nos ve

La integridad es asunto muy difícil porque no estamos hablando solo de nuestra vida financiera, social o familiar, sino que también incluye todo lo espiritual.

19 DE MARZO DE 2018 · 10:56

,

Hace poco estaba escuchando una entrevista con Dodinho, el padre de Pelé (¡supongo que no tengo que explicarte quién es Pelé!), en la que comentaba que durante un partido amistoso del Santos en Colombia el árbitro expulsó a su hijo... pero los organizadores tuvieron que poner a uno de los linieres de árbitro y dejar que Pelé siguiese jugando porque se estaba armando un problema de orden público en el campo. Todos querían ver jugar al brasileño.

En este momento creo que casi todos estáis pensando y discutiendo con vosotros mismos si los organizadores hicieron bien o no. Al fin y al cabo, la integridad parece ser un asunto bien difícil. Algunos ni siquiera tendrían nada que discutir...

Si no lo crees, responde un par de preguntas bien sencillas: ¿qué haces cuando nadie te ve? ¿Qué haríamos si estuviéramos convencidos de que nadie lo sabría ni habría ninguna consecuencia en nuestra vida? La integridad es un asunto mucho más complicado de lo que parece. Si todavía no te he convencido, ahí van más preguntas: ¿se puede cubrir una mentira diciendo otra más grande? ¿Es ético conseguir algo bueno partiendo de una equivocación? Al final, llegamos a la pregunta de siempre: ¿el fin justifica los medios?

Para muchos, la integridad solo existe cuando los demás nos ven. Esa es la razón por la que no todos saben lo que estamos haciendo pero, aparentemente, somos personas íntegras. Nuestro problema (¡el de todos!) es que tenemos que respondernos a nosotros mismos y no nos gusta engañarnos. ¿Somos íntegros con nosotros mismos, con lo que decimos, con lo que afirmamos, con lo que pensamos o con la imagen que damos? ¡Para el carro! Puedes decir: ¡esa es una cuestión muy personal!

¡Claro que sí! Pero de la misma manera que ninguno de nosotros quiere sentirse engañado, tampoco queremos tener dos caras, aunque aparentemente muchos disfruten viviendo de esa manera. Además, Dios sabe quiénes somos realmente. Podemos engañar a los demás (es relativamente fácil) y a nosotros mismos (aunque no nos guste) ¡pero es imposible engañar a Dios! Él está por encima de todo. Él conoce no solo lo que somos y lo que hacemos, sino también nuestras intenciones. Delante de él estamos descubiertos.

La integridad es asunto muy difícil porque no estamos hablando solo de nuestra vida financiera, social o familiar... también incluye todo lo espiritual. A veces, las personas que nos parecen más "espirituales" dejan de serlo cuando conocemos lo que hacen en sus negocios, o cómo utilizan su dinero. Desgraciadamente, muchos líderes religiosos dejan de ser buenos ejemplos cuando sabemos cómo tratan a su familia. Creyentes conocidos dejan de ser admirados cuando nos acercamos a ellos y solo destilan orgullo por todo su cuerpo.

Dios quiere que tengamos un corazón íntegro, nuevo, diferente. Un corazón que no solo le conozca a él, sino que sea incapaz de vivir sin él. Esta es su promesa: "Les daré un corazón para que me conozcan, porque yo soy el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí de todo corazón" (Jeremías 24:7).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Cuando nadie nos ve