Tu testimonio personal no es el evangelio

El evangelio tiene que ver con Cristo.

25 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 22:20

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Hoy quiero empezar con una pregunta:

¿Qué es el evangelio?

Antes de responder a la pregunta, es importante señalar lo que el evangelio no es.

  • No es que Dios te haya librado de la cocaína.
  • No es que Dios haya restaurado tu familia.
  • No es que Dios te haya dado un montón de paz y alegría.
  • No es que ahora tengas un propósito maravilloso en su vida.
  • No es que sientas el amor de Dios.

En otras palabras, tu testimonio personal no es el evangelio.

No me malinterpretes. No estoy diciendo que es malo compartir nuestros testimonios personales con los incrédulos; pero sí estoy diciendo que el evangelio de Cristo es infinitamente más importante que nuestros testimonios.

Si tenemos que elegir entre la predicación del evangelio y compartir nuestro testimonio, ¡el evangelio siempre tiene que ganar! ¡Sí o sí!

Así que, volviendo a nuestra pregunta inicial: ¿Qué es el evangelio?

El evangelio, según la definición apostólica de la misma en 1 Corintios 15: 3-4, se trata de la muerte expiatoria y resurrección literal de nuestro Salvador Jesucristo. El evangelio se centra en Cristo, no en nosotros.

Es por eso que es tan malo decir una frase que es muy en boga en el mundo evangélico contemporáneo, a saber, “¡Tenemos que vivir el evangelio!” Es una afirmación incorrecta. No podemos vivir el evangelio porque solamente una persona vivió el evangelio, nuestro bendito Rey, Jesucristo.

Lo que sí podemos hacer, sin embargo, es vivir digna de la vocación con la que hemos sido llamados (Efesios 4:1) o vivir de una manera tal como para adornar o embellecer la doctrina de nuestro Dios y Salvador (Tito 2:10), pero sin duda alguna no podemos “vivir el evangelio”.

Los apóstoles nunca nos llaman a hacerlo. Tal concepto habría parecido ridículo a ellos. El evangelio es acerca de Cristo, no se trata de nosotros.

 

Es más importante compartir el evangelio que nuestro testimonio personal.

Ahora un ejemplo de la vida real:

Digamos que estoy hablando con un incrédulo llamado Josh. Le digo, “Josh, estás bajo la ira de Dios porque eres un enemigo del Señor. Sin embargo, la buena noticia es que Cristo ha dado su vida y resucitado por pecadores como tú”.

He predicado el evangelio a Josh. Pero el anuncio apostólico no se detiene allí. El evangelio también emite una llamada a la conversión.

Josh no será salvado por el solo hecho de escuchar el evangelio. Debe haber una llamada a la conversión. “Josh, Dios te llama a poner su fe en el crucificado y resucitado Cristo como tu único medio de salvación; Él está exigiendo que te arrepientas de tu pecado”.

La llamada a la conversión no es el evangelio. Sin embargo, sí forma parte del mensaje cristiano.

Como embajadores de Cristo, hemos de predicar el mensaje del Rey como heraldos fieles: la buena noticia del Hijo de Dios que fue crucificado y resucitado para rebeldes ingratos como nosotros.

Este mensaje es incomparablemente más importante que nuestros testimonios personales.

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