Las aceitunas de la Biblia

De las aceitunas, los olivos y el aceite existen alrededor de 300 referencias en la Biblia.

09 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 20:40

Foto: Antonio Cruz.,
Foto: Antonio Cruz.

Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce (Santiago 3:12)

Las aceitunas u olivas son los frutos del olivo (Olea europea), de donde se obtiene el aceite. Se trata de un árbol procedente de Grecia y Asia Menor, aunque repartido por casi toda la cuenca mediterránea.

En algunas de estas regiones originales, todavía existen bosques de olivos salvajes o acebuches que producen aceitunas más pequeñas que las de los olivos cultivados. Tales frutos son verdes al principio pero se van volviendo morados hasta alcanzar la madurez, momento en el que son completamente negros.

No suelen comerse crudos ya que poseen fuerte sabor amargo, debido a la presencia de un glucósido denominado oleuropeína que se encuentra también en las hojas. De ahí que las aceitunas deban consumirse después de un proceso de maceración que elimine dicho amargor.

En general, se trata de un alimento muy energético. Una sola aceituna posee unas nueve calorías y contiene elevadas cantidades de omega-3, omega-6, vitaminas A, C y E, que son fácilmente asimilables.

De las aceitunas, los olivos y el aceite existen alrededor de 300 referencias en la Biblia. La recolección se realizaba a mano, vareando o sacudiendo las ramas (Is. 24:13). Después de dicha labor, los judíos debían dejar las aceitunas que no se habían caído del árbol para que las recogieran los menesterosos (Dt. 24:20).

En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago se refiere a estos frutos para hablar acerca de la coherencia en los cristianos (Stg. 3:1-12). Si resulta imposible e inconsecuente que una higuera sea capaz de producir aceitunas o la vid higos, también lo es que un creyente hable mal contra su hermano.

Maldecir a los hombres, máxime si estos profesan también la fe cristiana, es contrario a la voluntad de Dios. La Biblia dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Stg. 2:8) y el Señor Jesús manifestó: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (Mt. 7:16).

De manera que quienes hablan despectivamente y sin amor acerca de sus propios hermanos deben preguntarse si realmente han nacido de nuevo. Por el contrario, los cristianos debemos emplear siempre nuestra lengua para bendecir y no maldecir.

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