‘Evangélicos políticos’ y ‘políticos evangélicos’

Conocemos en España significativos casos de militantes de partidos de izquierda acosados o expulsados por su “ideología moral conservadora”.

Redacción PD

12 DE FEBRERO DE 2018 · 20:00

Daria Shevtsova / Unsplash,
Daria Shevtsova / Unsplash

Acaba de publicarse una entrevista al periodista José Luis Pérez Guadalupe, autor de "Entre Dios y el César”, un libro en el que analiza la presencia evangélica en la política en Latinoamérica.

Él diferencia “políticos evangélicos” de “evangélicos políticos”, en el sentido de que hay profesionales (en el mejor sentido de la palabra) de fe evangélica, y evangélicos que sin ninguna experiencia se meten en política.

Su análisis es, como casi todos los que abordan este tema, bastante negativo con los evangélicos. Haciendo un brevísimo resumen, los políticos de fe evangélica son de extrema derecha, y los evangélicos que se meten en política son meros moralistas conservadores que sólo buscan en el mejor de los casos “cristianizar” la sociedad.

Creemos que es un análisis sincero, pero muy superficial y desenfocado de lo que realmente está ocurriendo. Sin negar que hay casos puntuales en los que puede ser cierto.

Es como decir que los políticos ateos son de extrema izquierda y que hay ateos políticos que participan de la actividad pública para acabar con cualquier tipo de fe.

La realidad es -y hablamos en general- que el cristiano evangélico tiene un profundo sentido espiritual que le lleva en su mayoría a valores conservadores en mayor proporción que la población general (familia, matrimonio, aborto, eutanasia, ética sexual).

Pero esto no quita que de la misma forma se identifique con la lucha contra la trata de personas, con la libertad de conciencia, con la denuncia de la corrupción y la injusticia social, con el apoyo al inmigrante, con la lucha ecológica. Por supuesto con excepciones y mejorables, pero sin duda es un ideal que todo creyente tiene e intenta llevar a la práctica.

El problema surge cuando los propios partidos políticos les niegan espacio a su participación. Conocemos en España significativos casos de militantes de partidos de izquierda de fe evangélica acosados o expulsados por su “ideología moral conservadora”. Tanto que no quieren hablar de forma pública del tema.

¿Dónde van estos “políticos creyentes”? Algunos, o muchos en cuanto a su voto, a los únicos que defienden sus valores morales, aunque les disguste su “política social”.

Y en ocasiones, ni siquiera esos partidos políticos de derecha defienden sus principios. Surgen entonces el dilema de no hacer nada, o simplemente buscar a un evangélico que esté en la política sin que tenga un recorrido y experiencia de garantías.

La presencia y el voto de los evangélicos en Latinoamérica, España, y muchos países, se mueve en el dilema de que se les está expulsando de la vida pública. Se les niega el derecho a tener un cauce para influir y estar presentes en el tipo de sociedad que se quiere construir. Sin duda deben distinguir entre imponer y dialogar, pero esto se aprende participando, no quedando en el limbo social.

La desesperación lleva en ocasiones a elegir una alternativa, a la menos mala de las opciones. Pero no se trata de evangélicos de extrema derecha o moralistas. Se trata de la dignidad de poder intentar construir una sociedad mejor. No que otras lo hagan por nosotros, sean “políticos ateos”, “ateos políticos”, o de cualquier tipo de otra cosmovisión de la vida.

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