Neopaganismo (2)

En su condena del paganismo, los autores cristianos de los primeros siglos llegaron a reprobar incluso a la civilización antigua, porque entendían que su literatura y sus costumbres estaban unidas a sus ideas religiosas.

15 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 09:54

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Señor Director de “Protestante Digital”.

Este es el segundo artículo que le escribo sobre neopaganismo. Como usted conoce, yo soy escritor y periodista. Sé dónde están los límites. Estos artículos míos son realmente ensayos, no artículos periodísticos, pero estimo que en “Protestante Digital”, con dos millones de seguidores, ha de haber de todo. Material para quienes sólo echan una ojeada a la pantalla y material para gente que busca algo más profundo. Pues de profundidades escribo yo.

Permiso, una segunda observación. Soy consciente de que mis trabajos son largos. Es para compensar a usted de aquellos que le escriben poco.

Dicho lo dicho, continúo con el neopaganismo.

 

PAGANISMO FRENTE A CRISTIANISMO

Era natural que una fuerza religiosa viva y pujante como era el Cristianismo primitivo, con una espiritualidad resplandeciente, una estructura doctrinal emanada en parte del Judaísmo monoteísta y una ética con esquemas de comportamiento que superaba a las sociedades de su tiempo, tuviera choques con el paganismo. La figura de un Redentor que muere para librar al hombre de la condenación era inconcebible para el paganismo, que contaba con tantos redentores como dioses y casi tantos dioses como seres humanos. Esto hace decir a Marc Augé que “el paganismo es todo lo contrario del Cristianismo” (1).

Socas, otro autor va más lejos al establecer diferencias entre Cristianismo y paganismo. Este autor dice que para los cristianos primitivos, “el paganismo no es una religión falsa, esto es, hija de unas fabulaciones imaginarias e inocuas. El paganismo toma según ellos su origen en la corrupción o caída que sufrió la humanidad primitiva por culpa de unos ángeles o demonios. De ahí que la magia pagana sea efectiva, que los demonios disfrazados de dioses inspiren a los hombres pensamientos y pasiones que parecen divinos, que haya apariciones evidentes, ensueños premonitorios y oráculos certeros” (2).

Este mismo autor establece un cuadro de pares opuestos entre Cristianismo y paganismo, donde se contraponen las principales creencias de ambas religiones.

El enfrentamiento entre las dos concepciones religiosas fue inmediato. El paganismo era el culto de la Naturaleza, de la materia, de los sentidos. Lleno de horror por estas impuras supersticiones, el Cristianismo primitivo las condenó como obra de demonios. En su condena del paganismo los autores cristianos de los primeros siglos llegaron a reprobar incluso a la civilización antigua, porque entendían que su literatura y sus costumbres estaban unidas a sus ideas religiosas. Se rechazaban hasta las virtudes de los paganos, porque se las consideraba viciadas en su origen. Gregorio de Nacianzo, todavía en el siglo IV, alababa a su madre por no haber dado jamás la mano a una mujer pagana. Se prohibía a los cristianos comer con paganos o realizar con ellos transacciones comerciales. Los matrimonios entre cristianos y paganos estaban prohibidos y condenados. A finales del siglo II, Tertuliano escribía: “¿Cómo podrá servir al cielo la esposa cristiana, teniendo a su lado un esclavo del demonio encargado de retenerla?”. Después de enumerar los obstáculos que la mujer cristiana encontraría en semejante unión, Tertuliano añadía: “Los paganos y los cristianos son extraños en todo, enemigos” (3).

 

MISIÓN DE PABLO A LOS PAGANOS

De los 27 libros que tiene el Nuevo Testamento, dos hacen referencia explícita al paganismo del primer siglo cristiano: el libro de los Hechos, escrito por Lucas y la epístola de Pablo a los romanos. Hay también alusiones en las cartas que Pablo envió a las Iglesias en Corinto, Galacia, Efeso y Colosas. Para una comprensión más natural del tema conviene tener en cuenta que el término “pagano”, al ser revestido de contenido religioso, pasó a significar “no cristiano” o “gentil”. Paganos y gentiles, en el lenguaje del Nuevo Testamento, son una misma cosa y designan a un mismo grupo de personas. Nuestras versiones más conocidas del Nuevo Testamento nos tienen acostumbrados al uso del adjetivo “gentil”.  Otros prefieren el de “pagano”, como ocurre en la Nueva Biblia Española, traducida de los textos originales por jesuitas muy versados en lenguas orientales y publicada en Madrid en 1975 por Ediciones Cristiandad. Escribiéndoles directamente, Pablo les dice que “vosotros, los paganos… no teníais un Mesías, estabais excluidos de la ciudadanía de Israel y erais ajenos a las alianzas, sin esperanza en las promesas ni Dios en el mundo”, aun cuando Dios se les había revelado en la creación cósmica y en la propia conciencia (4).

Pablo fue captado por Jesús mediante la luz de un relámpago y con la rapidez del relámpago comprendió, aceptó y desarrolló un ministerio especial entre el pueblo pagano. Paganos de Grecia y paganos de Roma escucharon de sus labios la nueva doctrina y abandonaron los ídolos. A la vuelta de sus viajes misioneros hablaba con entusiasmo de la conversión de los paganos: “Dios ha abierto a los paganos la puerta de la fe”; “Pablo y Bernabé… atravesaron Fenicia y Samaria, contando a todos los hermanos cómo los paganos se convertían y alegrándolos mucho con la noticia”: “toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron las señales y prodigios que Dios había realizado por su medio entre los paganos”; en Jerusalén, donde los apóstoles se reunieron para escuchar a Pablo, éste “les contó punto por punto lo que Dios había hecho entre los paganos por ministerio suyo”. Y al llegar a Roma, Pablo grita a los judíos en la sinagoga: “Sabed que la salvación de Dios se envía a los paganos; ellos sí escucharán” (5). Como señala Gourgues, la actividad misionera de Pablo se ejerce también entre los judíos, pero “en los balances y los informes presentados al final de los viajes de Pablo, es la conversión de los paganos lo que subraya Lucas como rasgo destacado de estas empresas misioneras”. En cuanto capital de las naciones paganas, Roma representaba los confines del mundo, el límite de la tierra señalado en el programa de Hechos 1:8. El último baluarte pagano conquistado por el Cristianismo (6).

 

NOTAS

1. Marc Augé, “El genio del paganismo”, Muchnik Editores, Barcelona 1982, página 17. Ver también el capítulo 2 en la segunda parte del libro.

2. Francisco Socas, “La conversión de Roma”, Ediciones Clásicas, Madrid 1990, página 65.

3. Para el enfrentamiento entre paganismo y Cristianismo primitivo puede verse el capítulo “El Cristianismo” en la obra de F. Laurent, “Estudios sobre la Historia de la Humanidad”, Madrid 1879, Tomo I, páginas 805 a 1.089.

4. Efesios 2:12 y Romanos 1:18-23.

5. Hechos 14:27; 15:3; 15:21; 21:18-19; 28:28. Todos estos textos están tomados de la “Nueva Biblia Española”.

6. Michel Gourgues, obra citada, páginas 6-7.

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