El llamamiento, de Os Guiness

¿Quieres vivir la vida como un viaje? ¿Estás ansioso por conocer el Camino? ¿Deseas de verdad alcanzar la meta de tu búsqueda?

23 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 17:00

Os Guiness, el autor de El Llamamiento, de Andamio, 2017.,
Os Guiness, el autor de El Llamamiento, de Andamio, 2017.

Un fragmento de “El llamamiento” de Os Guinness (Publicaciones Andamio, 2017). Puede saber más sobre el libro aquí.

 

Arthur F. Burns, presidente del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos y embajador en Alemania occidental, era un hombre con una considerable autoridad. De estatura media, distinguido, con cabello plateado y ondulado y una pipa característica, fue asesor económico de numerosos presidentes, desde Dwight D. Eisenhower a Ronald Reagan. Cuando hablaba, su opinión tenía un peso específi co y Washington le prestaba atención.

Arthur Burns también era judío, de modo que allá en la década de 1970, cuando empezó a asistir a un grupo de oración informal de la Casa Blanca para orar y tener comunión, se le concedió un respeto especial. En realidad, nadie sabía cómo hacerle participar en el grupo y, semana tras semana, cuando los asistentes se turnaban para concluir las reuniones con una oración, nadie se lo pedía a Burns, debido a una mezcla de respeto y de reticencia.

Sin embargo, una semana la reunión la llevó un recién llegado que desconocía el estatus especial del que disfrutaba Burns. Cuando acabó la reunión, el recién llegado se volvió hacia Arthur Burns y le pidió que concluyese aquel tiempo con una oración. Algunos de los habituales se miraron entre sí, sorprendidos, preguntándose qué pasaría. Pero sin perder la compostura, Burns tomó la mano de los otros para formar un círculo, y dijo lo siguiente: “Señor, te pido que lleves a los judíos al conocimiento de Jesucristo. Te ruego que lleves a los musulmanes al conocimiento de Jesucristo. Por último, Señor, te pido que lleves a los cristianos al conocimiento de Jesucristo. Amén”.

La oración de Arthur Burns se ha vuelto una leyenda en Washington. No solo sorprendió a los presentes con su estilo directo y refrescante, sino que también subrayó una idea sobre “los cristianos” y el “cristianismo” que es necesario repetir de tanto en tanto. Destaca otro aspecto importante de la verdad del llamamiento: el llamamiento recuerda a los cristianos sin cesar que, lejos de haber llegado a la meta, un cristiano es alguien que, en esta vida, siempre va de camino como “seguidor de Cristo” y seguidor “del Camino”.

Piensa en los términos Cristo, cristiano y cristianismo. ¿Cómo describirías la progresión del primero al segundo para llegar al tercero? Piensa en todas las connotaciones que tiene cada palabra y descubrirás que avanzas en una de dos direcciones: o de lo personal a lo impersonal o de lo fresco y directo a lo institucional, lo ideológico y, con demasiada frecuencia, lo corrupto. Por todos aquellos a quienes atrae Cristo, hay montones de otras personas a quienes “el cristianismo” les aburre o les repele.

 

Portada del libro El llamamiento, de Os Guiness.

Afortunadamente, la mayoría conoce como mínimo a unos cuantos seguidores de Cristo cuyas vidas expresan su espíritu y atraen a personas a él. Pero, tristemente, la historia de la Iglesia general es un relato salpicado de frecuentes alejamientos del patrón de Cristo y de periodos en los que “el cristianismo” era un anuncio declarado del punto de vista que tienen los cristianos sobre el mal, no sobre Cristo.

Los críticos y los enemigos de la Iglesia no son más objetivos ni justos que ningún otro crítico y enemigo. Pero lo preocupante es otro motivo recurrente en sus acusaciones: solo de vez en cuando, y con una rabia especial, se acusa al “cristianismo” de ser demasiado parecido a Cristo; es mucho más frecuente que lo acusen de no asemejarse demasiado a él.

¿Cómo nos protege la verdad del llamamiento de deslizarnos desde Cristo a cristiano a cristianismo? Primero, el llamado, por su propia naturaleza, nos recuerda que solo somos seguidores de Cristo cuando seguimos de verdad a Cristo; en otras palabras, cuando abandonamos todas las otras fidelidades y caminamos tras él, haciendo lo que dice y viviendo como nos pide. El propio Jesús clarificó esta idea a aquellos cuyos actos no encajaban con sus palabras: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?”. Los cristianos que contradicen a Cristo son cristianos que no siguen su llamamiento.

Esta es una idea que suele pasarse por alto: “el Camino” es para viajar. O progresamos, por lenta y tranquilamente que lo hagamos, o no estamos en el Camino. Todo aquello que es puramente teórico, todo lo que son solo buenas intenciones, todo lo meramente estático y asentado, por no decir ya exclusivo, inflexible e hipócrita, no debe aparecer en la vida de aquellos para quien una persona, Jesús, lo es todo, y lo único que importa es el progreso (el del peregrino) hacia él y siguiendo sus pasos.

Segundo, el llamamiento nos recuerda que ser “seguidor del Camino” supone ver la vida como un viaje que, mientras seguimos vivos en este mundo, está incompleto y no se puede evaluar definitivamente. La idea de la vida como un viaje no debería resultar esotérica en nuestro mundo actual. El viaje y el movimiento son temas principales en el siglo XX.

Cada vez hay más personas a las que han desarraigado y han obligado a no sentirse en casa en ninguna parte. Vivimos la era de los exiliados, emigrantes, expatriados, inmigrantes, refugiados, deportados, extranjeros ilegales, extranjeros no deseados, extranjeros residentes, trabajadores emigrantes, trotamundos, vagabundos y “sin techo”. Los viajes de los peregrinos, exploradores, conquistadores y colonizadores del pasado han quedado ensombrecidos por la inquietud de los nómadas contemporáneos y por los vagabundeos de los apátridas modernos.

Pero la mayor dimensión de nuestro sentido del viaje se encuentra a una profundidad aún mayor. Nace de la intuición casi universal de que el viaje es la metáfora más adecuada para la propia vida del ser humano, o al menos que la odisea humana en su punto álgido es una vida que busca propósito, sentido, destino y hogar. La vida humana no es solo una vida en el camino, sino también una vida en busca del hogar.

Para quienes viven la vida como un viaje y entienden la fe como tal, el llamamiento tiene una consecuencia evidente. Nos recuerda que todos estamos en un estadio diferente del camino, y que ninguno de los que estamos vivos hemos llegado al destino. El problema surge cuando olvidamos este hecho y fingimos que la vida es estática, asentada, como si todo fuera cuestión de líneas bien definidas, límites claros, etiquetas precisas y evaluaciones inconmovibles. Así, algunos están dentro y otros fuera; algunos han llegado y otros no.

Sin duda, los que seguimos a Cristo sabemos por qué hemos perdido nuestro hogar originario. Sabemos cuál es el hogar al que nos dirigimos. Y conocemos no solo a quien nos espera allí, que hace del hogar lo que es, sino también a Aquel que nos acompaña en el camino. Pero seguimos realizando un viaje, y somos viajeros de verdad. No vamos errantes, sino que peregrinamos. Hemos descubierto que él es el camino, pero seguimos andando. Nuestra fe es una fe de peregrinos, que contradice en su esencia el lugar y el asentamiento.

Tercero, el llamado nos recuerda que, admitiendo todos los estadios diferentes en que se encuentran las personas, hay muchos más que son seguidores de Jesús y transitan por el Camino de lo que somos conscientes. Olvidar esto e insistir en que todo el mundo sea como nosotros, esté en la misma fase y tenga la misma historia que nosotros, supone ser un fariseo cristiano.

¿Ha cambiado esta situación? ¿Somos salvos por creer en Jesús o por confiar en fórmulas teológicamente correctas de lo que debemos creer sobre él? ¿Hemos de considerar cristianos solamente a los pilares de la ortodoxia portadores del credo? ¿O podemos esperar que algunos de los seguidores de Cristo a los que él ama más sean tan sorprendentes como los sabios de Oriente, la mujer de vida disoluta junto al pozo o el centurión que pertenecía al aborrecible ejército invasor? Hasta a los mejores discípulos, los más avispados, les costó tres años de seguir a Jesús tener una ligera idea de quién era. Y en cuanto lo descubrieron lo malinterpretaron y lo traicionaron. ¿Haremos que el proceso sea más sencillo, más seguro, más rutinario?

¿Quieres vivir la vida como un viaje? ¿Estás ansioso por conocer el Camino? ¿Deseas de verdad alcanzar la meta de tu búsqueda? ¿Anhelas llevar una vida examinada, viajar con quienes siguen los mismos indicadores y asociarte con todos los que desean llegar al mismo hogar? Escucha a Jesús de Nazaret; responde a su llamado.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Fragmentos - El llamamiento, de Os Guiness