Madre e hija. Herencia

Me pregunto si habrá alguna manera para desprenderse de la herencia que recibimos, de las imposiciones, las presiones que otros ejercen sobre nosotros.

23 DE FEBRERO DE 2018 · 10:00

Madre e hija anónimas retratadas por Amer, de la calle del Carmen de Barcelona, entre 1900 y 1910. Colección particular donada por Mercedes Cruces Martín. / 20minutos,
Madre e hija anónimas retratadas por Amer, de la calle del Carmen de Barcelona, entre 1900 y 1910. Colección particular donada por Mercedes Cruces Martín. / 20minutos

Herencia. ¿Qué ha adquirido esta niña que pronto será mujer? Del físico no hay duda, se parece a su progenitora. Esta encierra en su rostro una gran  tristeza acompañada de recelo. La hija, a pesar de tenerla a su espalda y no poder verla, reproduce la misma expresión. Más bien parece aterrada.

La madre parece estar poseída, además, por la soberbia. Observo una gran mezcolanza de sentimientos ocultos en sus ceños fruncidos. Da miedo verlas y sin embargo, me atraen. Me hacen pensar.

La dama sujeta a la niña por el brazo, no la acaricia, la aprieta. ¿Será para protegerla?, ¿de qué? ¿Procura simplemente que no se mueva y cumpla sus deseos de salir en la foto?, ¿la obliga a posar junto a ella por la fuerza?

Otra cuestión: ¿Quieren ser fotografiadas o ambas son obligadas con fines a aparecer en algún álbum familiar? Sus ropas dan a entender que son de buena familia, ¿cómo será el hombre que habita con ellas en la casa?

En sus rostros no aflora una pizca de alegría, como que nunca ha formado  parte de sus vidas.

Si la imagen hubiese sido captada al borde de un precipicio sentiría que la madre está a punto de lanzarla al vacío y la niña lo intuye. ¡Cuántas veces los deseos familiares insanos nos conducen a múltiples suicidios!

Es obvio que las dos sufren horrores que nos son desconocidos. No está claro si en las manos de la niña, forzosamente colocado, se encuentra un ramito de flores o un par de guantes. Sea lo que sea, lo considero destinado a caer al suelo de un momento a otro. ¿Ha sido la madre quien le ha dicho que lo agarre u otra persona, quizá el retratista? La otra mano, la izquierda, no está relajada. Cierra el puño vacío en señal de tensión, ¿podría algún adivino conocer el motivo de dicha rigidez?

La chica ha soportado, además, la reproducción en su pelo de rizos artificiales.

Y a la madre, ¿de dónde le viene ese talante tan triste, tan desconfiado? ¿cómo es su vida? ¿Desea para su hija la misma experiencia?

Las dos miran al fotógrafo con recelo. Sugeridas por él están apostadas de perfil, no de frente. ¿Le conocen? Es posible que deseen que acabe pronto este trabajo realizado ante un fondo impreciso.

Los ojos de la dama muestran odio.

Se me antoja que no han llegado hasta allí por voluntad propia. Están incómodas, quieren marcharse, salir de allí corriendo, huir a toda prisa, pero, ¿hacia dónde, hacia qué libertad?

El desconocimiento de sus vidas me hace pensar que bien podrían estar sacadas de alguna página de un libro de terror.

Contemplamos una imagen de luto, sea cual sea la causa, pero su tristeza les llega de otra parte, de entre los vivos.

Temen. Se las ve atemorizadas. Alguien las ha hecho desdichadas, las han enseñado a no ser felices.

En esos dos rostros tan ferozmente iguales se esconden muchas vivencias que parecen estar encerradas a cal y canto sin encontrar una salida. Ocultan algo, más bien ocultan mucho, ¿lograrían escapar algún día?

¿Son realmente sus caras el espejo del alma? A través de lo que nos muestra esta foto no puedo creer que hayan sonreído alguna vez.

Este capricho mío de querer inventar los sentimientos que me transmiten las fotografías me hace analizar que, el diario vivir, nos hace acostumbrarnos a los rostros con los que nos cruzamos a diario sin reparar o sin querer reparar  en ellos para que no nos preocupen y, de este modo, no vernos obligados a indagar, a prestar ayuda. ¡Cuánto dolor hay instalado entre la gente anónima! ¡En toda la gente!

Me pregunto si habrá alguna manera para desprenderse de la herencia que recibimos, de las imposiciones, las presiones que otros ejercen sobre nosotros. ¿Puede ser cada cual como le gustaría ser? ¿Podemos avanzar a contracorriente del mundo? Por supuesto que sí. Poco a poco, con fuerte decisión, todos podemos quitarnos esa camisa de fuerza que nos impide movernos y lograr lanzarnos a vivir con libertad.

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Madre e hija. Herencia