Corregir nuestra conciencia histórica

Nuestra conciencia histórica como evangélicos españoles o latinoamericanos salta del apóstol Pablo a Lutero. Lo que hay en medio ni lo conocemos ni lo valoramos.

22 DE AGOSTO DE 2017 · 18:00

,puente

El paso de los años me ha ido enseñando que como peruano y como evangélico tengo que hacer correcciones a mi conciencia histórica, es decir a mi manera de comprender lo que soy en el ámbito del país en que nací y de la iglesia en la cual soy militante.

Hay muchos peruanos cuya conciencia histórica salta del último inca Atahualpa (o del conquistador Francisco Pizarro) al libertador José de San Martín, y se deja fuera todo lo que hay en medio, es decir el período colonial de nuestra historia. De esta manera no nos enteramos ni del proceso misionero ni del transcultural del cual somos herederos.

Es una visión recibida quizás de nuestros padres o del colegio, o de textos escolares de historia. Confieso que era mi visión pero que también la encontré entre mis compañeros universitarios en San Marcos, y entre profesores y alumnos de los Colegios Guadalupe y San Andrés donde tuve el privilegio de enseñar, hace varias décadas.

Fueron la lectura atenta de las Tradiciones de Ricardo Palma, las clases del maestro Luis Jaime Cisneros en San Marcos, y luego mis estudios doctorales en la Universidad Complutense de Madrid, las experiencias que me ayudaron a percibir mi visión equivocada e incompleta, y empezar a corregirla. Y todavía sigo en ese proceso.

En nuestra conciencia histórica como evangélicos españoles o latinoamericanos damos también un salto y pasamos del Apóstol Pablo a Martín Lutero. Todo lo que hay en medio ni lo conocemos ni lo valoramos. Es cuando estudiamos en serio la Historia de la Iglesia que empezamos a percibir esta carencia de nuestra formación y podemos empezar también a corregir nuestra visión de la historia y nuestra identidad.

A menos que hagamos un ejercicio completo en este sentido no tendremos tampoco una visión de cómo actúa Dios en la historia y cómo podemos nosotros actuar hoy en día como discípulos y como iglesias aplicando las lecciones aprendidas de la historia.

Así, por ejemplo, recuerdo que en una de las clases que tomé en la Complutense nos ocupamos del mallorquín Raimundo Lulio (c.1232 – 1315 ó 1316), cuya vida y ministerio fueron para mí todo un descubrimiento. En mis estudios posteriores de historia de las misiones cristianas aprendí a valorar el esfuerzo apologético de Lulio y la devoción sincera de su entrega al servicio misionero, y su muerte en su pasión por comunicar el Evangelio al mundo musulmán.

Y sigo aprendiendo a valorar el cristianismo español anterior al siglo 16 con sus reformas. Este es un punto en el que hay que detenerse hoy para no caer en el anti-islamismo simplista con que nos bombardean los medios de comunicación.

El historiador evangélico Justo L. González y el teólogo Harold Segura han editado un libro sobre la Reforma Protestante en América Latina que acaba de aparecer.[1] Me pidieron un capítulo sobre “La Reforma y la cultura española”, y en el proceso de escribirlo volví a encontrarme con toda una serie de personajes de la historia española que anhelaron una reforma de la iglesia y trabajaron y lucharon por ella aun antes de que apareciera Martín Lutero.

Eran espíritus profundamente evangélicos y auténticamente españoles. Los evangélicos de hoy nos beneficiaríamos de conocer más de esos antecedentes a los cuales las necesidades de la política imperial de Carlos V y Felipe II y la inquisición pusieron fin.

En su ya clásica Historia del Cristianismo Justo González se ocupa de los comienzos de la Reforma Protestante en la sección que titula “La era de los Reformadores”. Dedica el primer capítulo de esa sección a la reina Isabel la Católica (1451-1504), y al Cardenal Cisneros (1436-1517), cuyas historias fueron anteriores a la aparición pública de Martín Lutero (1483-1546). El matrimonio de Isabel reina de Castilla y Fernando (1452-1516) rey de Aragón personificó la unión de los dos más importantes reinos de España. Su nieto Carlos V de Alemania y I de España (1500-1558), y el hijo de éste, Felipe II (1527-1598) jugaron un papel clave en relación con la conquista de América y la reforma religiosa en España.

Nos recuerda González que: “Durante la época de la Reforma, España era un centro de actividad intelectual y reformadora. Si bien es cierto que la Inquisición fue frecuentemente una fuerza opresora, no es menos cierto que en muchos otros países, tanto católicos como protestantes, había otras fuerzas de la misma índole.  Además, mucho antes de la protesta de Lutero, las ansias reformadoras se habían posesionado de buena parte de España, precisamente gracias a la obra de Isabel y sus colaboradores.” [2]

Fue por su anhelo de reforma que la reina Isabel decidió elevar a Francisco Jiménez de Cisneros, un fraile franciscano caracterizado por la pobreza y austeridad propias de su orden, a la posición de confesor de la Reina, primero, y luego arzobispo de Toledo y primer prelado de la iglesia española. Así la reina y el arzobispo se dieron juntos a la tarea de reformar a la iglesia, empezando por una reforma de los conventos.

Reflexionando sobre estos hechos el conocido pastor y teólogo José María Martínez llega a esta conclusión: “Con la Reforma de Cisneros perdía fuerza una de las razones de la Reforma protestante: la necesidad de poner fin a la relajación moral del clero. Sería interesante investigar hasta qué punto este movimiento reformador, anterior a la Contrarreforma católica, contribuyó a frenar la Reforma luterana en la Península.”[3]

Los evangélicos en la España de hoy, debemos recordar que los misioneros británicos y estadounidenses que vinieron con el Evangelio desde mediados del siglo 19, habían sido precedidos por esfuerzos reformadores anteriores a la Reforma que emprendió Lutero, y por las víctimas de la Inquisición que ya en el siglo 16 se atrevieron a traducir la Biblia y difundirla y a vivir y comunicar el Evangelio de la salvación por fe en Jesucristo, aun a riesgo del martirio.

Sin movernos un ápice de nuestra convicción y vivencia del Evangelio hoy podemos también pensar que el Espíritu Santo esté despertando un ansia de Reforma entre algunos católicos de la España actual, con los cuales podríamos dialogar y quizás colaborar.

A ello nos ayudará una conciencia histórica más completa y rica y una confianza de que Dios sigue obrando hoy en la historia.

 

[1] Justo L. González y  Harold Segura, Eds.La Reforma en América Latina. Pasado, presente y futuro, Ed. AETH, 2017.

[2] Justo L. González, Historia del Cristianismo Tomo 2, Unilit, Miami, 1994; p.22.

[3] José María Martínez, La España evangélica ayer y hoy, Andamio-CLIE, 1994; p.35

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