El protestantismo en la Universidad de Alcalá

En el movimiento de Alcalá confluyen tres corrientes de la Reforma protestante española: alumbradismo, erasmismo y luteranismo.

28 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 12:00

Alcalá de Henares - Colegio Mayor de San Idelfonso / Zarateman (trabajo propio - CC0 / wikipedia),
Alcalá de Henares - Colegio Mayor de San Idelfonso / Zarateman (trabajo propio - CC0 / wikipedia)

Amigos y simpatizantes de la Reforma,

Permitidme comenzar recordando al gran bibliófilo que fue Don Audelino González Villa, gran propagador del Evangelio y veterinario de León. Todas estas joyas expuestas en la biblioteca de la Universidad, biblia de Ferrara, del Oso y del cántaro, nuevo Testamento de Enzinas y Pineda ya las había, visto, palpado y olido en su casa de León. Él fue también el que puso en mis manos el libro de Reformistas antiguos españoles (RAE) del s. XVI, Artes de la Inquisición de Reinaldo González de Montes, publicado por primera vez en latín, en Alemania (Heidelberg, 1567) y cuyo contenido me impresionó hondamente. Termina el libro de Las Artes con este doloroso alegato, después de relatar tantas vidas llevadas a la muerte por las malas artes de la Inquisición: ¡Oh mil veces detestable barbarie! Ya nunca puedes restituirlas. ¿Cómo satisfarás al mundo, tantas lumbreras clarísimas, por ti extinguidas?

Por esta causa no me cansaré de rescatar del olvido aquellas vidas que por sí solas demuestran la pujanza de nuestra Reforma protestante española. Con esto en mente me he permitido titular esta Conferencia “El protestantismo en la Universidad de Alcalá” lugar desde donde penetra por todos los costados el movimiento espiritual evangélico más importante de la historia de España. Antes permitidme esta...

 

OBLIGADA ADVERTENCIA PRELIMINAR

En el mercado de las ideas sobre la Reforma en España, (entre ese alumbradismo con emboque luterano de “El beneficio de Cristo” libro atribuido a varios autores entre ellos Juan de Valdés, y ese “protestantismo” entrecomillado de Marcel Bataillon) pueden encontrarse las más disparatadas y las más simplistas opiniones y teorías sobre el protestantismo del siglo XVI. ¿Cuál es el problema para tanta opinión dispersa? Por decirlo de manera más inteligible, creo que nos hemos olvidado que todos los afluentes del pensamiento, la teología y la espiritualidad evangélica del siglo XVI van al mismo rio de la Reforma. Veamos.

Creo que debemos partir de un hecho claro y no perdernos dando vueltas por ese siglo XVI buscando esa mixtura extraña que llama Jesús Alonso Burgos (i) “irenismo arasmizante” y nosotros simplemente llamaremos “Reforma protestante española”. No nos perderemos elucubrando si los Inquisidores no sabían calificar cuando condenaban a los disidentes por luteranos, siendo “quizás” erasmistas, alumbrados o tal vez calvinistas. Hemos de precisar que el proceso de la Reforma europea fue largo y lento, menos en España que eclosionó antes y en un breve periodo de tiempo, aunque al menos duró un siglo su implantación, teniendo elementos diferenciadores como los considerados por Thomas MCrie cuando termina su Historia de la Reforma en España diciendo:

“Por los hechos que hemos presentado, el lector habrá podido apreciar la extensión que alcanzó la propagación de la doctrina reformada en España y la respetabilidad, tanto como el número de sus discípulos. Tal vez no hubo nunca en ningún otro país, una proporción tan grande de personas ilustres, tanto por su rango, como por sus conocimientos, entre los convertidos a una religión nueva y proscrita. Esta circunstancia ayuda a entender el hecho notable de que un cuerpo de disidentes que no debió de bajar de las 2000 personas, diseminadas sobre un extenso territorio y vagamente relacionadas entre sí, hayan podido comunicar sus sentimientos y realizar reuniones privadas, durante una cantidad de años sin ser sorprendidos por un Tribunal tan celoso y vigilante como el de la Inquisición”.

Para poder tener una visión más concreta de lo que estamos tratando y si es posible dar por cerradas estas disquisiciones bizantinas de los revisionistas de la historia, podíamos preguntarnos ¿los luteranos alemanes después de la paz de Augsburgo 1555 eran luteranos? ¿El primer Lutero pensaba lo mismo que el último Lutero V.G. sobre los judíos? No hemos de olvidar que muchos fueron hechos luteranos porque el príncipe se hizo luterano. Carlos V, pasados ya bastantes años de Reforma protestante, tendría que firmar que cada príncipe podía profesar la religión que quisiera, sin que el emperador lo pudiese impedir, y que todos los súbditos debían seguir la religión del príncipe (según el principio cuius regio, eius religio). (Como ocurre en España que culturalmente todos se consideran católicos).

Hemos de darnos cuenta de que, en la Reforma alemana, los grandes debates dogmáticos seguirían entre los luteranos tras esta paz de Augsburgo. Los grupos enfrentados tenían como líderes a Felipe Melanchton, discípulo de Lutero, quien creía que era posible conservar la unidad a pesar de no alcanzar una completa identidad en cuanto a la doctrina.

Después de varios intentos intermedios, el acuerdo cristalizó definitivamente en la que se conoce como “Fórmula de la Concordia” (1577), firmada por más de 8000 líderes y publicada el 25 de junio de 1580, al celebrarse los 50 años de la Confesión de Augsburgo, en el llamado Libro de la Concordia. La “Fórmula de la Concordia” permitió la unidad entre los luteranos alemanes y escandinavos, pero, al mismo tiempo, marcó la ruptura definitiva con los protestantes de tradición reformado-calvinista y los grupos marginales que nunca habían aceptado la Confesión de Augsburgo (anabaptistas; seguidores de Schwenckfeld; nuevos arrianos; antitrinitarios).

Si esta fue, a grandes trazos, la lucha ideológica en Alemania y Suiza hasta 1580, (casi un tercio de siglo) ¿alguien puede extrañarse de que, en España, con otro diferente caldo de cultivo reformador (nobles e intelectuales), en aquellas circunstancias (clero vicioso e Inquisición represora), con el enojo constante de los conversos de judíos y moros por tanta persecución (véase la guerra de las Comunidades) y con un movimiento religioso como los alumbrados (de principios evangélicos) floreciera con facilidad la revolución reformadora luterana, aunque al comienzo se expresasen en otros términos teológicos? ¿Van a seguir dudando los intelectuales e investigadores de la Reforma española, si eran luteranos o no, cuando los mismos luteranos en Europa tardaron casi un tercio de siglo en saber qué clase de luteranos eran?

Dice Nieto: “El protestantismo tuvo y tiene un profundo significado histórico en la conciencia española, aunque se lo nieguen los intelectuales. ¿Cómo es posible, se pregunta Nieto que Américo Castro, un apasionado por los conflictos medievalistas o renacentistas, se olvidase de Pedro de Osma tanto en De la edad conflictiva, como en La realidad histórica de España? Aunque, según Nieto, se pudiese entender la Reforma española en lo formal y confesionalmente no luterana, ciertamente el movimiento religioso del siglo XVI no es católico Romano y si católico evangélico. Cuando los que se sienten perseguidos - y esta es la prueba del algodón o el ADN del protestantismo español- por la Inquisición se refugian en el extranjero no dudan ni un segundo en unirse a las iglesias de la Reforma, ya sean luteranas, calvinistas, o en algunos casos la anglicana”.

¿Qué eran, pues, nuestros protestantes o reformados? Principalmente eran dos cosas: de piedad o espiritualidad evangélica por una parte y por otra parte disidentes de Roma, el Papa y de la mayoría de los dogmas.

“Aquéllos que dicen que éste o aquél no fue hereje en España después de éstos pagar con su vida o con su muerte ante la iglesia romana, evidentemente piensan en categorías absolutas matemáticas. ¿qué porcentaje garantiza la pureza de una idea? Y si ésta es religiosa o política ¿cómo se establece la pureza o porcentaje de la misma? ¿No fue la exterminación de los judíos, o su persecución en la Alemania nazi, la prueba de que tales eran judíos? ¿Se les preguntó a algunas de las víctimas qué porcentaje tenían de sangre judía? No hace falta estirar más el ejemplo de la historia. Ser hereje, ser cristiano simplemente, no es un absoluto matemático, sino que es algo del sentimiento, la voluntad, y la razón del disidente quien conscientemente escoge unas creencias y doctrinas y repudia otras ya en silencio o abiertamente. El ser hereje en la España del Siglo de Oro era una cuestión tan personal como peligrosa, pues como dice Teresa de Ahumada “andaban los tiempos recios”

Veamos, después de esta larga introducción, el movimiento de Alcalá donde se mezclan o confluyen tres corrientes de la Reforma protestante española: Alumbradismo, erasmismo y luteranismo. Como en Europa por ejemplo con calvinistas, luteranos, filipistas, zuinglianos o seguidores del pensamiento de Castellio.

EL MOVIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

Estatua del Cardenal Cisneros / Alvy (Trabajo propio - CC BY-SA 3.0 - Wikimedia)

¿Fue el Movimiento de Alcalá la vía de acceso del protestantismo? Afirma Werner Thomas que “el ambiente creado por la labor reformadora de Cisneros abrió paradójicamente la puerta a las influencias luteranas” Sin embargo, la reforma cisneriana debe entenderse como una fase previa a la reforma protestante, donde el alumbradismo nacerá en España con doctrinas propias y más tarde con emboque luterano. Así por simple evolución e influencia, las costumbres abiertas con Cisneros sirvieron para la fácil absorción de lo venido de Europa, siendo los conversos, alumbrados y humanistas-erasmistas proclives a simpatizar entre ellos y a la conversión posterior al luteranismo en España.

El pensamiento de Ockham será el verdadero inspirador de las posteriores interpretaciones teológicas, con su agnosticismo moderno por lo cual se cree en Dios o “lo divino” por la fe, pero no es accesible a la razón. Los estudiantes que se forman en Alcalá y absorben esta filosofía, llegarán a la misma conclusión que Lutero y a la lucha reformista que aquí también se emprende. “Si es cierto, -dice Bataillón- que Lutero fue orientado por el occamismo de Biel hacia su doctrina de la gracia y hacia su concepción de la Biblia, autoridad suprema tocante a las verdades irracionales de la revelación, bien pudo darse una influencia semejante en Alcalá sobre no pocos teólogos españoles sospechosos más tarde de tendencias luteranas”.(Bataillon, 1995, pág. 18) Aunque el primer condenado por tendencias luteranas sería el profesor nominalista Juan de Oria, este pertenecía a la Universidad de Salamanca que, la mayoría de las veces, estuvo en la línea tradicional.

La Universidad alcalaína fomentará el Biblismo, reuniendo un grupo de especialistas en lenguas, pero paradójicamente nacerá la defensa de la lengua vulgar. Más adelante consideraremos el trabajo de los traductores, escritores y otros protestantes españoles, muchos de ellos estudiantes en Alcalá, como Constantino Ponce de la Fuente, Francisco de Enzinas, Juan de Valdés, Pedro de Lerma, Juan de Vergara, Bernardino Tovar, Juan del Castillo, Francisco Vargas, Juan Gil (Egidio) o Andrés Miró que venía de París con un baúl lleno de libros “heréticos”. Miró había estudiado en Alcalá y se había trasladado a Lovaina donde se había convertido al calvinismo. “La lista de herejes -dice Ramón González Navarro- o sospechosos de luteranismo redactada por Diego Hernández incluye más de sesenta nombres con lazos en la Universidad de Alcalá: los canónigos de Palencia (pensemos en el arcediano de Alcor, traductor del Enchiridion de Erasmo al castellano); fray Gil López, predicador imperial; a los complutenses Laso de Oropesa, Hernán Núñez el comendador griego, fray Dionisio Vázquez, catedrático de Biblia; Ramírez, catedrático de Retórica, los doctores Hernán Vázquez y Albornoz, canónigos de Sant Yuste, y Miguel Torres, antiguo vicerrector del Colegio Trilingüe. Todos éstos se suman a los nombres de los cabecillas de la revolución de la Reforma.

Esta revolución realizada en las aulas de la Universidad de Alcalá se centra en la persona de Bernardino Tovar. Cuando es encarcelado, los humanistas y clérigos que forman ese grupo, asustados ante la posibilidad de una acción semejante contra ellos, se dispersan, e incluso se distribuyen por algunas ciudades europeas (Juan de Valdés y Mateo Pascual son vistos en Roma; Miona, Miguel Torres y Juan del Castillo en París). Es suficiente para que esta acción abortiva desangre la fecunda célula humanística que residía en los claustros complutenses. Todo el proceso inquisitorial contra Alcalá comienza a finales de julio de 1530, cuando es encarcelada Francisca Hernández, una “alumbrada” y delatora como Diego Hernández. En ese momento su denuncia sobre ciertos luteranos le produce un éxito total, ganándose la clemencia de los jueces si prosigue en las delaciones. Los primeros sobre los que va a caer la maquinaria inquisitorial serán Bernardino Tovar y su hermano el doctor Vergara. A estos le siguen las detenciones de su hermana Isabel, Pedro Cazalla y su hermana María; el clérigo Juan del Castillo, Juan López de Celaín y el impresor Miguel de Eguía”

Aunque nosotros entendamos que el movimiento de Alcalá, en muchos de sus destacados guías fue eminentemente racionalista, también sería un movimiento de renovación espiritual, un intento de que la cultura sirviese para avivar la piedad. Así lo entendió Cipriano de Valera reconociendo la obra de Cisneros en la Biblia Complutense, impresa en 1515, y el cambio de mentalidad que produjo en el estudio teológico y la espiritualidad, pero dejará clara su posición religiosa y el efecto de ese evangelismo en España:

“Esta Biblia fue el único instrumento y medio que Dios tomó para renovar el estudio de las lenguas y de las buenas letras que en aquel tiempo estaban al rincón, comidas de polilla y cubiertas de moho; y allí los doctos comenzaron a dejar la teología escolástica, que consiste en vanas e intrincadas especulaciones sacadas de la filosofía inventada por los hombres, sin ninguna Palabra de Dios; y se dieron a la verdadera teología, que es la lección de la Sagrada Escritura. (Más adelante dice Valera:) En nuestra España, muy muchos doctos, muy muchos nobles y gente de lustre e ilustres han salido por esta causa en los Autos de Fe. No hay ciudad, y a manera de decir, no hay villa ni lugar, no hay casa noble en España, que no haya tenido y aun tenga algunos que Dios, por su infinita misericordia, haya alumbrado con la luz del Evangelio. (Stockwell, 1951, pág. 149)

Sin embargo, Thomas M,Crie lamenta el espectáculo que supuso el considerar las tres columnas de la Políglota como a Cristo y los dos ladrones, siendo la Vulgata Cristo o la iglesia Romana, el mal ladrón el texto hebreo y el buen ladrón la Septuaginta. Añadirá M’Crie que la traducción de la Biblia al árabe, patrocinada por Hernando de Talavera, arzobispo de Granada y ayudada por el monje de San Jerónimo, Pedro de Alcalá, sí que suponía un esfuerzo para acristianar a los moros de toda índole. Sin embargo, estos deseos de llevar la Biblia al pueblo “tropezó con la acérrima oposición del cardenal Jiménez, quien, aunque deseaba ser considerado el protector de la ilustración era un enemigo declarado del progreso de los conocimientos. Siendo arzobispo, había apelado a la autoridad de San Pablo cuando dijo: “En la iglesia más quiero hablar cinco palabras con mi sentido para que enseñe también a los otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.” Pero ahora siendo ya cardenal, alegó que los tiempos habían cambiado, y apeló a San Pedro: “poner los oráculos sagrados en manos de los recién iniciados en una religión, era en su opinión, arrojar perlas a los cerdos.”

Pese a todo esto, Alcalá ahora es el lugar de la renovación de la fe. Los grandes debates, la efervescencia de ideas que emanan de los libros de Erasmo y de Lefevre d’Etaples, y la gran conmoción luterana, todo se centra en Alcalá que tiene un colegio de teólogos.

Pese a la escasez de medios en las aulas, veremos que realmente existía en Alcalá una multitud de hombres de estudio con las mismas aspiraciones que los de Lovaina. La cátedra de Biblia en Alcalá es tardía (1532) pero aparecerá sin estar subordinada a preocupaciones dogmáticas y tendrá entre sus oyentes a Arias Montano y fray Luis de León. Esta cátedra suponía no solamente cultura del espíritu sino una verdadera iluminación de almas.

“Quizá el carácter del movimiento, más espiritual que intelectual, explique esa pobreza de su producción erudita. Su más alta expresión –dirá Bataillon- es sin duda un libro en lengua vulgar, compuesto al margen de la Universidad, el “Diálogo de doctrina cristiana” (1529) del reformador español Juan de Valdés “(Bataillon, 1995, pág. 345) Este Diálogo de Juan de Valdés, es una especie de Catecismo que se adelanta al Catecismo Mayor y Menor de Lutero.

En medio de este oasis de erudición bíblica y saberes teológicos, es obligado decir que la reforma de Cisneros, en cuanto a la formación religiosa del pueblo no superaba los mínimos. Dedieu en su análisis de los procesados en la Inquisición de Toledo dice que el 40% no superó el rezo sin errores de las cuatro oraciones y del resto de la doctrina “ni hablar”. Los fieles no cumplían con la confesión y comunión anual, no guardaban los domingos y no pagaban los diezmos. Los participantes en procesiones se quedaban a dormir en las iglesias o ermitas de destino, viviendo la noche entre fiestas, bailes y desenfrenos sexuales, que sacerdotes y clérigos corruptos incitaban a estas vigilias. No diremos nada del clero secular y regular, tonsurados y minoristas, monjas y frailes que no reformaron nada. Termina Werner Thomas diciendo que el proyecto de Cisneros no cambió las estructuras de las iglesias y no tocó la doctrina, dos pretensiones del protestantismo. (Thomas, 2001, pág. 19)

ALGUNOS PROTESTANTES MÁS DE ALCALÁ
Dice Telechea Idígoras:” El hecho de que la semilla protestante hubiese germinado en el corazón de Castilla fue una bofetada en el orgullo hispano” y su epicentro en estos años 20-40 es la Universidad de Alcalá. Sin embargo, debemos conocer el proceso ideológico, los primeros pasos con el ejemplo de los doce Apóstoles encargados de evangelizar Castilla, e impulsados por el Almirante de Castilla don Fadrique Enríquez que tenían ideas más alumbradas que luteranas, aunque fuesen verdaderos reformadores con la Biblia en la mano. Esto demostraría la afirmación de Bataillon de que el movimiento de Alcalá es más espiritual que intelectual.

En 1525 don Fadrique, que estaba ya casi retirado en su palacio de Medina de Rioseco, llamará a Juan López de Celaín y ambos idean un programa para evangelizar el señorío de los Enríquez. Para Bataillon sería López de Celaín el inspirador de este proyecto evangelístico. Pensaron contratar doce sacerdotes que tuviesen reconocidas ansias reformistas. Su plan era solicitar una bula Papal que les autorizase a extender el verdadero Evangelio a todo el mundo. A la cabeza de este grupo estaría Bernardino Tovar, profesor de Griego en la Universidad de Alcalá, y Juan López de Celaín quien después sería quemado por la Inquisición de Granada por alumbrado. Estaría también en este grupo apostólico Miguel Eguia, el impresor de la Universidad de Alcalá, que se había hecho famoso por publicar el Enchiridion de Erasmo en castellano además de otros escritos del mismo. Juan del Castillo, profesor de griego en Alcalá, sería otro apostólico que sería quemado por la Inquisición de Toledo en 1535 como iluminista y luterano. Sin embargo, el movimiento de los Doce Apóstoles no lograría despegar con tanto encausado por el medio y Fadrique cansado y desencantado vería como el movimiento iluminista y luterano llegaría a su final.

Para Ángela Selke, este movimiento "representa en la historia del iluminismo español la única tentativa de llevar a la práctica esas nuevas ideas de que tanto hablaban alumbrados y erasmistas de Castilla”. Celaín se dirigirá a los círculos intelectuales de Alcalá y Toledo y reclutará además de los ya mencionados al clérigo Luis de Beteta, el presbítero Diego López Husillos, el clérigo Gaspar de Villafaña que fue amigo de erasmistas y luteranos y después de ser procesado en 1529 lograría escapar.

También reclutaría al maestro Gutierre de Ortiz del Colegio de Toledo, a Miguel Ortiz, cura de la capilla de San Pedro, Pedro Hernández, canónigo de Palencia y al dominico fray Tomás de Guzmán. Los “doce apóstoles” nunca lograron reunirse juntos y el proyecto sería abortado por el mismo Fadrique Enríquez que según la criada de Francisca Hernández se desentendió de los planes pues “fue muy público y notorio que el señor almirante los tenía allí pensando que eran buenas personas y que después, desque vio que era cosa del diablo, los echó de allí”. En este grupo ya aparecerá el nombre de “Leutero”, Lutero, y que según Selke, el Almirante, con más experiencia de las cosas políticas o quizás prevenido por la beata Francisca, se desvincularía rápidamente de este grupo de acendrada espiritualidad. En el proceso de Luis de Beteta se dirá “que Leutero era un gran siervo de dios y sus escrituras eran muy santas y captólicas y buenas y [ ... ] que ellos querían ir y hazer aquellos apóstoles que dezían para irse alla con el dicho Leutero ... " También Juan del Castillo fue relajado al brazo secular, por "hereje luterano", el 18 de marzo de 1537. Celaín mereció el mismo fin, en 1530, por "herrores de lutherano".

La Universidad de Alcalá se convertía en el primer centro teológico de Europa y por sus aulas pasarían algunos de los protestantes más ilustres de la primera mitad del S. XVI. La misma Universidad alcalaína por boca de Nebrija habría reconocido las aportaciones teológicas de otros “herejes” anteriores como Alonso de Mella en Durango y Pedro de Osma en el siglo XV. Pedro de Osma para Menéndez Pelayo es el primer protestante español, pero José Nieto no acepta esta cortesía del santanderino porque se le seguirá privando al de Osma de su experiencia personal y religiosa y de toda su reflexión teológica amen de su interés en la crítica textual bíblica. Nebrija como discípulo de Osma traerá a la universidad de Alcalá las obras del maestro, pero las anotaciones de crítica textual en la Políglota no estarán al servicio de la fe como lo habría hecho el maestro Osma, sino de la filología.

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(i) Jesús Alonso Burgos, en El Luteranismo en Castilla durante el S. XVI, Autos de fe de Valladolid de 21 de mayo y de 8 de octubre de 1559, 1983, (Libro dedicado exclusivamente a este Auto de Fe vallisoletano), dice: ... el Luteranismo español es la última y más radical manifestación del irenismo erasmizante que la burguesía ilustrada castellana, normalmente de origen judío, había protagonizado algunos años antes. Finaliza, pues, con los Autos de Valladolid y Sevilla, el proceso de renovación y apertura religiosa e intelectual que, primero Cisneros y más tarde el influyente grupo de Erasmistas que intrigaba en la Corte de Carlos V y el inquisidor Manrique

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