El protestantismo según sus congregaciones

Es importante darnos cuenta que nunca la Reforma española ha sido “episodio” ni “salpicadura en la blanca veste de la ortodoxia española” pues duró al menos un siglo.

03 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 08:29

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Resultará excesivamente ingrato revisar los lugares donde los protestantes del siglo XVI tuvieron sus reuniones, pero se hace necesario este paseo histórico dado que la historiografía sobre el protestantismo siempre ha tendido a rebajar los niveles de esa Reforma.

Por otra parte, es importante darnos cuenta, que nunca la Reforma española ha sido “episodio” ni “salpicadura en la blanca veste de la ortodoxia española” pues duró al menos un siglo. Un episodio podría haber sido la revolución de los Comuneros, que también tuvo al frente al obispo de Zamora, Antonio Acuña, y apenas duró un año. José C. Nieto en su obra “El Renacimiento y la otra España” considera que este tema no está cerrado historiográficamente.  Pero aún menos estudiados son los elementos religiosos y sus ideas de libertad no solo política sino religiosa. Muchos autores se han preguntado por lo que hubiese sido España con aquellas ideas políticas, económicas y sociales, pero es lamentable que casi nadie se haya preocupado no solo por un movimiento en busca de la libertad religiosa sino también del éxito de la Reforma en España si esta revolución hubiese triunfado. Sin lugar a dudas Nieto tiene las mismas preocupaciones que nosotros en este capítulo y se atreve a decir que la historia de los comuneros pertenece también a la historia de la Reforma en España.

Consideraremos algunas de estas congregaciones a lo largo del siglo XVI. Es evidente que cada una de ellas tiene diferentes formas, pero el propósito es el mismo. El listado es largo, pero estas podían ser unas muestras.

 

Los conventículos de los alumbrados-protestantes en Pastrana, Escalona, Cifuentes, Toledo, Guadalajara, Madrid, Alcalá, etc. desde 1515 a 1525.

Para muchos historiadores la doctrina de los “alumbrados” es un movimiento espiritual original y autóctono, que logra en poco tiempo reunirse en conventículos (Pastrana, Escalona, Cifuentes, Toledo, Guadalajara, Madrid etc.) unas veces en los castillos de los nobles, otras en los conventos y también en las casas. En Cifuentes los frailes franciscanos Diego Barrera y Antonio Pastrana se convirtieron en portavoces de las nuevas doctrinas. En Pastrana y en la Universidad de Alcalá se establecieron nuevos vínculos, visitando y debatiendo Isabel de la Cruz misma en estos círculos. Por 1523 el ímpetu de las doctrinas iluministas de Isabel recorría todos los rincones de Castilla, poniendo sobre aviso a los inquisidores, especialmente cuando el provincial franciscano Andrés de Écija investigó las enseñanzas de Isabel.  Dice Álvaro Castro :“En un ambiente de furor humanista y en torno al palacio renacentista de los Mendoza, en Guadalajara, se conformará el primer cenáculo importante de los herejes alumbrados, dentro del cual predicará María de Cazalla (1487-153?).

 

Cenáculo de Rodrigo Vivar y Alonso del Castillo 1525 a 1539

El caso de Rodrigo de Bivar es parecido en cuanto que nacido entre el alumbradismo de Isabel de la Cruz, se hará amigo de Eguía “apóstol del iluminismo erasmizante”. “Le gusta congregar en su casa algunos amigos para leer con ellos la Escritura. Cada cual contribuye con sus luces: se lee un texto de Job o del Nuevo Testamento y se cotejan con la Vulgata las versiones y los comentarios de los modernos, en particular de Erasmo, que enriquece “como contrapunto” la melodía de las palabras sagradas”.  (Bataillon, 1995, pág. 212) Según declaración de Alonso del Castillo de 1 de marzo de 1525 “Se juntaban 4 o 5 personas y leían una lectión de Job o del Evangelio y sobre aquella vían la traslación de Sant Jerónimo e a Juan Fabro (Lefevre d’Etaples ?) e a Herasmo que era como contrapunto sobre todo”

 

El cenáculo de Juan de Valdés en Nápoles desde 1530

Del tomo XXI de Reformistas antiguos recogemos un párrafo del ensayo de Usoz: “Después, acogido Juan de Valdés en Nápoles, entregóse, de verás, al estudio, y con todo empeño al de la Biblia, y al mejoramiento intelectual y moral de sí propio: más no de una manera aislada, o pervertida y claustral. Quería, que sus amigos, y luego, si era posible, su Patria, y los cristianos en general; fuesen copartícipes de los frutos que produjesen, tales estudios, y mejoramiento. Llevado de esta idea, frecuentó el trato de los que se conformaban con ella; y estudiaba las palabras de sus conocidos, del modo mismo, que los libros; formando siempre, de todo, los continuos Apuntes, que le parecían. El trato más frecuente, con sus amigos, le tenía en su misma casa, dentro de la antigua Nápoles; o en una Quinta, o Granja, suya, situada hacia Chiaja, o la Mergellina, la cual describe, con melancolía en cierto modo agradable, el desventurado Bonfadio, en su carta al no menos perseguido Carnesecchi. En esa Quinta, recibía Juan de Valdés todos los Domingos, desde por la mañana, a unos cuantos sinceros amigos; y juntos pasaban el entero día, de esta manera: Después de almorzar, y disfrutar un rato del ambiente del jardín, y de la vista gratísima de aquella playa, y azulada llanura del mar, donde, descollando, atraen los ojos Capri, de un lado, la predilecta aislada mansión de Tiberio, i de otro Ischia, y Próchida; volvían a entrar en la casa, donde se leía aquella parte, ó porción de la Biblia, que determinaba Valdés, y discurrían sobre otros puntos que el mismo Valdés señalaba: hasta la hora de comer. Y bien pueden ser las CX Consideraciones, puntos propuestos por él en 110 Domingos” (Usoz y Rio, 1860, pág. XXI).

 

Círculo de Juan de Villafranca de 1541 a 1551

El pensamiento valdesiano se propagó más allá de las fronteras napolitanas gracias principalmente a la predicación de Ochino y Vermeglio. La comunidad de Nápoles después de la muerte de Valdés fue dirigida por Juan de Villafranca, al servicio del virrey español de Nápoles. Característica del grupo era el desarrollo del movimiento espiritual valdesiano al que algunos acusan de antitrinitarismo y cuya comunidad duró hasta 1551, hasta que la Inquisición intervino allí. Sin embargo, el filo-protestantismo sobrevivió durante más de medio siglo, como lo demuestra la lista de unos 150 títulos de libros “heréticos” procedentes de este grupo y hasta 1565. La continuación del movimiento valdesiano por otro español, gentilhombre al servicio del virrey Pedro de Toledo, Juan de Villafranca, demuestra, una vez más, la pujanza del movimiento evangélico español y la enorme influencia en el protestantismo italiano.

 

Círculo anabaptista del abad Leonardo Busal 1534 a 1551

En 1534 nos encontramos con el primer proceso contra un anabaptista y sus seguidores por tener ideas antitrinitarias, propagadas fundamentalmente por Juan de Villafranca, Leonardo Busal y el abogado veneciano Giulio Basalú. En 1562 serían ahogadas estas ideas anabaptistas en la laguna de Venecia y encontrarían una mayor propagación las del protestantismo magisterial o conservador. La primera infiltración anabaptista se había producido ya por 1526, encontrando entre sus seguidores a personas de todas las clases sociales, principalmente entre la clase media y baja. Venecia a mediados del siglo XVI está llena de reformados y no solo de luteranos y calvinistas, sino también de radicales anabaptistas. Era este anabaptismo un movimiento muy diverso donde se habían vinculado la “revolución de campesinos”, estudiantes antitrinitarios Napolitanos y la tradición racionalista de Padua, dirigida por Leonardo Busal, quien uniría las tendencias populares con las más académicas de humanidades. (Pettegree)(Caponetto, 1997)(Gilly, 2005)(Friedmans, 1994) Parece que el movimiento fue tan importante como para organizar en secreto, en septiembre de 1550, en Venecia, una reunión para resolver las disputas teológicas internas. La participación de pastores, obispos y sacerdotes, (según la organización de las iglesias anabaptistas) fue de más de sesenta personas y se prolongó por más de cuarenta días seguidos. A finales de 1551 el movimiento anabaptista sufriría un golpe fatal, al ser denunciado a la Inquisición Romana en Venecia que endureció sus métodos. Los principales anabaptistas de Venecia buscarían refugio en las comunidades de los Hermanos de Bohemia.

 

Los tres círculos de expatriados en los Países Bajos

Al menos tres círculos de protestantes aparecen en los Países Bajos, entre otros círculos de mercaderes que aparecen en los listados de matrimonios en Bruselas. Además del círculo de Bruselas y de Amberes, el de Lovaina es el más conocido y del que presentamos, alrededor de Pedro Jiménez, una buena lista de nombres.

 

Las congregaciones luteranas que denuncia Diego Hernández en 1533

El Edicto de 1525 ya dejaba al descubierto, en tres de sus artículos, las doctrinas luteranas que debían ser tenidas en cuenta para procesar por herejía. Diego Hernández, en cinco folios, hace una relación de los nombres que presumiblemente tenían reuniones en sus casas y querían permanecer en la “secta de Leutero” aunque les persiguiesen. Por esta relación que titula “Cohors sive factio lutheranorum” podemos entender que los grupos más importantes están en Guadalajara, Burgos, Toledo, Cuenca, Palencia y Alcalá de Henares, representando quizás el evangelismo más de vanguardia en España. El detonante de esta primera persecución inquisitorial fue el caso del sacerdote vizcaíno Juan López de Celaín quien murió en la hoguera. Celaín había estado predicando por Granada y repartiendo limosnas que Diego de Eguía, de abundante fortuna, le había dispuesto. Así pues, una de las primeras zonas evangelizadas o con propósito evangelizador por la nueva doctrina, podría decirse que fue la recién conquistada Granada.

En segundo lugar, aparecen los canónigos de Palencia y uno de los Diegos de Burgos, Vergara y Tovar en Alcalá y una lista de 70 personas por ese tiempo ligadas a Castilla, pero muchos de ellos moviéndose por Europa. Podríamos decir que eran congregaciones circunstanciales en su mayoría, pero con un claro propósito de “edificar iglesia” y “extender y glorificar a Dios” que dirá Juan del Castillo.

 

Circulo de Tudela en 1580

Habiendo rebasado el espacio concedido por la revista, solo hacer hincapié que, en 1580, destaca un hombre que posiblemente fue el mayor introductor de libros en España y que hasta esta fecha la Inquisición no lo procesó. Sobresale este círculo de Tudela con la figura principal de Francisco de Atondo, abogado del reino. Se descubrió que, en los años 1550, mientras estudiaba con Jacob Bucero en París y Toulouse, Atondo había conocido al luterano sevillano Julián Hernández, para el cual había traído, varias veces, cartas a la Península Ibérica. Después de la ejecución de Hernández, Atondo había continuado trayendo y llevando cartas, a la vez que se había ocupado de la importación de libros prohibidos que con habilidad introducía en España.

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