Contentamiento

Contentarse es mirar con tibieza el mal que acecha y saber que hay algo mucho más trascendente, más favorable que todo eso que abruma.

22 DE FEBRERO DE 2018 · 16:21

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Vencido por la amargura sucumbe al sueño. Refugiado bajo las sábanas deja pasar las horas con la única intención de dormir y olvidar.

¿Qué te ocurre? ¿Por qué te abates?

Un continuo goteo de quejas emitidas  por sus labios es recogido  en la  aljaba del corazón de una mujer amiga, compañera de avatares, consejera. Absurdos pesares que no tienen razón de ser lo mantienen en un estado de tormento.

Ella, en tono conciliador le explica que con un simple batir de alas podría alzar el vuelo y así abandonar ese estado de apatía. Que una actitud correcta, positiva consigue hacer milagros ante un escenario como el suyo.

Él sigue preso de un mal sueño. Una situación de autoconmiseración en la que se siente cómodo. Un santuario de frío mármol dónde derrama su ira e impotencia sin ser consciente de que en realidad su realidad no es tan despiadada.

Después de intentar una y mil maneras de hacerle entrar en razón, acaba concediéndole la oportunidad de bucear dentro de ese corazón amigo que anima al suyo a seguir latiendo. Esa vida cercanamente alejada que se deshace en sabios consejos que él desatiende.

Lo insta a que profundice en ella, que mire lo que su existencia porta: las cicatrices del pasado, las heridas del presente y la esperanza puesta en un desconocido futuro.

Contentarse con lo que uno tiene no es sinónimo de abandonar la lucha. Contentarse es mirar con tibieza el mal que acecha y saber que hay algo mucho más trascendente, más favorable que todo eso que abruma.

No siempre el viento sopla a favor. No siempre el sol brilla cuando se necesita su luz.

Saber contentarse con lo que se tiene es llegar a un estado en el que te despojas de lo que supones es trascendental deseando desde lo más profundo ser lleno de Dios.

La ausencia del ser querido, la enfermedad lastimera, el angosto sendero, la lluvia entre humedales, el áspero calor en el desierto, el dañino enemigo que azota  con himnos de victoria, la mano helada que acaricia la espalda, el recio y malhumorado antojo de pena.

¿Cómo contentarse ante tan abrumador espectáculo?

Transformando la queja por un Eben-ezer. Descomponiendo los trazos amargos para así, dejando a un lado la desazonadora ansiedad  poder prender una cometa de esperanza y hacerla volar en el cielo que cubre esa ansiada tierra prometida.

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