“Aún en las flaquezas del alma…” y “Así es mi iglesia”, de Leopoldo L. Samprón

Dos textos de un creyente que se congrega en la Iglesia Evangélica de Hermanos de León.

01 DE FEBRERO DE 2018 · 22:30

El poeta leonés Leopoldo L. Samprón.,
El poeta leonés Leopoldo L. Samprón.

Difundimos dos textos leídos por el poeta leonés Leopoldo L. Samprón durante el XIV Encuentro ‘Los poetas y Dios’ que, bajo el lema “Del Verbo y lo Sagrado”, se celebró en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes los días 12 y 13 de enero.

Estos actos son organizados por la Asociación Cultural Evangélica ‘Eduardo Turrall’ y está promovido por el Ayuntamiento de Toral de los Guzmanes. También cuenta con el apoyo de la Diputación de León, de la Junta de Castilla y León, de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos y de la Red Iberoamericana de Poetas Cristianos.

 

XIV Encuentro ‘Los poetas y Dios’ que, bajo el lema “Del Verbo y lo Sagrado”.

 

AÚN EN LAS FLAQUEZAS DEL ALMA…

Salmo 18:3

(Habacuc, 3:17,18)

 

“Invocaré a Jehová,

quien es digno de ser alabado”

“Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos,

Aunque falte el producto del olivo,

Y los labrados,

No den mantenimiento,

Y las ovejas sean quitadas

De la majada,

Y no haya vacas en los corrales,

Con todo yo me alegraré

En Jehová

Y me gozaré en el Dios

De mi salvación”

… Aún en las flaquezas del alma

Y en la debilidad de la carne;

El horno de los pecados

Se apagará con el agua que brota

del manantial de tus fuentes.

 

De nada sirven las manos,

Nada construyen dignamente;

El precio de las riquezas

¿de qué sirve? – sólo su vanidad-

 

¿Dónde elevo mi orgullo,

Dónde la torpeza del sentimiento?

Si nada valgo, ni nada poseo

Alejado de tus estatutos,

Alejado de tu  gracia

Y sin la luz de tu Palabra,

Y sin ti en el sendero….

… Aún así, mi Dios Jehová,

Por siempre será digno

De ser por siempre alabado…

Aunque en los corrales no haya vacas

Y en barbecho estén los campos.

 

Otro momento de su lectura .

 

ASÍ ES MI IGLESIA
 

Así es mi Iglesia;

un trocito de cielo azul,

reflejado en la marea

por la luz de las estrellas

y el sosiego de Jesús.


 

Así es mi Iglesia,

un trocito de pan tierno,

horneado con la leña

del pecho que canta y reza

la verdad del Evangelio.

 

Es un espacio pequeño

donde el alma se me llena

de salmos y de silencio;

y donde gritan los labios

los ritmos de los poemas.

 

Es donde se da un abrazo

sin usar palabras huecas.

 

Es donde nacen las fuentes

de la elegancia de Dios,

para regar estas tierras,

y de las sendas abiertas

hacer largos los caminos

de Paz y de Salvación.

 

Así es mi Iglesia,

un atardecer de flores

con aromas de Jesús,

donde su Nombre y Su Letra

ondea los corazones

con la sangre de la Cruz.

 

Así es mi Iglesia,

un trocito de cielo azul

navegando por la tierra.

 

Samprón con algunos poetas a la entrada de la casa de  la Calle Mayor.

 

Entre los protestantes españoles que escriben poesía dedicada a Cristo, hay algunos que admiro porque su obra está marcada por la excelencia. Uno de ellos, en lugar destacado entre mis afectos, es Leopoldo López Samprón, natural de un pueblo del Bierzo (San Julián-Vega de Valcarce, 1951), pero con larga residencia en León capital.

A Leopoldo los versos le fluyen de una manera natural, porque resultan auténticos frutos de una necesidad espiritual, de un testimonio del alma que desea elevar su mejor oración a Dios. Forma y fondo, sentimiento y razón, emoción y pensamiento, música, armonía, mensaje…

Todo resulta sangre amartillada, estremecimiento, casi extenuación porque se sale de lo reglamentario y vuelve a los orígenes, a esos profetas que exponían su fe pero también cuestionaban lacras e injusticias.

¿Por qué este lírico boxear? Porque la Poesía no puede ni debe ser sumisa o estar embotellada: la Poesía es el Viento que sopla sobre la brasa de la Resurrección. Y mi querido hermano Leo es un poeta-poeta que va de humilde por la vida.

Y aunque la existencia le ha descuartizado muchas veces, él sigue escribiendo, en medio del remolino, esos certeros disparos de su clarividencia y de lo que calladamente circulaba por sus adentros.  (A. P. Alencart)

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