La mirada más libre, más amplia, más serena

Tengas la edad que tengas, nunca dejes de caminar al lado de tu Dios, jamás dejes de soñar.

29 DE OCTUBRE DE 2017 · 11:30

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“Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”

                 Ingmar Bergman

Don Gold amaba y admiraba muchísimo a su abuela, el recuerdo y la huella profunda que ella dejó en su vida lo marcaron profundamente; así que, un día decidió acercarse a los ancianos y hacer una serie de entrevistas. De ahí nació su libro, “Until the singing stop; A celebration of life and old age in America” ( Hasta que cese el canto; Un elogio a la vida y a la ancianidad en Norteamérica).

El propio autor comenta que mientras se dirigía a una de sus entrevistas, se perdió por un camino un tanto polvoriento y rural de Missouri. Después de dar muchas vueltas para encontrar el camino, hizo algo que no es demasiado común entre los hombres, se paró en una granja para pedir ayuda. Entonces un joven se le acercó, le escuchó, se encogió de hombros, y “mas ancho que un ocho” le contestó, “no sé”. Ya un tanto desesperado, y después de recorrer unos cuantos kilómetros más, volvió a intentarlo en otra granja. Esta vez le salió al encuentro un hombre anciano, quien con mucha bondad y cariño le indicó amablemente el camino a seguir.

Imagino que Dan, tuvo que detenerse, recordar, y reflexionar más que mucho sobre lo que estaba investigando, y volvió con mucha fuerza la razón por la que su abuela le había animado a encontrar personas como ella, personas que le ayudaran a encontrar el camino correcto en la vida.

Cuando somos muy jóvenes, tal como escribió Bergman, escalamos la montaña de la vida con tanta ligereza, rapidez, silbando o cantando por el camino…. Cuando comienzan a pasar los años, el “caminar” es más lento; pero también maravilloso. Siguiendo con esa preciosa frase, todo se convierte en más libre, más amplio, más sereno…

¡La juventud es preciosa! Todos recordamos con nostalgia y añoranza, hasta nuestras “meteduras de pata”. Pero hay jóvenes, y jóvenes.

Dice la Escritura algo delicioso:

 “La gloria de los jóvenes es su fuerza,

Y la hermosura de los ancianos es su vejez”

                Proverbios 20: 29

Y aquí entramos en unas palabras bíblicas que a muchos les pueden molestar un poquito. ¡Por supuesto que hay muchas cosas, terminología, semántica, y muchos otros factores que han cambiado! A nadie se le ocurre mirar a una persona de cuarenta y tantos años y decir que es “vieja” incluso podemos subir la cifra de edad…. Sólo pueden pensar esto los que son muy jóvenes. Pero la realidad es que los años pasan. Y pueden suceder dos cosas:

Dependiendo de muchos factores tales como la genética, la salud, los cuidados, el lugar en el que vivamos…Todo este tema es un tanto relativo, y depende mucho del prisma desde donde se mire; Aunque hay una realidad que no podemos obviar, los años van pasando, pero podemos enfrentarnos al tema de dos maneras muy distintas:

- La primera es mirar para otro lado como si no pasara nada, vivir la vida sin pensar en nada más, no madurar, no aprender de la vida y de las experiencias, seguir siendo absurdos y atrevidos. No sólo no cambiar en lo más mínimo; sino empeorar paso a paso.

- La otra opción, para mí mucho más preciosa y acertada, es mirar bien el camino que transitamos, aprender madurez y sabiduría por el camino, corregir cada uno de nuestros errores, y llegar a ser ese tipo de personas maduras, a las que todo el mundo se quiere acercar, amar, preguntar, querer saber, imitar… Hay un gran secreto en esto, y es el caminar o no al lado de Dios.

¿Recordáis la historia de Caleb? ¡Me encanta! Cuando llega el pueblo de Israel al borde de Canaán, Moisés envía a unos cuantos hombres a inspeccionar la tierra. Sólo dos, Josué y Caleb, vinieron trayendo las mejores noticias, ¡Sí, era una tierra llena de gigantes y de peligros! Pero llena de maravillas, y confiaban en su Dios, mucho más grande que cualquier gigante

El resto de los espías vinieron muertos de miedo. Sé que conocéis bien el final de la historia. Dios premió la absoluta confianza y obediencia de aquellos dos hombres. Pero quiero fijarme por un momento en Caleb. Su nombre significa en Hebreo “perro”, pero en el sentido de obediencia ciega, fiel, y leal a su amo, el Señor; y así lo demostró toda su vida.

Cuando Caleb tenía 85 años, es decir, 45 más que cuando había acompañado a Josué, dice la Escritura que como sus días era su fortaleza, pero había un secreto maravilloso en él, siempre fue un hombre que soñó, lo hizo con 40 años, y lo hizo con 85. Eso, junto con su caminar diario muy cerca de Dios, hace que se vuelva a enfrentar después de muchos años a retos impresionantes.

Dios espera que sus hijos se atrevan a decir, ¡Señor deme este reto, dame este monte yo me hago cargo de aquel ministerio, yo le entro con ganas, yo confío en ti tal como lo hice en mi juventud! La verdad más absoluta, es que si nosotros hacemos nuestra parte, Dios hará el resto.

Claro que los años jóvenes son preciosos, los de la madurez serenos y deliciosos. Pero incluso los de la vejez de alguien como Caleb, son maravillosos. El secreto no es sólo soñar; sino que nuestra oración diaria sean las palabras del Salmo 90: 12…

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,

Que traigamos al corazón sabiduría”.

Esas dos cosas nos harán mantenernos en la brecha con fortaleza, con gozo y con poder de lo alto.

¿Estás dispuesto a ser ejemplo para otros en fidelidad a toda prueba, en fortaleza espiritual que nunca mengua por nada ni por nadie, y en fe llena de tal poder, que sea capaz de derrotar gigantes una y otra vez, y conquistar tanto la tierra prometida cómo aquella región montañosa llena de gigantes? 

- ¡El joven David, derrotó a un gigante!

- ¡El anciano Caleb, derrotó a toda una tribu de gigantes!

Tengas la edad que tengas, nunca dejes de caminar al lado de tu Dios, jamás dejes de soñar. Y, no sólo podrás ver los sueños que Dios tiene para ti cumplidos; sino que podrás ser de la más profunda bendición para todos los que te rodean.

Te dejo una preciosa canción que siempre toca mi corazón de un modo muy especial. Es Jesús Adrián Romero y Daniel Santoy cantando…. ¡DAME ESE MONTE!

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