Pierre Chaunu: su panorama de la Reforma Protestante

El historiador francés contrapone dos fechas muy puntuales: el 31 de octubre de 1517 y el 21 de mayo de 1536, interpretadas como punto de partida y de llegada, respectivamente.

01 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 06:47

Pierre Chuanu. ,
Pierre Chuanu.

No hay nada más serio que la conmemoración se haga equivocadamente fuera de la Iglesia o profanada dentro de ella. Si somos fieles a nuestras tradiciones, nos escandalizaríamos espontáneamente por la conmemoración de cualquier otra Palabra que la impartida a Abraham y de cualquier otro acontecimiento que la esperada venida del Trascendente y el único sacrificio perfecto que la Cena del Señor y el sermón conmemoran. Cualquier conmemoración que pudiera interferir con la del sábado fue rechazada por los reformadores como una abominación papista.[1]

Pierre Chaunu

 

Corría el año de 1994. En la sección de saldos de una importante librería del sur de la capital mexicana se ofrecía un producto singular: The Reformation, la recopilación de textos llevada a cabo por Pierre Chaunu (1923-2009), el especialista protestante francés conocido en el país por otras obras, publicada por Alan Sutton en Gloucester, Inglaterra, en 1989. Hispanista de larga trayectoria, con trabajos muy reconocidos en ese campo (La España de Carlos V. 2 vols. Península, 1976), Chaunu dedicó otros libros a las reformas religiosas del siglo XVI: Église, culture et société. Réforme et Contre-Réforme (1517-1620) (Iglesia, cultura y sociedad. Reforma y Contrarrefora (1517-1620), París, SEDES, 1980) y Le temps des Réformes (Los tiempos de las reformas, París, Fayard, 1975.[2] Suyos son también: El rechazo de la vida: análisis histórico del presente (Espasa-Calpe, 1978) y La femme et Dieu. Réflexions d’un chrétienne sur la transmission de la vie (La mujer y Dios. Reflexiones de un cristiano sobre la transmisión de la vida. París, Fayard, 2001). En 1974, fue cofundador de la Facultad Libre de Teología Reformada de Aix-en-Provence, la posterior Facultad Juan Calvino y fue miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1982, sección de Historia y Geografía, que presidió en 1993. Converso al protestantismo en su juventud, fue además predicador laico.[3]

 

Portada de The Reformation, de Chaunu.

De gran formato, e ilustrado en buena parte con imágenes a todo color, el volumen reúne las aportaciones de 17 expertos, integrantes de varias instituciones europeas y estadunidenses. El título original de la obra en francés es L’aventure de la Réforme: le monde de Jean Calvin (París, Hermé-Desclée de Brouwer, 1986). En la portada de la edición inglesa aparece reproducido el cuadro Quemazón de las obras de Martín Lutero en el viejo cementerio de San Pablo delante del cardenal Wolsey (1904), de John Seymour Lucas (1849-1923). Dividido en cuatro partes (El amanecer de los tiempos modernos, Fragmentación, la Cristiandad destrozada y Otro camino), el volumen despliega un buen número de apreciaciones acerca del tema anunciado en el título de la obra original, motivo por el cual no hay textos específicos sobre la Reforma Radical o el anabautismo, aunque se les menciona incidentalmente.

La nómina de autores y temáticas es notable y se consignan aquí por orden de aparición en el libro: P. Chaunu (La Sorbona; Prefacio, Un largo éxodo, El clima previo a la Reforma, La consolidación de la Reforma en Europa, El destino de la Reforma), Jean François Bergier (Politécnico de Zúrich; Cristiandad latina: una sociedad sencilla de hombres y estados), Guy Bedouelle (Universidad de Friburgo; Del humanismo a la Reforma), Marc Lienhard (Facultad de Teología Protestante, Estrasburgo; Lutero y Europa), Jacques Courvoisier (Universidad de Ginebra; Zwinglio, El establecimiento de la Reforma en Suiza), Alexandre Ganoczy (Instituto hermann Schell de Würzburg; Calvino), Manfred Welti y Carlos Gilly (Universidad de Constanza y doctor en filosofía; Italia y España: difusión, fracaso y sobrevivencia de las convicciones reformistas), Georges Livet (Universidad de Estrasburgo; Francia: ¿fracaso o herencia espiritual?, El éxito en la región del Rhin), Bernard Vogler (Universidad de Estrasburgo; La expansión de la Reforma en Alemania y Escandinavia (1530-1620), Robert Kingdon (Universidad de Wisconsin; Inglaterra: la “vía media”, La disidencia puritana), Jean Bérenger (Universidad de Estrasburgo; La expansión de la Reforma en el este y el norte de Europa), Olivier Fatio (Universidad de Ginebra; La ortodoxia protestante), Wiliam Monter (Universidad de Evanston; La vida diaria y la iglesia reformada), Hans Guggisberg (Universidad de Basilea; Los hombres y las ideas al margen de la historia), Gabriel Mützenberg (historiador, Ginebra; El surgimiento del maestro de escuela) y Remi Taveneaux (Universidad de Nancy; El Concilio de Trento y la Reforma católica).

Al centrarse en los tiempos de Juan Calvino, los autores, comenzando por el propio Chaunu, plantean una mirada sobre la historia de la Reforma que se orienta bastante más al cambio socio-religioso partiendo de sus premisas culturales medievales. En la introducción, el historiador francés contrapone dos fechas muy puntuales: el 31 de octubre de 1517 y el 21 de mayo de 1536, interpretadas como punto de partida y de llegada, respectivamente. La primera, celebrada desde Suiza y Alemania hasta Estados Unidos, Holanda y Sudáfrica, exalta las virtudes protestantes, un tanto mezcladas con la Kulturkampf, es decir, la batalla cultural civilizatoria, emprendida por Bismarck contra el fanatismo católico. Una cita de Richard Stauffer, de tono humorístico, le sirve al autor para enfatizar el carácter del peso de la Reforma luterana: “Aun cuando en los tres siglos que transcurren desde el primer festival anual de la Reforma, los audaces críticos han cuestionado groseramente la existencia misma de Jesús, ningún teólogo alemán habría soñado en cuestionar que las noventa y cinco tesis habían sido realmente colocadas” (p. 11). Y eso no lo han hecho ni quiera los feroces antagonistas católicos de la Reforma y de Lutero… Pero colocadas o no, las famosas tesis hacen que se celebre el acontecimiento con singular entusiasmo.

 

Edición original del libro, en francés.

La otra fecha, obviamente no tan reconocida por el protestantismo en su conjunto, representa la decisión unánime del consejo de la ciudad de Ginebra para adoptar la disciplina de la Reforma, lo cual coincide con una amplia gama de complejos sucesos convergentes: el deseo de la pequeña ciudad para vivir según las exigencias del Evangelio, la invitación de Farel a Calvino para su primera estancia en la ciudad y, finalmente, la publicación (a fines de marzo) en la imprenta de Thomas Platter en Basilea, de la Institución de la religión cristiana, “ese manual teológico destinado que estaba destinado para un gran éxito y para la instrucción de un amplio círculo más allá de los clérigos”. Evidentemente, al elegir esta fecha, se optó por la tradición reformada, “la cual constituye uno de los dos mayores ejes de la Reforma”. Y agrega Chaunu al situar a esta tradición en el concierto de la cristiandad que ninguna institución puede contener al Espíritu que reúne a la iglesia en todas las épocas.

La Reforma luterana , por su parte, floreció, sobre todo en los grandes tratados de 1520, para luego extenderse en círculos concéntricos por todo el Sacro Imperio Romano Germánico “y agitó un enjambre de problemas en casi toda la cristiandad a través de pequeños conventículos evangélicos informales” (p. 12). En contraste, la tradición reformada “más intelectual y menos emocional, más política y menos apartada de la vida de la ciudad y del mundo, tardó un poco más en desarrollarse. Se estableció en las pequeñas ciudades-Estado del centro de Europa, dominadas por la cultura religiosa y que combinaron la teocracia con una cierta medida de cesaro-papismo para formar sitios fuertes. “Sin la ayuda de esta barrera protectora luterana, Europa habría sido marginada en una gigantesca Bohemia agobiada como los hussitas del siglo XV”.

Por último, Chaunu ofrece tres razones por las que escogió esta segunda fecha de 1536: primero, la publicación de la Institución, porque muchos reformadores humanistas la tomaron como referencia obligada (Calvino sería “el San Pablo del protestantismo”); segundo, Ginebra despegó luego de esos sucesos; y tercero, en Inglaterra fue aprobado el Acta de Supremacía, que fijó la irreversibilidad del cisma anglicano y garantizó el apoyo británico para el protestantismo. En el futuro, luego de ese año crucial, “el mapa de Europa estaría más o menos definido, con islotes de protestantismo luterano y reformado en la gran masa del catolicismo que pronto se vería reforzado y sistematizado por la obra y los decretos del Concilio de Trento (1545-1563)” (p. 13).

 

[1] Pierre Chaunu, “Prefacio” a The Reformation. Gloucester, Alan Sutton, 1989, p. 13.

[2] Cf. L. Cervantes-Ortiz, “Chaunu, historiador e hispanista”, en Magacín, de Protestante Digital, 21 de febrero de 2010, http://protestantedigital.com/magacin/9734/Chaunu_historiador_e_hispanista.

[3] Antonio Jiménez Barca, “Pierre Chaunu, historiador francés,” en El País, Madrid,

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