El evangélico excéntrico

Un nuevo cuento de Antonio Cárdenas.

08 DE FEBRERO DE 2018 · 21:45

Foto: Pixabay.,
Foto: Pixabay.

Le pareció curioso que un furgón de la policía se parase justo delante de la terraza del bar donde estaba tomando el vermut previo a la comida. Pero aún se sorprendió más cuando oyó…

— ¡Acompáñenos! ¡La justicia le reclama! — dijo el agente.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando ya estaba esposado, subido en el furgón y a los pocos minutos presentado ante un juez.

— ¿Qué hacen conmigo? ¿De qué se me acusa?

Ha sido usted hallado falto— le dijo el juez.

— ¿Queeeeeé? Soy un ciudadano que cumple sus obligaciones, un buen padre de familia, pago mis impuestos, no tengo multas por pagar y trabajo dignamente. Se están equivocando conmigo.

Siguió quejándose pero no pudo evitar que le vistieran de naranja y metieran en una celda de apenas 5 m2 en la prisión de Alcalá Meco.

Pasaron los días, las semanas y el resentimiento contra la justicia le carcomía por dentro.

Con todo, su ánimo fue aplacándose ante la insoportable levedad de los días y, a pesar de ser consciente que sus actos no merecían tal castigo, sí tuvo ocasión para examinarse y reconocer que su afecto hacia sus semejantes había sido formal y falto pasión.

El temor había presidido su vida y alejado el amor.

Pasados dos meses, un día por la mañana oyó en la celda de al lado los lamentos de un preso que acababa de ingresar. Su corazón tuvo un despertar como antes no había experimentado y sintió empatía y compasión hacia su vecino. En cuanto pudo hizo lo posible por hablar con él.

— Cualquier cosa que necesites dímelo e intentaré ayudarte.

Pocas horas después de este encuentro alguien se acercó a su celda con un manojo de llaves.

— Queda usted libre, el juez que le decretó prisión ha sido inhabilitado.

Dio un salto de alegría y se abrazó al funcionario. Una vez delante del director de prisión pidió explicaciones.

— A día de hoy nadie me ha dado razón de cuáles son las causas reales de mi encierro— dijo al director.

— No hay causas objetivas. Al parecer el juez que ordenó su reclusión es un evangélico excéntrico que se cree poseedor de un don espiritual por el que ejecuta sus sentencias de modo imprevisible y a personas elegidas a su antojo.

— Pero debe actuar bajo algún criterio, digo yo.

— Sí, habiendo desestimado todos sus estudios de derecho, solo se rige por un texto que ha sacado de la Biblia. Dice que el verdadero cumplimiento de la ley es el amor, y que quien no ama incumple la ley, por lo tanto es merecedor de disciplina. Ya le digo, es un poco especial. Aquí tiene los papeles para formular su denuncia contra este sujeto.

— ¿Sabe qué? Déjelo…

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