Los bigotes del cadáver

Aun para muchos que confiesan creer, Dios no es otra cosa que un personaje lejísimo.

01 DE OCTUBRE DE 2017 · 12:25

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Decía el forense que embalsamó a Dalí, que la orden de exhumación del mítico pintor para hacer la prueba de paternidad era tanto una locura como un “surrealismo” que haría enorgullecerse al muerto Dalí, pues aún a su muerte le sigue el absurdo, tanto que el pintor de Figueres era repetitivo en su disparatado slogan: “lo importante es que se hable” y el buen Subdirector del Instituto de Medicina Legal de Girona, Doctor Narcís BARDELET, dando algunos detalles de la extracción de una muestra de ADN, es decir, del ácido “desoxirribonucleico” del célebre cadáver, que en vida le gustaba repetir con chirriante voz; que de la cara del muerto no se pudo hacer una máscara, ya que había el peligro de cargarse los fantásticos bigotes, máxime cuando suele ser un hecho de que a algunos muertos varones, las barbas les siguen saliendo aún horas después de que todo signo de vida haya concluido. El corazón no late ya; el cerebro ha perdido toda actividad. Pero la barba, los bigotes tercos siguen creciendo. Es lo que los forenses científicos llaman “inercia vital”.

Si comienzo este “Desde el Corazón” con tan tanatológica ilustración no es por originalidad, es porque ésta es una oportuna imagen de lo que ocurre en no pocas esferas del mundo religioso; ha desaparecido en ellas toda forma genuina de fe y vida, pero las prácticas religiosas o ciertas formas paralelas siguen brotando. Como las barbas de los cadáveres. Y me creo en la obligación de mencionar este hecho, porque desgraciadamente abundan los ingenuos que confunden la vida con esa “inercia vital” que hace que ciertos hábitos religiosos sigan existiendo sin que los motores del corazón y la mente funcionen ya.

Ya desde el 2016 me impresionaron unas estadísticas hechas por el CIS (Centro de Investigaciones Sociales, dependientes del Gobierno). Y aunque soy un tanto escéptico al valor de las encuestas como “criterio de verdad” no dejo de reconocer el valor sociológico que tiene todo sondeo a la hora de conocer la realidad que nos rodea. Con facilidad se ha dicho: “España es Católica”; “Inglaterra Protestante” y “Rusia atea”; pero, te pones a investigar y descubres lo que piensan los españoles, los ingleses y los rusos, y asumes que las cosas no son así, como los tópicos religiosos proclaman.

En febrero del 2016 un 70,2% de la población de España se consideraba católica. Sin embargo, la población española es actualmente poco practicante en su conjunto: según el mismo estudio, el 61% de quienes se autodefinen como creyentes, dicen no ir a misa o a otros oficios religiosos, casi nunca, el 13,9% dice ir varias veces al año, mientras el 12,1% dice acudir a oficios religiosos casi todos los domingos y días festivos y apenas un 1,9% dice que va varias veces por semana. De la gente joven de entre los 18 y 24 años, sólo un 48% dice ser católico, mientras que un 47,1% reconoce no plantearse cuestiones religiosas, ser no creyente o ateo.

Un estudio de la empresa gallega Obradoiro de Socioloxia, realizado entre septiembre y diciembre de 2015, mostró la siguiente situación de la religión en España: católicos practicantes 29,2%, católicos no practicantes 51,3%, no creyentes 8,9%, ateos 7,6%, creyentes de otras religiones 2,1%. Existen también minorías protestantes cuyo número se ha incrementado recientemente debido a la inmigración (suman alrededor del 2,4% de la población), pero con declaraciones en este 2017 que los Evangélicos están creciendo como número de creyentes y nuevos locales de culto, más que otros grupos religiosos.

Pero “Desde mi Corazón” la preocupación sigue aumentando si pensamos que, aun para muchos que confiesan creer, Dios no es otra cosa que un personaje lejísimo. Que sólo se acuerdan de Él cuando atraviesan grandes dificultades. Para muchos, por lo que se ve, Dios es sólo un fontanero a quien se le llama cuando las cañerías están atascadas. Y las cosas se complican si acudimos a contemplar la práctica cristiana de gratitud al Creador por todo de lo que disponemos. Del compromiso de servir y comprometernos en hacer un mundo mejor.

Practicamos todo un mundo de deportes y actividades de ocio y placer, de relaciones sociales, de pluriempleos para ganar al máximo, para disfrutar al máximo; pero no tenemos tiempo para la oración, ni para compartir el Evangelio de Cristo, ni para ocuparnos de otros, que no sea de nosotros mismos.

Nos creemos que todo instinto debe ser satisfecho, prescindiendo de que ello vaya o no vaya con la justa razón y la ley divina. Las creencias sobre el bien y el mal, cambian como las veletas al viento, que los políticos hacen leyes inmorales que destruyen la familia, lo natural y la vida interior. Identificamos el dinero con el placer y gastamos mucho del primero para conseguir mucho del segundo; y para vencer la soledad recurrimos a la comunicación con otros, mediante fiestas, clubs, reuniones y distracciones colectivas; volviendo de todas ellas más solitarios que antes, creyendo como SARTRE que: “el infierno son los demás” y así viven muchos, creciéndoles por “inercia vital” la barba y los bigotes como a los muertos, pero son sólo eso: físicamente vivos espiritualmente cadáveres.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Los bigotes del cadáver