Micah Book One

Lo que Micah P. Hinson ha hecho ha sido convertir un texto bíblico de hace más de tres mil años en una obra moderna.

18 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 17:42

Micah P. Hinson, en concierto. / Wikipedia,
Micah P. Hinson, en concierto. / Wikipedia

Siempre hay un puñado de grupos o artistas que, incluso los despegados como yo, seguimos con cariño y cautela. Uno de ellos es Micah P. Hinson; y reconozco que le sigo no porque resulte cómodo, sino precisamente porque es un artista de los que siempre hace que para seguir amándole tengas que salir de tu zona de confort. Y eso siempre es alentador. Además, es un tipo muy cercano, quizá porque abandonó hace tiempo la estela de las grandes discográficas para trabajar a un nivel más independiente, y en su página oficial de Facebook comparte la información oficial de su trabajo junto a pequeños detalles de su vida cotidiana, como el nacimiento de sus dos hijos tras haber recibido años atrás la noticia de que eso sería imposible para él.

Micah P. Hinson nació en Memphis y se mudó de joven a Texas. También tonteó con las drogas, se alejó de la fe cristiana conservadora de sus padres, llegó a vivir en la calle, tuvo un par de accidentes graves de los que salió mal parado y con apenas 20 años y un gran recorrido vital, empezó a trabajar para sacar su primer disco, Baby & the Satellite, que dejó sorprendido a muchos por su talento y su belleza. A principios de septiembre de este año, dieciséis años después del primero, sacó su último disco, The Holy Strangers y, por supuesto, acudí a Spotify (esa bendita salvación moderna) para escucharlo. Y me llevé una enorme sorpresa al encontrarme no solo con un disco precioso, sino con una de sus canciones, la número 7, llamada Micah Book One, que resulta ser una lectura del libro del profeta Miqueas con la voz profunda y desgajada del artista sobre una tenue base musical.

No solo resulta sorprendente que un artista moderno hable abiertamente de su fe, sino que además se atreva a incluir una pista de siete minutos en uno de sus discos con, exclusivamente, texto bíblico. Todavía no he leído ninguna entrevista ni nota explicando sus motivos, así que me tuve que enfrentar a ciegas al intento de entenderlo. Micah P. Hinson no es fácil de escuchar para los que no están acostumbrados a la música independiente, el folk, el blues y la música de la parte profunda de Estados Unidos. También sé que hay muchos que no entienden el inglés. Pero, como toda buena obra de arte, invito a quien se atreva a escuchar la pista igualmente y a dejarse mecer por la sonoridad, por el ritmo, por las ideas que transmite a través de la musicalidad.

Para poder entender el trasfondo de esto, acudo a una entrevista que Daniel Jándula le hizo a Hinson a principios de 2014 para la revista Ruta 66. Al ser Daniel Jándula, no pudo evitar preguntarle más extensamente que otros periodistas sobre la fe que tiene detrás. Cito:

 

DANIEL JÁNDULA: ¿Crees que Dios te salvó en ese accidente?

MICAH P. HINSON: Absolutamente. Dios es necesario para hacerte una idea seria del mundo. Incluso si crees en él tan solo para poder dormir tranquilo. No comprendo muy bien esa necesidad de dejar a Dios aparte. Yo creo tener una idea un poco extravagante sobre quién es Dios; mi punto de vista tiene mucho que ver con la idea de la Caída… en mi familia he escuchado mil veces montones de esas historias de la Biblia en la que Dios se levanta y frena al ser humano, con esa frase suya… “Dios es un Dios celoso”.

D. J.: En 2010 declarabas en una entrevista lo siguiente: “Puedo confiar en Dios porque sé que él desconfía de mi tanto como yo soy de desconfiado con Él”. ¿Sigues confiando en él de este modo?

M. P. H.: En Génesis, Dios dice que somos hechos a su imagen, no indica nada de una religión en esa relación personal, con la que estoy continuamente batallando. Mi planteamiento es: ¿Cómo actuaríamos nosotros si él no estuviera? ¿Nos comportaríamos igual? Creo que no depende tanto de nuestra confianza, sino de esa conexión con su creación. Por otro lado, que yo sepa, los celos son un defecto, y por lo tanto, un pecado. Pero aun así, esto me proporciona una gran esperanza.

D. J.: Yo creo que cuando la Biblia dice que Dios hace al hombre a su imagen, no es que Dios se comporte de forma humana, como por ejemplo lo de los celos; creo que remarca que la desconfianza nace de nosotros por nuestra confusión a la hora de entender a Dios.

M. P. H.: Aun así, no me inquieta lo de los celos, sino cómo las personas hemos ido añadiendo elementos a algo tan sencillo. Ver las cosas de esta manera me da mayor espacio para respirar. No creo que esté en la mente de Dios maldecirnos. No creo que a él le importe la culpa. No creo que busque un chivo expiatorio. Es realmente fácil encontrar a Dios. Creo en el aspecto del amor, muy presente en la Biblia. El amor es de extrema importancia para mí, así que, ¿cómo no va a ser importante para él? De hecho, «God Is Good» cobró una nueva dimensión tras esta reflexión.

 

La vida espiritual de Hinson ha sido siempre complicada. Su padre era profesor de la Universidad Cristiana de Abilene, y en su casa, como él cuenta, la presencia de ese Dios celoso y controlador (quizá más reflejo de la personalidad de sus padres que del verdadero Dios) era constante. De hecho, él tiene como nombre de pila uno que irremediablemente le recuerda a un estadounidense a lo profundo del cinturón bíblico del Sur. Como tantos otros hijos de cristianos conservadores estadounidenses, la incongruencia entre lo que se decía y lo que se vivía le llevó lejos de su casa. Hinson, no obstante, a lo largo de los años y lejos ya de su casa paterna, hizo el camino contrario para intentar encontrar al verdadero Dios detrás de toda la parafernalia y las capas de ocultamiento. Tiene muchas canciones que hablan de él, entre ellas God is Good, que canta con la que ahora es su mujer en The Nothing (2014). La presencia de esta Micah Book One, pues, no se debe a una extravagancia, o a un capricho moderno, sino que es otro paso en la reflexión espiritual del artista.

Sin embargo, las buenas obras de arte no solo son buenas por lo que nos dicen del autor, sino también por lo que nos dicen de nosotros mismos. Yo he de reconocer que la primera vez no supe entender que realmente se trataba del profeta bíblico. Es más, pensaba que era parte de un relato escrito por el propio autor, que alguna vez se ha metido en los terrenos de la novela (No voy a salir de aquí, Alpha Decay, 2010). Lo que él ha hecho ha sido convertir un texto bíblico de hace más de tres mil años en una obra moderna. Y relevante. ¿Por qué? Porque lo es. Pero a veces necesitamos que vengan inesperados como Hinson a recordárnoslo.

No sigue el texto al pie de la letra ni lee capítulos enteros. Aunque es un continuo, recata partes de los siete capítulos del libro. He ido estos días intentando localizar las partes que había seleccionado y me he encontrado con el propio libro de Miqueas, que es una joya en sí mismo. Al final resulta que los pasajes que más me han llamado la atención no son necesariamente los mismos que a Hinson, pero sigue siendo sorprendente que con tres milenios de diferencia estos textos nos sigan increpando:

¡Levantaos! ¡Poneos en marcha, que éste no es un lugar de reposo! ¡Está contaminado, destruido sin remedio! Si con la intención de mentiros, llega algún embustero y os dice: “Yo os anuncio vino y cerveza”, este pueblo lo verá como un profeta (2:10-11).

Este texto me hace pensar en cuando, en nuestra sociedad occidental, ponemos nuestra comodidad por encima de todo, incluso por encima del propio Dios. Nos hemos acomodado al igual que le había ocurrido al pueblo de Israel, y al igual que ellos somos incapaces de ver que habitamos en un lugar contaminado y destruido. Cuando nos acomodamos y pretendemos descansar en las cosas que nos ofrece la sociedad del primer mundo, en las comodidades y el ocio barato, estamos fallando a Dios porque estamos encontrando descanso donde no debemos hacerlo.

Fijáis con el contraste entre este reposo que no corresponde y la paz que describe un poco más adelante, cuando sí promete una paz auténtica fruto del día del Señor, la forma que tenían los profetas de referirse a la futura venida del Mesías:

Cada uno se sentará bajo su parra y su higuera; y nadie perturbará su solaz —el Señor Todopoderoso lo ha dicho— (4:4).

Y también resulta alentadora la descripción que hace del futuro pueblo de Dios bajo el reinado del Mesías; o sea, la descripción que hace de nosotros:

En aquel día —afirma el Señor— reuniré a las ovejas lastimadas, dispersas y maltratadas.  Con las ovejas heridas formaré un remanente, y con las desterradas, una nación poderosa (4:6-7).

Lastimados, dispersos, maltratados, heridos. Esos somos nosotros. No nos debe importar demasiado el honor y la gloria humanas. No es eso lo que el Señor está buscando en nosotros. E insiste Miqueas en la aparente debilidad de los auténticos seguidores del Dios verdadero cuando hace una de las descripciones más hermosas de Cristo siglos antes de que naciera. Se ha convertido en uno de mis textos favoritos de la Biblia:

Pero surgirá uno para pastorearlos con el poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios. Vivirán seguros, porque él dominará hasta los confines de la tierra. ¡Él traerá la paz! (5:4).

Una maravilla.

Miqueas también tiene una de las afirmaciones más poderosas de la voluntad divina y de nuestra relación con Dios:

¿Cómo podré acercarme al Señor y postrarme ante el Dios Altísimo? ¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? ¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios (6:6-8).

Puede que ahora este texto nos parezca muy obvio, pero hay que pensar con la mentalidad de un israelita de aquellos tiempos, para quien todo su mundo consistía en ser como los otros pueblos, en imitar sus religiones, ritos y adoración. Si Dios no hubiera sido un Dios real, no habría levantado la voz para decir que él no quería aquella clase de adoración, sino que adorarle a él es, literalmente, honrar a la humanidad que él creó. Esto también es una preciosa maravilla escondida en un texto que no solemos leer a menudo. Pero quizá uno de los textos, aun por encima de este, que más me guste de Miqueas es uno de su conclusión:

¿Qué Dios hay como tú que perdone la maldad y pase por alto el delito…? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar (7:18).

Así pues, me sorprendo al encontrarme que en esta canción de un músico que no es precisamente de masas Dios se abre camino para acercarse a mí y animarme a que profundice con una visión y una comprensión nueva en un texto que parece oscuro y perdido. Como afirmaba Philip Yancey, es propio de los auténticos hijos de Dios encontrarse con él en lugares insospechados.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Amor y contexto - Micah Book One