Lavando los trapos sucios

Podríamos hacer una parábola de la frase de Jesús cuando dijo “si estos callasen, las piedras hablarían”.

Redacción PD

31 DE ENERO DE 2018 · 22:00

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Alex Plesovskich / Unsplash

"Lavar los trapos sucios en casa". Es una frase que escuchamos a menudo, y que viene a decir que los problemas no deben airearse, sino solucionarse dentro del grupo (entidad, partido político, equipo de fútbol o iglesias).

Y sin duda es lo deseable.

Pero ocurre a menudo que esta idea se expone para que todo siga igual. En realidad, la intención es que los trapos sucios queden escondidos en casa.

Lo vemos en la corrupción dentro de los partidos políticos, donde la norma es que se liquide a aquellos que se atreven a denunciarla “desde dentro”.

También, por ejemplo, con la pedofilia y los abusos sexuales en las iglesias (católica mayoritariamente, pero también algunas evangélicas y de otras confesiones) y ese polo opuesto que es el “paraíso” de Hollywood.

Hay situaciones, conflictos, problemas, en los que se calla. Aunque sea un secreto a voces. Hasta que estalla la verdad.

Ocurrió con la Gürtel y la cuenta B del Partido Popular, los ERES del PSOE andaluz, el famoso tres por ciento del honorable Pujol, los trapicheos de Ramón Espinar (Podemos) con el negocio de la compra-venta de su piso en Madrid, los suculentos negocios de Undargarín, etc. etc.

Sí, seguro que nos dejamos algunos. Pero para muestra vale un botón.

Por eso, podríamos hacer una parábola de la frase de Jesús cuando dijo “si estos callasen, las piedras hablarían”.

Es un hecho que desde la amistad, el respeto, el cariño y la crítica constructiva a menudo no se quiere (o no se puede) llegar al fondo de los temas más delicados “desde dentro”.

Y como una olla a presión, cuando las situaciones graves llegan a un límite, surgen “piedras” que hablan. No son blandas, tienen aristas, y hacen daño. Pero vienen precedidas del silencio de muchos hombres buenos.

Y nos duelen esas piedras. E incluso las acusamos y menospreciamos. Pero son la evidencia de que la verdad se abre paso aunque nosotros queramos ocultarla, como quien quiere tapar el sol con un dedo.

Lavemos los trapos sucios en casa. Pero seamos sinceros, coherentes, hondos, y buscando que lo sucio desaparezca. No es cuestión de comodidad o incomodidad, de amigos o adversarios. Cuando se trata de cuestiones de vida o muerte, de ética, de identidad, de fidelidad o infidelidad no caben medias tintas.

Y no se trata de estar todo el día con críticas, todo lo contrario. Como bien dijo Agustín de Hipona: “En lo esencial unidad, en lo secundario libertad, y en todo amor”. Que Dios nos ayude a distinguir lo uno de lo otro.

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