Cantar de Cantares, más allá del erotismo

Si en este libro hay una sabiduría divina, debería ayudarnos, a los que creemos, a andar dentro de nosotros mismos, descendiendo a los estratos más profundos del corazón.

08 DE OCTUBRE DE 2017 · 06:10

Foto: Mahkeo Unsplash.,
Foto: Mahkeo Unsplash.

Como vimos en capítulos anteriores, en el lenguaje de la Biblia el amor humano verdadero se designa con el verbo fileo, amor que conlleva amistad, respeto y consideración.

Este amor lleva a considerar al ser amado como un amigo entrañable, que se fusiona empáticamente con el otro, con el enfrente, como si fuera uno mismo. Declara la Biblia: “el que ama a su mujer a sí mismo se ama” (Efe. 5:28).

El Cantar de los Cantares no es un tratado de erotismo, pero incluye las relaciones más privadas que se pueden dar en la esfera de la intimidad del ser.

Salomón en las tres obras que forman parte del Canon vetero-testamentario (Proverbios, Eclesiastés y Cantares), imparte enseñanzas extraordinarias sobre la esfera de la intimidad del hombre (varón/mujer) y San Juan de la Cruz, en el contexto de la edificación del creyente y de la Iglesia, escribía: “hay que aprender a andar dentro de uno mismo”

Es decir, que si en este libro hay una sabiduría divina, y yo pienso que la hay, debería ayudarnos, a los que creemos, a andar dentro de nosotros mismos, descendiendo hacia los estratos más profundos de nuestro corazón.

Digamos, que respecto a la Revelación de Dios, hay distintos niveles de sabiduría que sólo podemos percibir si tenemos los órganos de los sentidos (espiritualmente hablando) ejercitados para ello. Más adelante veremos que la Biblia confirma esta aseveración.

Cuando la Palabra de Dios nos aburre, cuando no soportamos los estudios bíblicos serios y enjundiosos, cuando sólo gustamos de fábulas superficiales e intrascendentes, algo funciona mal en nuestra interioridad (2ª Tim 4:3-4).

Podemos llevar muchos años de creyentes y permanecer estancados en un estadio elemental de nuestro desarrollo espiritual; es decir, deviniéndonos existencial y espiritualmente como niños en Cristo; necesitando la leche espiritual no adulterada (1ª Ped. 2:2).

Y en este punto me gustaría hacer un inciso, ya que el texto en el que va insertada esta frase, en la mayoría de las versiones, está mal traducido. La traducción correcta sería: “la leche no adulterada de la Palabra”, que nada tiene que ver con los niños en Cristo que no han desarrollado su salvación, con temor y temblor, por falta de una verdadera introyección de la Revelación divina.

Para crecer en el Señor, no es suficiente con funcionar de una forma religiosa- burguesa (mundo occidental); ni con asistir a las ceremonias religiosas los domingos. Se necesita algo más profundo y serio que escuchar “ministerios de la Palabra intrascendentes”, obsoletos y superficiales.

Hace años, en España, las personas que pertenecían al campo evangélico o protestante, por muy sencillos que fuesen, conocían las Escrituras y eran capaces de dar razón de su Fe cuando se les demandaba.

Pero ya hace varias décadas que esta realidad está cambiando; hoy en el mundo evangélico se funciona más por tradición que por conocimiento de la Palabra.

Por el contrario, aumenta el conocimiento de la Revelación de Dios en aquellas personas que denominamos como pertenecientes al mundo –en el sentido peyorativo– desde el punto de vista bíblico.

Los mejores teólogos y maestros en el mundo occidental se encuentran en el ámbito del catolicismo romano. En muchas parroquias católicas los miembros de iglesias locales se reúnen por las casas para estudiar la Biblia con el deseo de mantener su testimonio y mejorar su relación con Dios.

Despreciamos la literatura seria y ortodoxa que se ofrece en librerías seculares o religiosas no evangélicas y recibimos entusiasmados la literatura mediocre, vulgar y ultra conservadora que se ofrece en muchos ámbitos del protestantismo español.

Resultado de todo esto es que en muchos de nuestros medios se predica otro Evangelio y otro Jesús.

El Evangelio de la Gracia Cara, como lo denominaba el gran teólogo y pastor Dietrich Bonhoeffer (asesinado vilmente por el Nazismo), ha sido suplantado por el evangelio de la Gracia Barata. Como decía el teólogo alemán, éste último supone la muerte de nuestras Iglesias.

Esta aseveración, Bonhoeffer la realiza teniendo en cuenta nuestra actitud ante el llamado Sermón de la Montaña: si lo desechamos, o si lo asumimos en nuestro devenir existencial como cristianos, para intentar plasmarlo en la praxis de nuestra vida.

Hoy se pretende llegar a las personas por medios sensoriales, a través de los órganos de los sentidos, y se ha olvidado aquella afirmación tan clara y tajante de que agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la Predicación (1ª Cor. 1:21).

Cuarenta minutos para cantar y quince para el ministerio de la Palabra es una demostración, más que evidente, de hasta donde ha llegado nuestra decadencia. Sin conocer, estudiar y profundizar en la Palabra de Dios, no podremos desarrollar (Gr- trabajar) nuestra Salvación con temor y temblor (Fil. 2:12)

Es importante tener bien claro, que los creyentes que tienen una concepción de la salvación por la fe, no se encuentran sólo dentro del campo evangélico. ¿Es que yo no puedo aprender de Erasmo de Rótterdam porque nunca rompió con la Iglesia de Roma?

Sería un error muy grave. Habrá determinadas cuestiones en que no piense como él, pero en otros aspectos y pensamientos sí que puede ser un maestro para mí. ¿Hay que despreciar la vida, pensamiento y ética del autor de La Utopía, Tomás Moro, porque nuestros planteamientos teológicos no coincidan en todo con los suyos? Craso error si así se hiciera. Hay que tener una mentalidad abierta a la Verdad, venga de donde venga.

En relación con el Cantar de los Cantares y la relación del hombre con Dios, San Juan de la Cruz hizo una afirmación muy profunda e interesante: “Dios está escondido en el alma”

Yo, como psiquiatra creyente, expresaría esta idea con otras palabras, hablaría de “la presencia ignorada de Dios”. El eminente psiquiatra y psicoanalista judío-norteamericano, Víctor Frankl, escribió un libro con este mismo título.

En mi opinión, y a la luz de las investigaciones científicas sobre la esfera inconsciente de nuestra mente y las enseñanzas bíblicas que la Revelación de Dios nos proporciona, podemos atrevernos a afirmar que en el fondo de la esfera de nuestra intimidad, anímico-pneumática, existe una imagen de Dios reprimida.

Por consiguiente la conversión de una persona consistiría en hacer consciente lo inconsciente; cuando la Imago Dei reprimida por la desestructuración amártica (lo que se conoce como caída edénica o entrada del pecado en el mundo por un hombre) ascienda al YO, se toma conciencia de Dios, pero no sólo porque pensemos que está fuera de nosotros, sino porque su imagen reside en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser.

Como dijo Dietrich Bonhoeffer refiriéndose a la relación del alma con Dios: “Dios está ahí (en el alma), y más allá de ella”.

Cuando una persona se convierte, emerge desde las partes más profundas de la esfera de su intimidad el testimonio eidético que Dios ha esculpido en el estrato más profundo de su corazón.

Aquello que existe subliminalmente, por debajo de su conciencia (o consciencia), esa Imagen reprimida de Dios, como explica el libro de Romanos en su capítulo uno (Rom. 1:18, donde el término detienen debe de ser traducido por reprimen), asciende a su YO, a su conciencia, y ese ascenso que sólo Dios conoce en su esencia más pristina, hace posible que el ser humano tome plena conciencia de la deidad.

En este sentido, el libro de Cantar de los Cantares nos aportaría la posibilidad de adquirir una conciencia más clara de la misma realidad del Ser Trascendente en la esfera de la intimidad del hombre.

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