El pasado, muy presente en las series de 2017

He escogido para acabar y empezar el año una serie sobre 5 libros, 5 discos y 5 películas que me han llegado hondo. Antes de seguir con la literatura, la música y el cine. Una serie que nos muestra cómo el tiempo no lo cura todo….

26 DE DICIEMBRE DE 2017 · 21:00

La gran sorpresa de este verano televisivo ha sido una impresionante serie argentina que ha producido la rama latinoamericana de HBO, El jardín de bronce.,
La gran sorpresa de este verano televisivo ha sido una impresionante serie argentina que ha producido la rama latinoamericana de HBO, El jardín de bronce.

“El pasado no está muerto”, decía Faulkner, ya que “de hecho, no es ni siquiera pasado”. Comienzo hoy una serie sobre algunos libros, películas y discos que me han impresionado este año. Esta primera entrega trata sobre series, uno de los fenómenos más adictivos de la actual escena cultural y de entretenimiento.

Las interminables series que como folletones decimonónicos llenan el tiempo de nuestros contemporáneos, no sólo recuerdan los antiguos novelones por entregas, sino que este año han estado especialmente marcadas por el peso del pasado. No me refiero a la fantasía épica de “Juego de Tronos”, ni a la nostalgia ochentera de “Stranger Things”, sino a las heridas del tiempo en cinco series que me han llamado la atención este año.

Aunque no soy muy amigo de las listas, he escogido para acabar y empezar el año una serie sobre cinco libros, cinco discos y cinco películas que aunque no sean los mejores, a mí me han llegado hondo, por las razones que sea. Antes de seguir con la literatura, la música y el cine, he querido empezar con estas cinco series que nos muestran como el tiempo no lo cura todo….

 

EL PASO DE LOS AÑOS  

Me gustan las miniseries, porque ahorran tiempo a aquellos que no nos sobra. La mayor parte de las series se pierden en largas temporadas llenas de vericuetos sin concisión alguna. No es el caso de Feud” –la serie producida por FX, pero difundida en España por HBO–. Ryan Murphy retrata aquí el ocaso de dos actrices de los años dorados de Hollywood, Bette Davis y Joan Crawford que se ven obligadas a hacer una oscura película de terror a principios de los años 60 con Robert Aldrich, “¿Qué fue de Baby Jane?

 

Feud nos muestra cómo el paso del tiempo puede ser terriblemente doloroso.

Siguiendo el esquema de un documental ficticio, las estrellas que interpretan Susan Sarandon y Jessica Lange, son recordadas en su enemistad y enfrentamiento, por aquellos que trabajaron con ellas. Sus testimonios traídos por excelentes actores secundarios, revelan el declive que trae el paso del tiempo. Su confrontación concluye con un emotivo final que resulta tremendamente triste.

Feud” nos muestra cómo el paso del tiempo puede ser terriblemente doloroso. Es una historia llena de miedos, frustraciones y soledades. Nos habla de lo efímero de la fama, pero también de la inseguridad que trae una constante rivalidad, pero sobre todo de los sueños rotos que el tiempo no puede enmendar. Los años dejan huella y ya no somos quienes un día fuimos.

Estamos ante el amargo retrato de la infelicidad por la que cuando Davis le pregunta a Crawford cómo se siente siendo la mujer más bella, ella le responde preguntando lo mismo sobre su talento. La respuesta no puede ser más esclarecedora: “fue maravilloso, pero nunca lo suficiente”...

 

LAS HERIDAS QUE EL TIEMPO NO PUEDE CURAR

No es cierto que el tiempo cure todas las cosas. La memoria es selectiva. Recordamos las cosas que queremos. Y las que no, las reprimimos, hasta que en el momento más inesperado salen a la luz. La serie documental de Netflix, “The Keepers”, muestra como unas mujeres pueden guardar los secretos de los abusos cometidos por un cura en Estados Unidos, que llevaron al asesinato en 1970 de una monja que sabía demasiado, Catherine Cesnik.

 

La nueva serie documental de Netflix, The Keepers habla de los abusos cometidos por un cura en Estados Unidos, que llevaron al asesinato en 1970 de una monja.

La pregunta que una y otra vez se repite a lo largo de la serie, es cómo pudieron mantenerse calladas, estas mujeres, tanto tiempo. Ya que no es hasta los años 90 que surgen las acusaciones contra el capellán del centro, Joseph Maskell, que era también capellán de la policía del condado de Baltimore y del estado de Maryland, además de la Guardia Nacional.

Hermano de un policía, crea toda una red de abusos en base a secretos de confesión, que incluye un ginecólogo, curas y policías. Experto en psicología, utiliza un lenguaje religioso para manipular a sus víctimas. Murió de un infarto cerebral a los 62 años en 2001, dejando un largo reguero de víctimas desde su ordenación en 1965. Cuando surge el escándalo, era todavía párroco en Baltimore, donde la monja desapareció en 1969, siendo encontrado su cadáver dos meses después, ya en 1970.   

Cathy Cesnik es una maestra joven y atractiva, llena de simpatía y sensibilidad. Enseñaba literatura con pasión y entusiasmo. Su muerte inesperada debió ser algo brutal e inexplicable para aquellas adolescentes. No es extraño que el trauma dure hasta el día de hoy. Cesnik es la destrucción de la bondad y la belleza en un contexto sórdido de abuso, donde la religión está asociada a todo lo quieres dejar atrás, al salir de allí.

Esta es una serie que no sólo lucha contra las limitaciones y la presión de la memoria, sino también frente a ese enemigo implacable que es el tiempo. No sólo varios se han llevado los secretos a la tumba, sino que uno tiene que sentarse pacientemente ante individuos que tienen dificultad para recordar, mienten, o prefieren no pensar en lo que pasó hace cuarenta años. Hay valor, pero también cobardía.

La serie me ha apasionado al adentrarse en los tortuosos laberintos de la memoria. El abusador es generalmente alguien que también ha sido abusado. En un sentido todos somos víctimas y agentes de maldad...

 

Cuando Atwood escribe su libro, vivía en Berlín y había estudiado la América puritana en Harvard.

NO HAY BÁLSAMO EN EL GALAAD DE ATWOOD

Y ¿qué ocurriría si los evangélicos llegaran al poder en Estados Unidos? La escritora canadiense Margaret Atwood no tuvo más que mirar cómo eran las colonias puritanas de Nueva Inglaterra e imaginar el restablecimiento de la “América cristiana” en la época de Reagan. Su novela “El cuento de la criada” (1985) –reeditada por  Salamandra– se ha convertido ahora en una serie realizada por la plataforma Hulu –distribuida en España por HBO–, “The Handmaid´s Tale”, que retrata la pesadilla de una sociedad gobernada por el fanatismo y la intolerancia.

Cuando Atwood escribe su libro, vivía en Berlín. Había estudiado la América puritana en Harvard y descubierto que tenía una antepasada acusada de brujería en Nueva Inglaterra, Mary Webster, que sobrevivió a la horca. Es por eso que desarrolla su historia en Cambridge, Massachussetts. La ropa que lleva la inolvidable Peggy de “Mad Men” (Elisabeth Moss), es la de los puritanos que fundaron Harvard, cuya biblioteca es en la serie el cuartel del servicio secreto de Galaad.

Las leyes de Galaad parecerán a algunos, exageradas. Sin embargo, son parecidas a las que conocimos en el franquismo. Hay una limitación legal para el trabajo de la mujer, que necesita el permiso del marido para cualquier actividad laboral o económica. Mujeres son arrebatabas de sus hijos por razones morales. No sólo se prohíbe el divorcio y abandono del hogar, sino que se criminaliza el adulterio, la anticoncepción, la prostitución y el lesbianismo.

Las similitudes con la agenda evangélica que ha hecho del aborto y la homosexualidad, su “caballo de batalla”, son sobrecogedoras…

Más allá de la lectura feminista y la advertencia liberal frente a los peligros del fundamentalismo, se puede ver también “El cuento de la criada” como una metáfora de la imposibilidad de la ley para cambiar las personas. Tal y como muestra Pablo en Romanos 7:14-25, la ley no sólo no transforma a la gente. Es que tampoco puede. Esta es la diferencia entre la Ley y el Evangelio. Tal y como dijo Lutero, su confusión es el origen de todos los problemas de la religión cristiana. Es por eso que el legalismo evangélico es una contradicción en términos. Busca obtener por la Ley, lo que sólo la Gracia puede conseguir.  

La fealdad de este mundo fotografiado con esta luz fría, te muestra la realidad de una religión sin Espíritu. No faltan las expresiones piadosas y los versículos bíblicos, pero no hay nada del poder de la Palabra que hace nuevas todas las cosas. Es una Ley sin misericordia y una moralidad sin gracia. No hay bálsamo en Galaad para curar ninguna herida...

 

The Deuce cuenta cómo nació la industria del porno duro en N. York a principios de los 70

AQUEL VIEJO Y SUCIO NUEVA YORK

Aunque hay muchas series que transcurren en el pasado, pocas pueden transportarte a él como The Deuce”, la última creación de David Simon –el prestigioso autor de “The Wire”, la serie de HBO que llevó a la televisión la realidad estadounidense con una crudeza nunca vista antes–. Desde el momento que escuchamos el falsete de Curtis Mayfield cantando “si hay un infierno allá abajo, todos vamos a ir”, entendemos que esta no es una serie donde cabe moralina alguna.

Estamos en 1971, cuando mi padre vivía en la Gran Manzana y Times Square no era un “parque temático” para turistas, sino el centro de prostitución y droga, que muestra el lado oscuro de la cultura norteamericana. En este ambiente enfermo y decadente nace el cine porno tal y como hoy lo conocemos, antes de ir a California. Lo que muchos no saben es que no sólo estaba la mafia al principio, detrás de él, sino también mujeres directoras como la que inspira el personaje de esta serie, que interpreta tan poderosamente Maggie Gyllenhaal.

Este paisaje desolador que describe el guión del escritor George Pelecanos, sigue fielmente la investigación rigurosa de Simon que ha estado estudiando el tema durante años. No hay figura en la serie que no esté basada en alguien real, ¡hasta los hermanos que encarna James Franco! Esta primera temporada muestra la legalización del porno duro por el Tribunal Supremo en la época de Nixon, cuando el partido republicano no era el bastión conservador que algunos se creen que es hoy.

Su estilo meditativo, deliberadamente contenido, obliga al espectador a una mirada reflexiva distinta a la que nos presentan las series populares. Es obvio que el tema es truculento y las escenas están lejos de la idealización erótica con la que se presenta el sexo en la pornografía. Este es un tema tabú para los cristianos, pero la industria del sexo es una realidad. Conviene saber cómo empezó todo…

 

EL HIJO PERDIDO

La pesadilla de un padre es la pérdida de un hijo. Las historias sobre niños desaparecidos exploran nuestros mayores miedos. La gran sorpresa de este verano televisivo ha sido una impresionante serie argentina que ha producido la rama latinoamericana de HBO, “El jardín de bronce”. Es la adaptación que ha hecho el propio escritor Gustavo Malajovich de su primera novela, que muestra un Buenos Aires en todo su esplendor.

 

Las historias sobre niños desaparecidos exploran nuestros mayores miedos.

No tardamos en comprender que de lo que aquí se trata, es de ansiedades profundas. Tememos si podremos proteger a nuestros seres queridos, cuando nos sentimos indefensos e ignorantes de los peligros que se ciernen sobre nosotros. Tenemos miedo a lo desconocido y el peligro que eso conlleva.

Es un lugar común en este tipo de ficción,que el matrimonio protagonista está en estado de crisis. Son parejas que se desintegran. Y a medida que se extiende la acción, el tiempo también se convierte en algo fundamental, por la manera en que cambia nuestra perspectiva de la vida.

El dolor se reaviva de repente, o saca a la luz otras pérdidas en la biografía de los personajes. Y aparecen comportamientos compulsivos, como volver una y otra vez a la escena del crimen, metafórica o literalmente. El protagonista se niega a abandonar la investigación y busca alguna forma de justicia o reparación.

Las historias de niños desaparecidos parece que ya no pueden sorprendernos, pero como en “El jardín de bronce”, estos relatos tienen a veces un giro inesperado. La clave está en sus protagonistas. Si el relato puede mostrar como el dolor solitario está relacionado con la perdida y los secretos que todos ocultamos, abre la puerta a una profunda reflexión sobre lo irreparable de la vida y lo incurable del amor.

Historias como estas nos muestran que no hay mayor amor que el del Padre que se enfrenta a la pérdida de su Hijo. Cuando Jesús nos enseña a dirigirnos a Dios como Padre (Mateo 6:9) nos muestra el enorme privilegio de todo aquel que le recibe. Al creer en Él, somos “hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Su amor es fiel, como sólo el Padre puede serlo, aunque su Hijo se vea sumido en la mayor humillación.

Dios nos busca cuando estamos perdidos. Por su encarnación se identifica con nuestra debilidad (Hebreos 4:15-16). Su corazón quebrantado nos muestra un amor incondicional que nos libra de la hipocresía (Mateo 6:1-4), pero también de la ansiedad (Mt. 7:25-34). Tenemos un Padre celestial que tiene cuidado de nosotros. Da igual nuestro pasado...

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - mARTES - El pasado, muy presente en las series de 2017