Aspectos singulares de la Reforma Protestante en España

La Reforma en España del siglo XVI fue aristocrática y de muchas personas con gran nivel intelectual.

13 DE OCTUBRE DE 2017 · 08:32

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Nadie puede imaginar el sobresalto que el autor de este artículo sintió al llegar a un Congreso sobre la Reforma y escuchar que la Reforma protestante española fue un incidente pasajero cortado de raíz por la inquisición. Evidentemente esto dicho más finamente y envuelto en expresiones minimizadoras de la Reforma española, no parecía resultar ofensivo y hasta daba un aire de intelectualidad: Que, si no eran luteranos, sino que poseían un cierto sabor agustiniano; que, si eran erasmistas, irenistas, alumbrados, etc. etc., pero que no eran protestantes. Me presentaba en aquel Congreso con dos tomos de 800 páginas cada uno y cinco años estudiando el siglo XVI y derramaba lágrimas de dolor sobre tantos mártires de la Reforma española mientras hacía notar en mis libros que solo hacía referencia a los protestantes españoles, excluyendo a los extranjeros para evitar se considerase una Reforma de extranjeros. Werner Thomas había considerado que el número de españoles procesados estaría en torno a 500, mientras yo hacía referencia de más de 1500 españoles reformados que por su nobleza y costumbres arrastraban tras de su persona mucha servidumbre creyente para su causa. La exclusión de los extranjeros estaba motivada porque muchos historiadores de prestigio siguiendo a Menéndez Pelayo, además de considerar la Reforma “episodio” sin importancia, niegan la importancia de los hombres de la Reforma. Así hacía constar Menéndez Bejarano considerando al protestantismo de la Reforma “salpicaduras que no respetaron la blanca veste de la ortodoxia hispánica”. También Ortega y Gasset dice que no hubo ningún protestante importante que quemar. Que solo Servet fue un hombre destacable, pero lo quemó Calvino. Sin embargo, aunque no lo quieran reconocer, la Reforma en España, no solo son cenizas que el viento las lleva, sino que las huellas de muchos reformadores y reformados han quedado impresas en muchos lugares de la cultura y la piedad. Por eso no pueden dejar de reconocer los estudiosos del tema que la Reforma en España del siglo XVI fue aristocrática y de muchas personas con gran nivel intelectual. Solo hay que buscarlas y nosotros las hemos reflejado en estos dos tomos (i) que solo muestran algunos de los procesados.

Sin lugar a dudas, mucha de la no escasa producción literaria es desconocida y menos aún investigada, pero como veremos, representa el impulso renovador más importante de la historia espiritual de España. La relevancia de la literatura de los evangélicos españoles, puede considerarse cuando menos a la altura del Renacimiento europeo y estar en el centro del Siglo de Oro español. La espiritualidad de los protestantes españoles llamaba la atención a los inquisidores. En los márgenes de las obras expurgadas o de la simple correspondencia que se les encontraba, se anotaban frases como “este hablar muy a lo espiritual es luterano” y muy a renglón seguido se hallaba otro punto fundamental de esta piedad evangélica que era el hablar de las cosas de Dios al margen de la iglesia. Como expresará Juan López de Celaín, (luterano quemado en 1530) en carta al Almirante de Castilla, estaba todo dispuesto para la “reformación de la verdadera cristiandad”.

Ya va siendo oportuno rescatar para la “ciencia española” la idea perversa de Menéndez y Pelayo cuando afirmaba que la Inquisición no quemó personas evangélicas de gran relieve. Decía:

“Protestantes: Ni uno sólo de los que algo valieron fue chamuscado por la Inquisición. Juan de Valdés murió tranquilo y sosegado en Nápoles. A Servet le tostó Calvino. El doctor Constantino Ponce de la Fuente murió en las cárceles, y lo que quemaron fue su estatua. Juan Pérez, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, etc., anduvieron casi toda su vida por el extranjero. Ninguno de ellos era un sabio del otro jueves. Total, de sabios protestantes quemados, cero.”

Le seguiría Ortega y Gasset con parecida expresión:

“La característica de España no es que en ella la Inquisición quemase a los heterodoxos, sino que no hubiera ningún heterodoxo importante que quemar. Cuando ha habido alguno se iba fuera, como Servet y era fuera donde lo quemaban”.

Frase maliciosa y falsa pues las hogueras de la Inquisición no se encendieron en España para iluminar, sino para apagar el fulgor y las inquietudes de muchos hombres de ingenio de la modernidad que tuvieron que huir. La hoguera de Servet no puede ocultar el bosque de hogueras que durante más de tres siglos dejaron a España en la más lamentable ruina moral, espiritual, política y económica.

Tellechea deja reconocido, que el protestantismo llegó pronto a España y fue perseguido desde el principio, muy especialmente a partir de la Dieta de Works, como así lo habían demostrado Ángela Selke, Augustin Redondo y Longhurst.  Es necesario aclarar que, si la Reforma alemana y suiza fue larga y lenta, la Reforma en España eclosionó en muy pocos años hacia proposiciones claramente “heréticas” o luteranas al margen de que   los inquisidores, sus intérpretes y perseguidores, difuminasen la herejía y la fraccionasen convenientemente durante los cuarenta años primeros del siglo. Así mismo debemos reconocer y no dejar en el olvido a la sociedad formada por el mundo de los conversos de judíos, predominante en las instituciones españolas, que al irse integrando estos en la sociedad cristiana, abrazaron sin embargo un tipo de espiritualidad más evangélica y con arreglo a las corrientes de la Reforma. Por esta causa la Inquisición en unos casos apartó su mirada y consideró a los procesados como seguidores de la “herejía” de Mella en Durango y en otros casos hacia el Maestro Oria, los begardos, albigenses u otros spirituali. En estos años primeros del siglo XVI se presentía y se reconocía la “herejía” pero no se quería hacer visible, disfrazándola de expresiones tales como “palabras malsonantes”, “escandalosas” “sabor a herejía” y en los casos más evidentes se declaraba como “herejía luterana” a partir del Edicto de 1525.  

NUEVA HISTORIOGRAFÍA REVISIONISTA
La incomprensión del protestantismo del siglo XVI se ha manifestado de diversas maneras historiográficas que en ocasiones han rayado en la injuria. Sin embargo, resulta más doloroso contemplar que, autores actuales, hagan revisiones históricas tan mezquinas como lo hace Henry Kamen. Así reduce y explica el protestantismo este autor:

“Había, por   supuesto, algunos herejes convencidos entre ellos el noble Centelles, quemado en Valencia en 1564 y fray Cristóbal de Morales, quemado en Granada en 1571, pero menos de una decena de españoles fueron condenados a la hoguera por luteranos al final de la centuria fuera de los casos de Valladolid y Sevilla. Otros como fray Pedro de Orellana, que estaba algo chiflado y pasó veintiocho años en las cárceles del Santo Oficio fueron detenidos por infracciones que comprendían la sospecha de “luteranismo”, pero sin que pudiera hallarse en ellos creencia luterana alguna”.

¿Se puede vilipendiar y rebajar al protestantismo español de otra manera más sórdida, como lo hace Kamen, al resumirlo en cuatro líneas? ¿Cómo es que toda la lírica del siglo XVI descansa en las estrofas “a lo divino “de este desdichado luterano, Pedro de Orellana, al que llama Kamen “chiflado”?  ¿Es que veintiocho años de cárcel podían dejar a un ser humano razonable y moderado? Pero, sobre todo, usa Kamen el recurso de la estadística para decir que no fueron quemados muchos. Indudablemente por estas fechas de finales de siglo, no se quemaba a casi nadie porque no era necesario dar escarmientos. La Inquisición poco a poco había ido controlando y modelando la sociedad, de tal manera, que las delaciones se hacían constantemente por miedo, formalismo o envidia, sin necesidad de indagaciones in situ de los inquisidores.

Los primeros historiadores de los protestantes españoles resaltaban la necesidad de reformas haciendo hincapié y cargando las tintas en los abusos cometidos por la jerarquía de la Iglesia, la relajación de costumbres, el olvido de las cuestiones teológicas y el desconocimiento de la Biblia, el desprestigio del papa, la huida de los valores en una sociedad enloquecida, etc. Adolfo de Castro y Menéndez y Pelayo sostienen, con infinidad de ejemplos, la gravedad de la situación religiosa. Castro cita el documento de Fray Prudencio de Sandoval dirigido “a los obispos y prelados y gobernadores y eclesiásticos y a los caballeros e hidalgos y a la muy noble universidad de España”. Este documento, que se lee integro en la referida historia, habla largamente de los desórdenes que en toda suerte de personas se veían en España, y acaba en censurar a los eclesiásticos de su siglo, pidiendo con graves y apretadas razones el remedio de tantos males que amenazaban derrocar para siempre el vigor de esta vasta monarquía. (Castro A. d., 1851, pág.27).

La nueva historiografía revisionista, informa de lo contrario, haciendo ver que, en España, la iglesia española apenas sufrió desprestigio. El éxito que las nuevas ideas tenían en Europa, notorios motivos para arrastrar al pueblo y convencerlo de la necesidad de un cambio, “en España esto no podía suceder porque la monarquía mantenía todos los principios políticos basados en la Antigüedad tardía, por lo que ni Carlos V, ni Felipe II, podían consentir que se atacase a su particular comprensión de la realidad política, cuyo elemento esencial era la Iglesia católica con el Papa a la cabeza”.

Esta visión, aunque no deja de tener elementos de verdad, distorsiona la realidad de la necesidad de la Reforma en España y los motivos por los cuales hubiese sido mayor aún que la alemana u holandesa si consideramos el factor de los conversos de judíos fundamentalmente. Creemos que Kamen presenta una realidad diferente a como la presentan los reformistas antiguos españoles (Valera, Juan Pérez, del Corro o Reinaldo González Montes) en sus escritos, sino que dulcifica hechos que no son ciertos. Cuando dice que, en cuarenta años, después del nacimiento de la Reforma en Alemania, España parecía inmune a ella, ignora la actividad inquisitorial con la herejía de Mella, Pedro de Osma, o con los Iluministas, erasmistas y luteranos españoles. Dice Kamen:

“En España, a diferencia de otras naciones occidentales, brillaba por su ausencia la represión religiosa, lo cual creaba un clima de refrescante libertad. “Lo interpretábamos todo libremente”, comentaba un sacerdote. “En aquellos días no había necesidad de sospechar de nadie”.

Estas frases, de un reconocido historiador de la Inquisición, me han sorprendido. ¿Acaso desearía Kamen un auto de fe todas las semanas? ¿Es que solo el martirio era la única posibilidad en España de manifestar la fe? La tesis de Kamen es preventiva. Si Felipe II actuó con contundencia contra los protestantes era para que no se matasen entre sí como en Francia y su apoyo inquebrantable a la Inquisición para que las matanzas no fueran como en Inglaterra o los Países Bajos. Un razonamiento demasiado débil para hechos completamente distintos.

Esta forma de ver de Kamen plantea un problema historiográfico que tiene que ver con el Evangelio y la Espada o como lo expresó la iglesia primitiva, si “la sangre de los mártires es semilla de la iglesia”. Se plantea el dilema de si la resistencia con la espada como lo hicieron los albigenses, los bohemios, los protestantes franceses, ha dado el resultado de perecer por ella en humillante derrota. Por otra parte, quienes sus armas han sido “la sangre del Cordero” y su testimonio hasta el martirio, son los que han triunfado, dirá Andrés Fuller en Patriotismo Cristiano. Sin embargo, no todos los casos han sido iguales y solo Dios sabe el porqué de esos triunfos o derrotas. Por ejemplo, los albigenses que lucharon y resistieron fueron exterminados, mientras que españoles e italianos sin luchar tuvieron ese fin. Las guerras defensivas de protestantes en Alemania, Suiza, Escocia y los Países Bajos tuvieron éxito, mientras los protestantes franceses levantados en armas, mientras estaban con la espada en la mano no fueron exterminados y si lo serán cuando permanecieron amparados por edictos y podían manifestar su fe públicamente. Los valdenses y bohemios que lucharon y han defendido sus vidas, han permanecido. Sin embargo, tampoco podemos decir que los mártires españoles han dado la vida en vano ya que su testimonio traspasó fronteras y ha llegado hasta nosotros. Así pues, queda claro que diferentes actuaciones frente al martirio de los santos han dado resultados desiguales.

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(i) Los protestantes y la espiritualidad evangélica en la España del siglo XVI. Manuel de León de la Vega. Premio Literario Samuel Vila 2012. Edición agotada. Puede bajarse aquí

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