La travesía con el Buen Pastor

El Salmo 23 es una apología de la esperanza; un clamor de fe por la seguridad; una determinación poética sobre el deber y la justicia divina; un himno de tono solemne que galopa acompañado por la valentía, aún en los profundos volcanes del infierno; es una voz íntima e interna que le susurra  dulcemente a la conciencia que al final todo estará bien.

ESPAÑA · 26 DE FEBRERO DE 2018 · 11:01

Photo by Free-Photos, Pixabay,
Photo by Free-Photos, Pixabay

El Salmo 23 es un comprimido medicinal para el alma, pero también un alimento nutritivo de alto valor espiritual. Es una apología a la esperanza; un clamor de fe por la seguridad; una determinación poética sobre el deber y la justicia divina; un himno de tono solemne que galopa acompañado por la valentía, aún en los profundos volcanes del infierno; es una voz íntima e interna que le susurra  dulcemente a la conciencia que al final todo estará bien.

La Providencia entrena, mediante dificultades, a los gladiadores excelentes, para hacerles dignos del ansiado galardón de la virtud, del descanso y de la libertad. La recitación diaria de este salmo tonifica el temple. Se presta a ser meditado en situaciones cotidianas, pero también en las extraordinarias; en asuntos simples, y especialmente en los que todo se muestra como confuso y asfixiante. 

Jehová es mi pastor, nada me faltará. El Señor es comparable a un pastor bueno, conocedor y atento de las necesidades de las ovejas. Él no comercia con su ganado como los hombres, no lo alimenta para engordarlo y llevarlo finalmente al matadero con el fin de vender su carne; tampoco lo esquila para extraer la lana y exportarla a las grandes fábricas textiles, ni las ordeña de forma extenuante para aprovecharse de su leche. Sus acciones denotan confianza, sus intenciones son de bien y no de mal, no pueden aterrarnos. Por ello podemos identificarlo como nuestro ministro y protector, al igual que Él nos identifica individualmente por el sonido de nuestra voz. Todo lo que necesitemos, lo tendremos; y lo que no tengamos, no lo necesitaremos. Todo lo que no necesitemos ni tengamos, no lo desearemos para que no nos provoque sufrimiento. El Señor no sólo es Buen Pastor, sino que también es Médico y Padre, y el tiempo nos enseñará a recordar con agradecimiento su disciplina. 

En lugares de delicados pastos me hará descansar. En nuestra imaginación se proyectan las representaciones más idílicas al examinar el comienzo de esta composición. Imaginémonos una mañana de primavera en un soleado valle, cubierto de árboles frondosos que ofrecen con sus ramas frutos silvestres, maduros, jugosos y deliciosos. La superficie de la tierra forrada de hierba fresca y tierna, reconfortante para la piel, nos invita a recostarnos a la sombra de un roble. Todo es perfecto. Animales inocentes y agradables dan saltitos graciosos a tan sólo unos metros, están tan cerca que nos incitan a acariciar su suave pelo. Después siguen su camino muy sanos y con absoluta confianza. Todo huele a flores, ¡hay muchas!, tulipanes, flores de cerezo, hortensias, lirios, lantanas y orquídeas; nos circundan con sus colores por todas partes. Después damos un bostezo muy profundo y relajante, ¡que placer!, y descansamos un rato con mucha paz. 

Junto a aguas de reposo me pastoreará. Continuemos representándonos la escena. Es una terapia que cura nuestros dolores, nos hace olvidar todos los malos recuerdos pasados y los llena de un presente dichoso y estimulante. El cielo es luminoso, aguas cristalinas se deslizan por las rocas de pequeñas cascadas. Sólo se escucha el agua y el canto alegre de los pájaros. La vida nos rodea y nos hace una transfusión de vitalidad, salud y vigor a través de la respiración. Nos hacemos uno con el paisaje, y nos vamos extendiendo, como una gota limpia de agua en el papel, a través de la tierra, de las aguas, del viento, de los cielos y del universo. Sentimos las robustas manos del Creador sosteniendo nuestra existencia, no nos aprietan mucho, pero sí lo suficiente como para sentirnos seguros. 

Confortará mi alma. Donde estemos podremos reproducir mentalmente un paisaje como el de este preciado salmo, siempre nos producirá gran deleite. Podremos examinar a todas las plantas y a todos los animales, reptiles, mamíferos, insectos, anfibios, peces, crustáceos y aves. Todo es un regalo de Dios para nosotros, somos gobernadores de toda la naturaleza. Dios nos conforta a través de las moderadas sensaciones del cuerpo, aunque también quiere disciplinar nuestras almas a través de la enseñanza, el aprecio y la paciencia.

Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Los mandamientos del Señor y el desarrollo del discernimiento por medio de la oración sincera, nos orientarán en la dirección adecuada. Su Palabra es lámpara a nuestros pies, a nuestro presente, no miremos demasiado lejos, pues en el horizonte no siempre hay luz y camino. El “camino justo” es una metáfora de las obras justas y de la garantía del éxito en la realizaoción de estas. El Señor ama su propio nombre, pues es noble y guarda para siempre su infinito honor. Siempre cumple su palabra. Y además de amar su propio nombre, también nos induce, por su fidelidad, a que amemos su nombre.

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Puede rodearnos un ejército del Reino de las Sombras, puede apuntarnos con sus pistolas de sombra, o amenazarnos con sus cuchillos espectrales. La buena nueva es que una sombra no puede matar. Las sombras no son reales, lo real es lo espiritual. Pueden maltratar nuestros cuerpos, humillar nuestra personalidad o darnos muerte, todo eso es ficticio; lo real empieza donde termina la materia.

Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. La vara infunde temor y dolor a los depredadores de ovejas, y el cayado de la sabiduría dirige al rebaño blanco. La vara nos da esperanza, el cayado determinación. 

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores. Podemos sentarnos confiadamente a la mesa en presencia de nuestros adversarios, incluso podemos invitarlos a sentarse con nosotros. No habrá veneno en nuestra comida, pues ha sido preparada por mayordomos leales; tampoco habrá una súbita violencia, pues el que está de nuestro lado es más que los rivales. Tenía hambre nuestro oponente y le dimos comida y bebida para su provecho, y no para su vergüenza. Mostrarnos amables justifica la gracia de Dios que también anhelamos para nosotros.

Unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Hemos recibido el bautismo del agua y del Espíritu, hemos sido ungidos; de pastores malolientes, descuidados y vulgares, hemos sido elevados a la categoría de príncipes del Cielo. El Rey ha mandado que pongan vino de gozo en nuestra copa, hasta rebosar, pero sin desbordar; hasta el punto en que ya no se puede traer la copa para no desperdiciar, sino que hay que acercarse con la boca para tomar. Los reyes llenaban la copa de sus invitados al servirles cuando estos eran bienvenidos al palacio real, pero la dejaban medio vacía cuando no les eran gratos. 

Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida. Dos avaladores nos siguen siempre, el señor Bien y la señora Misericordia. Son un matrimonio exigente y perfeccionista, pero también indulgente y tolerante. Mecenas excelentes para nuestra formación. Si nos alejamos del bien, la misericordia nos alcanza, y esta también es un bien.

Y en la casa de Jehová moraré por largos días. Somos diligentes en el cuidado de nuestra salvación. La longevidad humana suele ser el premio del ejercicio de la virtud y el trabajo. Tendremos una vida en la Tierra lo suficientemente larga, beneficiaremos a otros, seremos sabios, honestos y prudentes. Y después marcharemos dichosos, recitando, una vez más, el Salmo 23.

 

 

Iván Campillo Moratalla – Gdo. Filosofía – Valencia (España)

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