En la muerte de Charles Manson

Individuos como Charles Manson son una clara muestra del poder que hoy está ejerciendo el diablo.

31 DE ENERO DE 2018 · 09:19

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El domingo 19 del pasado mes de noviembre murió en California el malvado Charles Manson. Había cumplido 82 años. Manson fue el instigador de crímenes que conmovieron todo el país de Estados Unidos. Entre el 8 y el 9 de agosto 1969 fueron asesinados en Los Ángeles Sharon Tate, entonces esposa del realizador Román Polanski, embarazada de ocho meses; Jay Sebring, famoso peluquero en Hollywood; Abigail Foster, heredera de una familia millonaria; Votjek Frokowski, socio de Polanski; Steve Parent, amigo del criado de Polanski; Leno la Bianca, propietario de una cadena de supermercados y su mujer Rosemary. Todos fueron salvajemente acuchillados. 

La policía de Los Ángeles comenzó a actuar. Las primeras impresiones revelaron que todos los crímenes habían sido cometidos por las mismas personas.

Efectivamente. Poco después fueron localizados los autores. Cuatro mujeres: Susan Atkins, 21 años; Linda Kasabian, 20 años; Leslie Van Hauten, 19 años, Patricia Krenwinkel, 20 años y el único varón, Charles Watson, 24 años. Todos ellos pertenecían a una secta llamada “La familia”, que nunca llegó a tener más de 50 miembros, liderada por el psicópata Charles Manson. Este se hacía llamar indistintamente Dios, Jesús y Satán. De hecho, el grupo adoptó el nombre “Los esclavos de Satán”. El lugar de residencia habitual de la secta era “El valle de la muerte”, nombre muy apropiado.

Manson ejercía una poderosa influencia sobre los miembros de la secta, especialmente las mujeres. Kasabian declaró durante el juicio que había sido enviada por Dios para decir al mundo que Manson era el profeta esperado.

El juicio contra los acusados duró un año. Doce meses de espectáculo bufonada diaria. Manson entraba en la sala con una cruz grabada en la frente. Se la hizo él mismo con una cuchilla de afeitar. En opinión de la prensa “nunca se conoció en Los Ángeles tanta teatralidad en un juicio”. Dos de las jóvenes acusadas declararon al tribunal que participaron en los crímenes “hipnotizadas por Manson”. Una de ellas añadió: “me dijo que fuera y fui y todavía le tengo miedo”.

El 25 de enero 1971 Manson fue condenado a la pena de muerte. Cambios en el sistema judicial redujeron la condena a cadena perpetua. Permaneció en la cárcel 46 años, hasta su muerte.

El juicio de la “Familia Manson” puso nuevamente de actualidad el culto al diablo en Norteamérica. Salieron a la luz pública asociaciones que ya practicaban estos ritos demoníacos y se crearon otras nuevas. La magia negra, la brujería y el culto al diablo hacen furor en ese gran país. Richard Woods, profesor de filosofía en la Universidad de Loyola, en Chicago, dice que en Norteamérica hay en la actualidad unas 80.000  brujas blancas, de ellas 6.000 en Chicago. Unas 400 principales organizaciones se dedican a rendir culto al diablo en Estados Unidos. Tan sólo en Nueva York existen 500 “capillas” donde se adora al diablo. Un conocido evangelista, Morris Cerullo publicó un libro sobre este tema, fruto de cinco años de investigaciones en el país. Según Cerullo, diez millones de norteamericanos practican la brujería y unos 100.000 adoran al diablo.

Entre las asociaciones existentes, la más conocida es la “Iglesia de Satanás”, en San Francisco, California. Fue fundada en 1966 por un antiguo domador de circo llamado Antón Zsander Lavey. La “Iglesia de Satanás” empezó en una casa de 13 habitaciones que Lavey alquiló en las afueras de San Francisco y decoró interiormente con los objetos más macabros que pudo hallar: calaveras, candelabros, una biblioteca bien surtida de obras sobre el diablo, etc.

La gente empezó a fluir y el negocio prosperó. Lavey abrió otras “Iglesias de Satanás” en diferentes estados del país y escribió una “biblia”, llamada “Biblia Satánica”. Con la cabeza afeitada a lo Yul Brynner, barba mefistofélica en punta y rojas túnicas de terciopelo sobre sus hombros, con adornos “hippies” sobre el pecho, Lavey oficiaba cada noche para sus numerosos visitantes, que pagaban sustanciosas sumas por tomar parte en estos cultos al diablo. En el altar de la adoración Lavey colocaba invariablemente a una muchacha desnuda y desnudos también adoraban los ya iniciados en el culto al diablo.

La gran tragedia que se esconde en el fondo de estos ritos y representaciones grotescas es que el hombre de hoy, en el fondo, no cree en el diablo. No cree en el diablo porque tampoco cree mucho en Dios. De ahí esas parodias, burlas y juegos ocultos tomando por pretexto al diablo.

“El mal de nuestro mundo -escribe José María Souvirón en “El Príncipe de este siglo”- no reside solamente en que se haya dejado de creer en Dios, sino también indirectamente, en que se ha dejado de creer en el demonio…Cuando el maligno hace su habitación en las criaturas – en el corazón o la inteligencia de los hombres-, necesita un hueco para estarse allí; pero con algo en torno: una oquedad hecha lógicamente en algo… Un interés excesivo por conocer el mal puede indicar una disposición para entregarse a él”.

Esta última frase de Souvirón pone el dedo en la llaga. En el corazón y en la mente de esos seres que tanto se interesan por jugar al diablo y los demonios existe, en realidad, una disposición a entregarse al enemigo de las almas. Viven, como afirma el apóstol Pablo, con el entendimiento cegado por la astucia de Satanás. Su error principal consiste en imaginar al diablo como un invento necesario de las religiones para atemorizar al hombre. Olvidan que el diablo es un ser tan real y tan personal como el mismo Dios. La Biblia traza su biografía con abundancia de textos, desde el mismo momento en que su orgullo y rebeldía le convirtió de querubín luminoso en Príncipe del mal, hasta el instante futuro en que será definitivamente arrojado al lago de fuego y azufre, donde será castigado eternamente (Apocalipsis 20:10).

El diablo, que fue el autor de la primera guerra, misteriosamente desarrollada en los cielos (Apocalipsis 12:7-9), fue también el culpable del primer pecado y del primer crimen habido en el mundo, haciendo que un hermano matara al otro. La influencia que ejerce en el ser humano de nuestros días es inmensa. Individuos como Charles Manson, con sus greñas al aire, su mirada diabólica y sus instintos criminales, son una clara muestra del poder que hoy está ejerciendo el diablo. La Biblia dice que “el que hace pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio” (1ª de Juan 3:18); en la parábola del sembrador, Jesús dice que “la cizaña son los hijos del malo” (Mateo 13:38). En este sentido, el diablo es hoy día padre de familia numerosa. Quizá se deba a esto el que cuente incluso con la protección de los gobiernos.

Sin embargo, el diablo fue vencido por Cristo en las tres grandes etapas de su vida: en su nacimiento, escapando a la matanza de Herodes; en su juventud, viviendo una vida de pureza total y absoluta, y en su muerte, “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,  triunfando sobre ellos en la Cruz” (Colosenses 2:15).

De igual manera, todos podemos vencer al diablo si nos refugiamos en Cristo. Así lo dice la Biblia en esta amonestación con la que cerramos este artículo: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).

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