Respuesta a crítica del artículo sobre ‘Homosexualidad’ del Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia

Dice Alfonso Ropero: "Llega el momento de hacer algunas puntualizaciones por mi parte como blanco de ataques y difamaciones".

10 DE DICIEMBRE DE 2017 · 10:00

Foto: Oliver Thomas Klein / Unsplash,escribir, ordenador
Foto: Oliver Thomas Klein / Unsplash

NOTA PREVIA

Ante la nota condenatoria publicada por Will Graham en PD, basada en su propia autoridad arbitraria, consideré que era mejor callar, pues, aunque no estamos en cuaresma, es mejor ayunar de carnaza; pero a la luz de las reacciones claramente difamatorias de sus seguidores, que sin el mejor juicio y análisis de las acusaciones vertidas en el libelo calumnioso de Graham, se lanzaron como buitres, no solo contra mi persona, sino contra la editorial en la que trabajo, creo que mi silencio ya no beneficia a nadie. Además, este caso ha puesto de manifiesto la fractura y deriva inquisitorial y sectaria del cristianismo evangélico, que pone en peligro la salud espiritual de los miembros de nuestras iglesias y nuestro testimonio y misión en el mundo.

Doy gracias a tantos hermanos y hermanas, amigos y amigas que han dado un paso al frente y han levantado su voz contra tanta inepcia e injusticia. A Dios sea la gloria. El que tiene oídos para oír que oiga.

 

RESPUESTA

Después de que cada cual ha dicho todo lo que le ha dado la real gana decir sobre mí en relación a uno de los temas más polémicos y candentes de nuestros días y en nuestro medios, llega el momento de hacer algunas puntualizaciones por mi parte como blanco de ataques y difamaciones.

Soy consciente que algunas personas parecen ser alérgicas a los matices y quisieran ver condenaciones generales, donde las que hay son particulares. Al parecer, eso de ser más papistas que el papa traspasa barreras eclesiales. Pero estoy convencido que en el matiz, en la exégesis puntual de cada expresión está la clave de muchas cuestiones y problemas que, como cristianos, debemos manejar con tacto y un alto sentido de nuestra responsabilidad ante Dios y los hombres. Por eso, el principio de la sabiduría es el temor de Dios, el no tomar en vano y a la ligera las cosas que tienen implicaciones trascendentales.

Empecemos por Sodoma. En el mismo diccionario hay un artículo mucho más extenso sobre ese tema que puede ayudar a ver la variedad de opiniones en el mundo judío sobre la naturaleza del pecado de esta ciudad, que van desde la violación de la hospitalidad a la lujuria sexual. Inspirados en la literatura pseudoepigráfica de la época del Nuevo Testamento, 2 Pedro y Judas 6-7 dice: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día: Como Sodoma y Gomorra, y las ciudades comarcanas, las cuales de la misma manera que ellos habían fornicado, y habían seguido la carne extraña, fueron puestas por ejemplo: sufriendo el juicio del fuego eterno” (JBS, BLA, NBLH). ¿Qué es eso de la “carne extraña”, que otras versiones leen “inmoralidad sexual y vicios contra la naturaleza” (RV60, NVI)? Judas menciona el caso de los ángeles que no guardaron su dignidad, haciéndose eco del pseudoepigráfico Libro de Enoc y otros escritos contemporáneos que identifican a «los hijos de Dios» con los ángeles, los cuales dejaron el cielo, se unieron a mujeres terrestres y engendraron con ellas a los gigantes. Así, muchos eruditos bíblicos, bastante ajenos a la ideología de género, creen el pecado de Sodoma, y el resto de ciudades fue de “lujuria contra la naturaleza”. ¿En qué sentido? En que se prostituyeron y marcharon tras “carne ajena”, como los ángeles. De modo que Judas interpretaría la narración veterotestamentaria en el sentido de que el peor delito de estas ciudades lujuriosas consistió en que los habitantes de ellas quisieron poner sus manos sobre los dos ángeles que habían ido como huéspedes a casa de Lot. Los ángeles se habían prostituido con mujeres terrestres, los hombres querían prostituirse con ángeles (Alois Stöger). No le pido al Sr. Graham y adláteres que admitan esta interpretación, solo que la tengan en cuenta, y que consideren que la cosa no es tan simple.

En el artículo en cuestión, página 1199, primera columna, se afirma categóricamente que el pueblo de Israel condena taxativamente la relación homosexual (Lv 18:22; 20:13), y se detallan las razones, que vendrían a ser las mismas que muchos hoy siguen manteniendo. Con esto quiero decir, que dicho artículo en ningún momento justifica las relaciones homosexuales.

Cuando digo que en “en Jesús hay un ausencia de referencia las actividades homoeróticas”, me limito a constatar un hecho, sin que eso suponga la aprobación de Jesús de tales relaciones, caso de tener noticia de ellas. En el caso del siervo del centurión, digo que “ha dado que pensar”, de ningún modo pretendo hacer una afirmación categórica, dogmática, que ese siervo tuviera una relación íntima con su superior, a pesar de lo cual fue sanado, por la fe del centurión. Así que, cuando el Sr. Graham, afirma “la implicación natural sería que Jesús aprobó la supuesta relación homosexual entre el centurión y su criado amado”, eso lo dice él, no este servidor, porque ya aclaro en el mismo artículo que la “implicación natural” es que Jesús “demostró mucha libertad frente a las costumbres de su pueblo” (página 1200, segunda columna), ¿o no es verdad? Eso no significa que Jesús aprobara la prostitución, el cobro de impuestos y sus abusos, etc., aunque se relacionara redentoramente con personas implicadas en estos actos.

En un serio y respetuoso estudio de Daniel Caballero, “¿Sanó Jesús al amante homosexual del centurión?” tira de la filología griega, pero consciente o inconscientemente la convierte en una cortina de humo para anular el trabajo de los autores que critica, a saber: Pikaza y Valdés, a mí me mete entre ellos, pero yo no les llego ni a la suela de sus zapatos. Ni tampoco comparto la conclusión que el Sr. Caballero saca por su cuenta: “De acuerdo a la interpretación de estos autores, no solo es la voluntad del Señor de sanar a todos, sino también la aceptación de una relación activamente homosexual como parte del Reino de Dios. Esta es la interpretación que conocidos autores españoles como Xavier Pikaza, Alfonso Ropero, Ariel Álvarez”. Lo dicho, de Alfonso Ropero no se deduce tal cosa, ni creo que la encuentre en ninguno de mis escritos. Cada cual tiene que ser juzgado por sus afirmaciones, y no atribuirle las ajenas, en caso de que sean como usted refiere. Y, sobre todo, por favor, usted que es hombre estudioso, Sr. Caballero, no atribuya ignorancia a hombres que son, como poco, tan estudiosos como usted. Ellos saben de sobra que la palabra páis, como usted muestra en un alarde de erudición, tiene el sentido inmediato de “joven” e “hijo”. Pero mire usted, el significado de una palabra corresponde a lo que dice oficialmente el léxico, y también el “uso” que se hace de ella. Los filólogos saben de sobra que el significado de cualquier vocablo vivo, está tanto en la etimología como —y mucho más— en uso que se le da. Así, Álvarez Valdés, que usted mencionada, pero parece no haber leído cuando dice: “Existe un tercer sentido de la palabra “páis” (muchacho), conocido gracias a los estudios de la literatura clásica, y es el de “amado” o “favorito”. Se lo llamaba “muchacho” afectuosamente, aun cuando fuera adulto” —que correspondería a erómenos (“joven amado”, de la era clásica), y cita a historiadores griegos como Tucídides (s.V a.C.), Jenofonte (s.IV a.C.), Calímaco (s.III a.C.), Polieno (s.II a.C.) y Plutarco (s.I). Ciertamente que el centurión “quisiera mucho” a su páis, no nos demuestra que su querer fuera “ilícito”, pero ahí yo no entro. Sin embargo, como entiendo que este punto no es determinante en un sentido u otro de mi tesis central, a saber, que Jesús no condenó —ni aprobó— la homosexualidad, en una edición posterior de mi artículo en dicho Diccionario eliminé la parte controversial que pudiera dar lugar a deducciones falsas como las realizadas por el ínclito Graham. No era el lugar apropiado para controversias.

El caso de los “eunucos”, que tanto asombra al Sr. Graham, es precisamente uno de esos textos “duros” de labios de Jesús. El eunuco estaba excluido de la comunidad santa de Israel (Dt 23:1), la verdad es que hasta el hombre soltero o célibe estaba mal visto, pues el no procrear iba contra primera ley dada al hombre al principio de la creación. Pues bien, Jesús afirma con toda claridad que hay tres clases de eunucos. La primera, la natural, la del que nace así desde el vientre de su madre. La otra es impuesta, la tercera es simbólica. El eunuco es el “invertido” por naturaleza, o el “castrado” a la fuerza. A pesar de esto, Jesús no tiene ningún reparo en utilizar la imagen del eunuco como un ideal del hombre entregado al Reino de los cielos (Mt 19:12). Por eso, como dice M. Gruber, esta frase es probablemente uno de los logia auténticos de Jesús, a los discípulos no se les hubiera ocurrido ponerla en labios de Jesús. Sólo lo transmite Mateo. No fue fácil de entender en su día. Como acabo de decir, el eunuco era un castrado, o un invertido. Jesús escogió este ejemplo, no para justificar a tales personas ni las prácticas relacionadas con ellos ¡válgame Dios!, sino en lo que representaban de personas liberadas de la lazos matrimoniales, dedicados exclusivamente a una función de servicio. El eunuco, simbólicamente entendido, vendría a ilustrar el heroísmo de quienes siguen las enseñanzas de Jesús en toda su radicalidad, quienes por razón del evangelio se mantienen totalmente célibes. Aquello debió chocar mucho. En la comunidad primitiva, el celibato no era ningún ideal. Había corrientes célibes en grupos judíos, pero en el judaísmo, por norma general, se rechazaba. De este ejemplo no se deben deducir cosas impropias, sino la libertad y novedad de Jesús sobre muchas cuestiones polémicas.

El resto de textos que aduce el Sr. Graham: 1 Corintios 6:9-10 o 1 Timoteo 1:9-10, nada que decir, pues parece que a él no interesan los matices. Está en todo su derecho, pero entonces que no saque deducciones por su propia cuenta, como cuando afirma: “El doctor Ropero nos enseña que lo que la Biblia condena es la opresión homosexual, no la homosexualidad tal cual”. Creo que está demostrado que no hay homosexualidad tal cual, sino diferentes tipos de homosexualidad, que deben ser analizadas teológica y pastoralmente —de nuevo los matices—, para no confundir el reino de Dios con el reino de los talibanes; el reino de la gracia, con el reino de la ira; lo digo por los que mantienen que la homosexualidad es un pecado que hay que condenar con la pena muerte (que es muy bíblico, por lo menos en el Antiguo Testamento). Lo que sí puedo afirmar taxativamente es que un día se abrirán los libros que registran las obras de cada cual (Ap. 20:12), y que los que se acuestan con varón como si fuera mujer, que los adúlteros, los pederastas, los ladrones, los violadores, los mentirosos y los idólatra, los que levantan falso testimonio… serán arrojados al lago de fuego.

Mientras tanto, aprendamos el secular principio de la teología cristiana: antes de condenar la proposición contraria, hay que salvarla. Es decir comprenderla, entenderla por lo que dice y por lo que niega, en una palabra, ejercitar un poco de amor en el intelecto y de intelecto en el amor. Sin voluntad de comprensión no hay entendimiento.

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