“Sainte Marie-Magdaleine”, por M. Sicard

No fueron amantes. No contrajeron matrimonio. Ella no escapó a Francia. La única historia de María Magdalena se encuentra en los breves textos que citan los Evangelios.

22 DE DICIEMBRE DE 2017 · 07:10

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“SAINTE MARIE-MAGDALEINE”, por M. Sicard,

Editorial Arthur Savaéte, París, 191 páginas.

El material empleado en la redacción de este artículo ha sido traducido directamente del francés por el autor del mismo. Este ensayo tiene como subtítulo “la tradición y la crítica”.

Sicard, sacerdote católico, doctor en Teología y profesor de Teología y de Historia Eclesiástica, afirma que desde algunos siglos atrás en occidente se ha venido identificando a María Magdalena con María de Betania y con la mujer anónima que cita Lucas en el capítulo siete del Evangelio que escribió. Este tema lo he tratado y refutado en otros artículos aquí publicados. Para Sicard, también desde tiempos antiguos especialistas en la vida y en la obra de María Magdalena “sólo han visto en esta tradición puras leyendas desprovistas de valor histórico… cargadas de inexactitudes, contradicciones y de errores, aún cuando los autores hayan actuado de buena fe… No se puede culpar únicamente a la devoción del pueblo de semejantes desvaríos –dice- ha influido mucho el espíritu de secta, dando lugar a numerosas suposiciones y alteraciones”.

Continua Sicard: “No debe creerse que las tradiciones sobre María Magdalena provenientes del siglo VI han sido fácilmente aceptadas por la crítica contemporánea”.

Desmintiendo a los numerosos escritores que sitúan a María Magdalena después de la ascensión de Cristo arribando a las costas de Marsella, en Francia, y muriendo en una cueva en Sainte Baume, Sicard afirma que las tradiciones griegas sostienen que la tumba de María Magdalena está en Éfeso.

Según los dignatarios griegos, cuando Jesús agoniza en la cruz, antes de entregar su espíritu al Padre, encomienda la madre, la santísima Virgen María, al cuidado del apóstol Juan, y a María dice que lo acepte como hijo. Resucitado Jesús y ascendido al lugar de donde descendió Juan se trasladó a Éfeso en compañía de la Virgen.

En apoyo de esta teoría Sicard cita un pasaje de San Modesto, patriarca de Jerusalén entre los años 630 y 632 de la era cristiana: “las historias cuentan que Magdalena, de la que Jesús expulsó siete demonios, se trasladó a Éfeso para acompañar a Juan y a la Virgen María. Las dos mujeres murieron allí. El propio San Modesto, en una homilía del siglo VII, menciona la tumba de María Magdalena en Éfeso”.

Sicard concluye este episodio afirmando que dos eminentes críticos, cuyos nombres no menciona, están de acuerdo al afirmar que las tradiciones griegas “son universales, perpetuas, constantes, por consecuencia verdaderas tradiciones”.

Frente y opuestas a las tradiciones griegas están las llamadas tradiciones provenzales, leyendas surgidas en la Provenza francesa, territorio unido por razones geográficas a los condados de Venaissin y Niza. Marsella, segunda ciudad de Francia en número de habitantes, está situada en la costa de Provenza.

Cuentan estas leyendas que muerto Jesucristo y finalizada su misión en la tierra varios de sus discípulos viajaron en el primer siglo rumbo a la Galia francesa con intención de cristianizar a sus habitantes. Según esas leyendas, que han llegado hasta nuestros días manipuladas por casi todos los que escriben sobre la santa de Magdala, el grupo incluía a éstos personajes: los tres hermanos: Lázaro, Marta y María; un discípulo del Señor llamado Maximin; Sidonio, el ciego curado por Jesús cuya historia se cuenta en el Evangelio de Juan, capítulo nueve, María, esposa de Cleofás, María Salomé, esposa de Zebedeo y madre de Juan y Santiago, y María Magdalena.

Otras versiones de la travesía marítima entre Jerusalén y Marsella sólo incluyen a los tres hermanos de Betania, a Maximin y a Magdalena. Aquí nos cuentan la feria como les va, cada cual cuenta la leyenda como más cuadra a su imaginación.

No concluye ahí la fábula. Inventan sepulturas. Dicen que Lázaro y su hermana María murieron en Marsella; Marta acabó sus días en Tarascón; Maximin, Sidoine y las otras dos Marías dejaron la tierra en Aix, y María Magdalena murió en la cueva que ocupaba en San Baume, entre Marsella y Aix.

Sicard, profesor de teología y conocedor de la Biblia, que se inclina por la tradición griega, pone en duda la leyenda Provenzal. Afirma que los padres de la Iglesia, escritores cristianos de los primeros siglos, sólo hablan de los tres hermanos de Betania lo que se deduce de los Evangelios: “Lázaro, Magdalena y el grupo que se menciona son conocidos en occidente gracias a los Evangelios”, escribe. Y añade: “existe una conspiración en la mentira. Esta conspiración ha sido suficientemente hábil y poderosa para imponer a todos la leyenda de María Magdalena y su grupo, leyenda complicada, cargada de personajes interesantes, cierto, pero contradictorios”.   

En un golpe directo a los inventores de fábulas sobre María Magdalena, este erudito, teólogo e historiador incluye en su libro un capítulo de veinte páginas con argumentos definitivos. Textos en latín extraídos de escritos de los primeros siglos cristianos donde se prueba que María Magdalena nunca estuvo enamorada de Cristo. No fueron amantes. No contrajeron matrimonio. Ella no escapó a Francia. La única historia de María Magdalena se encuentra en los breves textos que citan los Evangelios. Todo lo demás son puras invenciones, mentiras de escritores ávidos de fama y de editores que persiguen ganancias materiales, dinero sucio a costa de una mujer limpia.

¡Vergonzoso!

El libro de Sicard, repleto de citas históricas y bíblicas, un ensayo serio y bien documentado, deja claro que escritores griegos de los primeros siglos distinguieron sin ningún género de duda entre María de Betania y María Magdalena, teniendo en cuenta los relatos evangélicos. Entre esos escritores destaca Orígenes, teólogo nacido en Alejandría en el siglo segundo, apologista de gran valor, destacado intérprete de la Biblia. Para Orígenes, María de Betania, María Magdalena y la mujer anónima que cita Lucas en el capítulo siete de su Evangelio, eran tres mujeres distintas. Ateniéndonos a los relatos de los Evangelios no hay confusión posible. En palabras de Sicard, “Orígenes admite que un gran número de padres de la Iglesia y otros escritores tiempo después siguieron profesando la misma creencia”.

Hasta que llegamos al papa Gregorio Magno, quien a principio del siglo VII declaró que esas tres mujeres eran una y la misma persona. “Está probado que la festividad de María Magdalena, que la Iglesia católica conmemora el 22 de julio, no aparece en occidente hasta el siglo IX, tal vez el VIII, pero no antes”, señala Sicard.

“El autor francés escribe un libro justo y santo al mismo tiempo que crítico. Estoy contento de decirle que no se ha equivocado”. Son palabras del crítico literario que firma con su sólo apellido, Stans, en la última página del libro.

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