Suicidio: cuando la vida pesa

La libertad que Dios ha concedido al hombre es de una magnitud tal, que puede disponer de su vida como le plazca.

07 DE FEBRERO DE 2018 · 10:32

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Dos suicidios de personas destacadas con dos meses de diferencia.

La primera llega de México el 3 de octubre último. Luis González de Alba, escritor y periodista muy conocido y querido en México. Fue encontrado muerto de tiro de pistola en su propia casa. La policía, después de las pertinentes investigaciones determinó suicido. Tenía 73 años.

Veinte del pasado diciembre. Al cantante surcoreano, ídolo de masas en Asia y en países europeos, que respondía al nombre de Kim Jong-hyun, lo hallaron muerto en la habitación del hotel en el que residía en una lujosa zona de la capital surcoreana. Utilizó un producto que en fuego liberaba monóxido de carbono. Era vocalista de la banda Shinee, con millones de seguidores en todo el mundo.

Había cumplido 27 años. Dejó escrita una carta a su novia Nahin, también artista, en la que, entre otras cosas, le decía: “estoy roto por dentro. La tristeza que me ha estado devorando lentamente al final me ha tragado entero. No he podido superarlo”.

Depresión aguda progresiva.

Precipitarse voluntariamente en la secreta morada de la muerte es verdaderamente un crimen. El mayor de los crímenes, decía Alejandro Dumas, porque es el único que no admite el arrepentimiento.

Los datos más fiables que poseo aseguran que cada día se registran diez mil intentos de suicidio en el mundo. Por países ocupa el primer lugar en número uno anual de suicidios Austria, seguido de Checoslovaquia, Noruega y Suecia. Hace diez años Suecia figuraba en el número uno de la trágica lista. Estos datos son proporcionales al número de habitantes de cada país. La mayor cifra de suicidios se registra, por este orden en Japón, Estados Unidos y Rusia.

La crisis social y económica parece contribuir a la desesperación suicida en Bélgica, donde el número de intentos de suicidio aumentó en los últimos cinco años en un 30 por 100. En Francia, el número de muertes por suicidio ha igualado al de las registradas en accidentes de carretera. “El aumento sensible del suicidio encuentra una explicación en la extensión del paro y los problemas derivados de la crisis económica”, afirmó el profesor Nyssen, del centro belga de prevención del suicidio.  

En España el suicidio es la primera causa de muerte externa, por delante de los accidentes de tráfico, según las cifras facilitadas por el Instituto Nacional de Estadística. Cada día hay 10 personas que se quitan la vida en nuestro país. La cifra más alta de suicidios en España procede de 2014: 3.910 hombres y mujeres, si bien se matan más los hombres que las mujeres. En la comunidad de Madrid el número de suicidios entre 2014 y 2017 creció en 647 personas. El suicidio en España ha ido en aumento en los últimos 35 años. El doctor Santiago Durán-Sincreu, psiquiatra especialista en suicidios en el Hospital San Pablo de Barcelona cree que la tendencia es preocupante: “parece que este fenómeno ha llegado para quedarse –dice- sea cual sea la causa- y decir que sólo ha influido la crisis económica es un argumento muy reduccionista. El incremento de casos es de tal magnitud como para que las instituciones públicas trabajen en planes de prevención”.      

Y Dios, ¿qué dice a todo esto? 

La libertad que Dios ha concedido al hombre es de una magnitud tal, que puede disponer de su vida como le plazca. Séneca, un suicida famoso, decía a Lucilio que “la cosa mejor que ha hecho la ley eterna es que, habiéndonos dado una sola entrada a la vida, nos ha procurado miles de salidas”. Quien se queja contra la vida y contra el Dios autor de la misma, tiene en su mano la facultad para marcharse de este mundo cuando le plazca. La Biblia dice que Dios ha dado la vida al hombre. Sin embargo, en su mano está el conservarla o prescindir de ella.

Pero el suicidio es siempre un atentado contra la ley divina. La Biblia no legisla directamente sobre el suicidio, pero queda explícitamente prohibido en una serie de textos que proclaman a Dios como único dueño de la vida y de la muerte. En las Sagradas Escrituras encontramos hombres de Dios momentáneamente angustiados, gigantes de la fe que flaquean, que claudican y que llegan incluso a maldecir sus vidas, como Job, como Jonás, como Jeremías con aquella su interrogación pesimista: “¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” (Jeremías 20:18).

Sin embargo, sólo fueron momentos, ocasiones que deben juzgarse a la luz de las circunstancias de cada caso y medirse por las actitudes finales de sus protagonistas. Porque estos hombres supieron sobreponerse a sus instantes de angustia, superaron las crisis y volvieron a contemplar el cielo cubierto de estrellas. En cambio, los tres suicidas de quienes habla la Biblia, Saúl, Abimelek y Judas, fueron distintos. Se apartaron completamente de Dios, extraviaron la senda recta y no supieron o no quisieron encontrar el camino de regreso a la casa del Padre. Y cuando el alma se divorcia de su Creador y la fe muere del todo en el corazón del hombre, el suicidio viene a ser la solución más rápida al problema de la existencia: “todos los que me aborrecen -dice Dios- aman la muerte” (Proverbios 8:36).

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