La lamparilla

Un poema de Laura Martínez. (Selecciona Isabel Pavón)

15 DE DICIEMBRE DE 2017 · 08:10

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Siempre al tiempo de acostarme,

enciendo mi lamparilla,

y así, durante la noche,

su pequeña luz me anima.

 

Por espacio de unas horas,

aún continúa encendida,

y cada vez que despierto,

al verla, me da alegría.

 

Pero al cabo de algún tiempo,

la débil luz se amortigua,

chisporretea, y, al fin,

se apaga la lamparilla.

 

Muchas veces contemplando

la pequeña lucecita,

he pensado que ella es

fiel imagen de la vida.

 

Esplendorosa al principio

y anhelante de la dicha,

el placer de la ilusión

para vivir nos anima.

 

Por espacio de unos años

sigue su curso la vida,

y al ver que de ella gozamos

sentimos dulce alegría.

 

Pero al cabo de algún tiempo

el ser humano declina,

se debilita, y, al fin,

tiene término la vida.

 

¿Y es posible que de ella

no quede sino ceniza,

como quedan os residuos

de la humilde lamparilla?

 

No; partícula radiante

de la Potencia infinita,

el espíritu en nosotros

luce llama divina.

 

 

 

La luz de la inteligencia

que nuestra mente ilumina,

imagen es del Gran Ser

y su semejanza indica.

 

No importa que un día cese

de lucir la lamparilla;

de su llama los destellos

van a la región divina.

 

Mortal, no mires al suelo;

fija en el cielo la vista;

si abajo hay sombra de muerte,

eterna luz hay arriba.

 

Laura Martínez

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