Luz para los ministerios

Un galón dota de mando. Un ministerio no. El ministerio autoriza a servir a los demás.

09 DE FEBRERO DE 2018 · 10:24

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El primer libro de Crónicas, en sus capítulos 13, 14 y 15 nos habla de cómo David hacía planes para llevar el arca a Jerusalén. De estos textos hago una lectura que, en mi opinión, puede aplicarse al uso o abuso de los denominados "ministerios" dentro de las iglesias, a la puesta en práctica de los servicios que se realizan según la voluntad de Dios o ¿quizá la del ser humano?

Resumo y analizo algunos párrafos:

“David consultó a los comandantes de batallón y a los capitanes, es decir, a todos los jefes, y después dijo a todo el pueblo de Israel: “Si os parece bien, y el Señor nuestro Dios nos da la oportunidad, mandemos aviso a nuestros compatriotas que queden todavía en las diversas regiones de Israel, y también a todos los sacerdotes y levitas que se hallen en sus ciudades y tierras de pastoreo, invitándolos a que se unan a nosotros para que nos traigamos el arca de nuestro Dios, pues desde los tiempos de Saúl la hemos tenido olvidada”. Todo el pueblo estuvo de acuerdo en que se hiciera eso, pues a todos les pareció razonable la propuesta”. 1 Cr 13:1-4

David se da cuenta de que está más ocupado en la política que en Dios. Comparte "su" proyecto de dar al arca un lugar digno entre el pueblo. Seguramente esta fue una idea que el Señor puso en el corazón de David para hacerle caer en la cuenta de sus prioridades. Dice el versículo cuatro que después de consultar a todos les pareció una propuesta "razonable". 

Con nuestra razón humana muchas veces queremos hacer realidad los planes de Dios. El Señor ilumina una meta hacia donde dirigirnos, y nosotros, con nuestra mente humana queremos "razonar" el cómo y la manera de llegar hasta ella. En ocasiones, usamos triquiñuelas (sea con buena o no tan buena intención) para lograr que los planes que consideramos divinos, su Palabra y sus Promesas, se hagan realidad lo antes posible. A veces, también, hacemos de causas propias causas de Dios.

“David reunió a todo Israel, desde Sihor en la frontera de Egipto hasta la entrada de Hamat, para traer de Quiriat-jearim el arca de Dios. Luego, acompañado de todo Israel, subió a Quiriat-jearim, llamada también Baala, que está en Judá, para trasladar de allí el arca de Dios, sobre la que se invoca el nombre del Señor, que tiene su trono sobre los querubines. Pusieron el arca sobre una carreta nueva y se la llevaron de la casa de Abinadab. Uza y Ahío iban guiando la carreta. Mientras tanto, David y todo Israel iban delante de Dios cantando y bailando con todas sus fuerzas, al son de la música de arpas; salterios, panderos, platillos y trompetas”. 1Cr. 13:5-8 

Todos reunidos en torno a un mismo sentir. Hacer algo bueno por y para Dios. No importaba el sacrificio que suponía desplazarse a otros lugares para agruparse por causa del Señor. No importaban los costes. Dice el texto que pusieron el arca sobre una carreta nueva. Todo lo mejor para el Señor. Esto me lleva a recordar cómo al Señor le desplazamos de un lado a otro subido en vehículos hechos a la medida de nuestro raciocinio. Pero el fin no justifica los medios.

¿Quiénes eran Uza y Ahío? Eran hijos de Abinadab, en cuya casa reposaba el arca. Sin embargo, eso no les daba ningún derecho a realizar el traslado. Fueron nombrados, pero no eran las personas adecuadas para este tipo de servicio. No siempre las personas que realizan una labor en la iglesia son las adecuadas por mucho que asistan a las reuniones, por mucho que levanten sus manos y declamen preciosamente  sus oraciones.

¿Puso David ilusión en el traslado? Sí, la puso. ¿Lo hizo a su estilo o al estilo de Dios? Dice el texto que todos iban cantándole al Señor en su traslado. ¿Podría pensarse que, más bien, todos iban cantándose a sí mismos por lo bien que lo habían planeado todo?

“Cuando llegaron al lugar conocido como Era de Quidón, Uza alargó la mano para sostener el arca; porque habían tropezado los bueyes. Pero el Señor se enfureció con Uza por haber extendido la mano hacia el arca, y le quitó la vida allí mismo, delante de él”. 1 Cr. 13:9-10

Llegado un momento crucial en el camino del creyente (hay muchos momentos cruciales en nuestra vida), el carro que hemos construido donde “transportamos” a Dios, tropieza, hay baches, e intentamos restaurarlo con nuestras propias manos. Otra vez nuestras maneras salen a la luz. Cuando actuamos por nuestra cuenta, sin el consentimiento de Dios, él actúa también a su manera. Pagamos las consecuencias, sean las que sean, por ejemplo, el proyecto que hemos forjado en su nombre no tiene buenos resultados, fracasa.

“David se entristeció mucho porque el Señor había quitado la vida a Uza, y por eso llamó a aquel lugar Péres-uzá, nombre que tiene hasta el presente” 1 Cr. 13:11

Nos cuesta entender la voluntad de Dios. Nos interesa creer que es él quien hace cosas raras que no comprendemos. Nos entristecemos, nos enfadamos y dejamos constancia de nuestro sentir poniéndole nombre, no olvidando las fechas. Péres-uzá  significa “brecha de Uzá”, el sentido original de la expresión es “abrió brecha en”. 

“Pero aquel mismo día, David tuvo mucho miedo ante Dios, y exclamó: “¡Ni pensar en llevarme el arca de Dios!" Y no se llevó el arca a la Ciudad de David, sino que ordenó que la llevaran a casa de Obed-edom, un hombre de Gat. El arca de Dios permaneció tres meses en casa de Obed-edom, y el Señor bendijo a la familia de Obed-edom y a todas sus cosas” 1 Cr. 13:12-14.

Miedo humano. Las cosas no salen como esperábamos y llega el miedo, el pánico, el terror. Viene el bajón. “¡Ni pensar en llevarme el arca de Dios!”, exclamó David. Si las cosas no dan resultado a nuestra manera, lo primero que hacemos es quejarnos y abandonar nuestra misión. El arca fue llevada a casa de Obed-edom. ¡Cuántas veces nos quitamos de encima nuestras meteduras de pata endosándoselas a otros para que las arreglen! o para sacudirnos el polvo de nuestra culpabilidad, de nuestro miedo, o enojo. ¡Si yo lo hago mal, a ver qué hacen los demás! Y resulta que esos otros lo hacen mejor y Dios les bendice. No somos imprescindibles. Si no desarrollamos bien nuestro servicio según la voluntad de Dios, él pondrá a otro que lo haga y será el que reciba su bendición.

“Hiram, rey de Tiro, envió sus embajadores a David, además de albañiles y carpinteros que llevaron madera de cedro para construirle el palacio. Entonces David comprendió que el Señor le había confirmado como rey de Israel, porque había hecho prosperar mucho su reinado en atención a su pueblo Israel”. 1 Cr. 14:1-2

Para continuar necesitamos constantes confirmaciones. Empujones de Dios y regalos de los hombres que nos alienten de nuevo. Parece que Dios me está prosperando, entonces quiere decir que está conmigo. Entonces me animo a continuar.

“Cuando los filisteos supieron que David había sido consagrado como rey de todo Israel, se lanzaron todos en busca suya; pero David lo supo y les salió al encuentro. Entonces los filisteos avanzaron e hicieron incursiones por el valle de Refaim. Por esto, David consultó al Señor, y le preguntó: 

-¿Puedo atacar a los filisteos? ¿Me darás la victoria sobre ellos? 

El Señor le respondió: 

-Atácalos, pues te daré la victoria sobre ellos.

1 Cr. 14: 8-10

Volvemos al camino recto y entonces parece que una avalancha de enemigos se nos viene encima. Ahora sabemos que Dios está con nosotros porque nos ha validado en nuestro trabajo, pero guardamos miedos anteriores y no nos decidimos a actuar. Volvemos a necesitar su aprobación, ir sobre seguro.

“David subió a  Baal-perazim, y allí los venció. Por eso dijo: “Como un torrente de agua, Dios me ha abierto paso entre mis enemigos! Y llamaron a aquel lugar Baal-perazim* 1 Cr. 14: 11

Se necesita la garantía de que Dios nos abre camino. Baal-perazim significa Señor de los pasos abiertos.

“Pero los filisteos volvieron a hacer incursiones por el valle de Refaim, así que David consultó de nuevo a Dios, y Dios le contestó:

-No los ataques de frente, sino rodéalos y atácalos por la retaguardia cuando llegues a los árboles del bálsamo. Y cuando escuches ruido de pasos por encima de las copas de los árboles, lánzate a la batalla, porque eso significa que yo voy delante de ti para herir de muerte al ejército filisteo.

David hizo lo que Dios le había ordenado, y derrotaron al ejército de los filisteos desde Gabaón hasta Gezer, por lo cual su fama se extendió por todos los países y el Señor hizo que todas las naciones le tuvieran miedo. 1 Cr. 14:13-16

Para actuar, necesitamos el consejo de Dios. Necesitamos la paz que trae su aquiescencia. A veces las señales son ciertas, otras las inventamos, interpretamos señales falsas como si viniesen de Dios, pero son las nuestras. No siempre estamos llegando a los árboles del bálsamo, es posible que ignoremos donde nos encontramos. 

“David hizo que le construyeran casas en la Ciudad de David, y preparó también un lugar para el arca de Dios en una tienda de campaña que levantó. Entonces ordenó: “Nadie, fuera de los levitas, debe llevar el arca de Dios, porque el Señor los ha escogido a ellos para que lleven el arca del Señor y para que estén siempre a su servicio”. 1Cr. 15:1-2

Nos gusta que Dios sea el acompañante de nuestra obra, no ser nosotros los que acompañamos a Dios en la suya. Nos hacemos casas y le invitamos a morar cerca, nosotros somos los anfitriones. David parece haberse dado en la cuenta de este error. Ha aprendido cómo Dios quiere que se hagan las cosas. Ahora sabe que sólo los levitas están autorizados para llevar el arca de Dios. Y no solo en esta ocasión, sino que siempre deben estar a su servicio. David aprende. Aprendamos de David.

“Luego reunió a todo Israel en Jerusalén para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. También reunió a los descendientes de Aarón y a los levitas”. 1Cr. 15:3-4

David reúne y anuncia al pueblo de Dios y a sus dirigentes lo que va a hacer. La labor que se realiza para el Señor se expone a la luz, no se oculta. Cualquier servicio tiene que ser puesto a la luz.

“Luego llamó David a Sadoc y a Abiatar, los sacerdotes, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Eliel y Aminadab, y les dijo: “Vosotros, que sois los jefes de las familias de los levitas, purificaos ritualmente junto con vuestros parientes, para que podáis trasladar el arca del Señor, Dios de Israel, al lugar que le he preparado; pues como la primera vez no lo hicisteis, el Señor nuestro Dios quitó la vida a algunos de nosotros, porque no le consultamos como era debido”  1Cr. 15:11-13.

David, el rey, el jefe del pueblo de Dios, el responsable, anima a los levitas a hacer el traslado conforme a la voluntad de Dios. David siente la obligación de enseñar a quienes deben trasladar el arca, cómo hacerlo según el Señor. La tarea para Señor no se puede hacer de cualquier manera que nos parezca. ¡Cuántas veces improvisamos al hacer su obra! ¡Cuántas veces la hacemos con retales en vez de paños nuevos! David advierte de las consecuencias. Consultemos al Señor para hacer las cosas y hagámoslas  es debido.

“Entonces los sacerdotes y levitas se purificaron ritualmente para poder trasladar el arca del Señor, Dios de Israel. Lo hicieron sirviéndose de los travesaños llevados sobre los hombros, según lo había mandado Moisés por orden del Señor”. 1 Cr. 15:14-15.

Obediencia. El pueblo obedece al que Dios ha puesto como rey. El pueblo quería agradar a Dios y obedece las instrucciones de David. Hicieron el traslado cargando el peso del arca sobre sus hombros, según lo había mandado Moisés. Vimos en 1 Cr. 13:7 que pusieron el arca sobre una carreta nueva, y que esa no era la manera de Dios. Los que quieren servir al Señor, deben soportar el peso del servicio sobre sus hombros. A la primera oportunidad, el pueblo de Israel quiso usar mecanismos humanos. Dios quiere que nos entreguemos a Él en cuerpo y alma. 

“También ordenó David a los jefes de los levitas que, de entre los de su tribu, nombraran cantores que fueran con instrumentos musicales, salterios, arpas y platillos, y los tocaran con entusiasmo en señal de alegría”. 1Cr. 15:16

Alabanza a Dios con voces e instrumentos. Alabanza a Dios que está obrando entre nosotros con entusiasmo en señal de alegría. 

“Quenanías, jefe de los levitas encargados del transporte, era quien lo dirigía, pues era muy entendido” 1Cr. 15: 22

Seamos muy entendidos, preparémonos para servir al Señor. A Él no le vale cualquier improvisación, o cualquier persona falta de interés y sobrada de orgullo.

“Entonces David, los ancianos de Israel y los jefes de los batallones fueron con alegría a trasladar de la casa de Obed-edom el arca del pacto del Señor. Y como Dios ayudaba a los levitas que transportaban el arca, se sacrificaron siete novillos y siete carneros. David iba vestido con un manto de lino fino, como también todos los levitas que llevaban el arca, los cantores y Quenanías, que dirigía el transporte, además David llevaba puesto un efod de lino. Todo Israel llevaba así el arca del pacto del Señor entre gritos de alegría y el sonido de cuernos de carnero, trompetas y platillos, y la música de salterios y arpas”. 1Cr. 15:25-28

Ahora todo está según su voluntad. El corazón está lleno de alegría antes de realizar su encargo. Saben que eso es lo que el Señor quiere. El Señor ayuda a los levitas que transportaban el arca. Ayuda al que le sirve. Se manifiesta en el resultado.

Estamos en condiciones de hacerla, por dentro y por fuera. La obra se prevee completa. Hay fiesta. El ser humano al servicio de Dios complementa su estado de ánimo con sus ropas de gala. Todo esmero es poco para el Señor. Todos a una. Lo proclaman. Proclamémoslo nosotros también.

“Cuando el arca del pacto del Señor llegó a la Ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, se asomó a la ventana; y al ver al rey David bailando alegremente, sintió un profundo desprecio por él”. 1 Cr. 15:29

No todos participan. Algunos se conforman con mirar y disfrutar desde la ventana. Mical era una de estas personas. Se había mantenido al margen y menospreció el servicio que se hacía al Dios de Israel, su pueblo. Sintió desprecio por su marido, la persona que llevaba todo el peso de aquel mandato. No seamos como Mical. No menospreciemos el trabajo serio que realizan otros creyentes. Es muy fácil juzgar y menospreciar algo que no compartimos ni nos interesa. Si no arrimamos el hombro, lo mejor es callar. Bueno, realmente lo mejor es arrimar el hombro para realizar la faena que Él tiene prevista para cada uno de nosotros.

Como dije al comienzo de este escrito, me parece oportuno trasladar este texto al ejercicio de los ministerios que realizamos.

Los cristianos servimos al Señor y a su Iglesia a través de diferentes oficios, empleos, misiones u ocupaciones llamados “ministerios”. Por lo tanto “ministerio” en ningún momento es sinónimo de “galón”. Un galón es un distintivo de pasamanería, a veces con fleco, a veces sin él, colocado en el hombro o en la solapa que da autoridad a alguien para ejercerla sobre los demás. Un galón dota de mando. Un ministerio no. El ministerio autoriza a servir a los demás, a ponerse uno en la cola, quizás incluso a ser el último de la cola y trabajar con humildad.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Luz para los ministerios