Niños para el verano

Ellos son capaces de llegar a reflexiones tan brillantes sin esfuerzo, sin asesores, mientras a nosotros nos cuesta tanto decir algo ingenioso. 

19 DE AGOSTO DE 2017 · 20:25

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Ya creo haber explicado que me he tomado un mes de Agosto tranquilo y sin profundizar demasiado para mis artículos semanales. Es decir, un no preocuparme de hacer Anábasis alguno, concepto griego que puede significar: “subida, expedición hacia el interior” y que Jenofonte usa en su Literatura. Ni tampoco aventurarme a una Catabais, como un descenso de algún tipo, como bajar una ladera, el sol al atardecer o una expedición hacia el interior; nada en estas líneas.

Por mucho que haya leído estos días, que el Verano está para darle un respiro a la mente, algunos prefieren aprovechar el tiempo para despachar los clásico más densos, y yo mismo en uno de los programas de Radio haya recomendado “Libros para el Verano”, en este corto espacio de tiempo voy a elegir lecturas muchísimo más fáciles que las ochocientas páginas y pico de "Guerra y Paz” y es que voy a tratar como “libros cortos”, algunos de los pensamientos que en años de dirigir Campamentos, y tener que hablar horas y horas a niños y adolescentes, aprendí y sigo recordando.

Ruego que mis lectores, se acerquen a este Artículo de dos maneras. La primera, dejarse llevar por la frescura ¡qué bien nos viene para tiempo de calores! y las ocurrencias que dicen los niños, sin más y disfrutar. Y la segunda es preguntarse por qué ellos son capaces de llegar a reflexiones tan brillantes sin esfuerzo, sin asesores, mientras a nosotros nos cuesta tanto decir algo ingenioso. 

Una tarde de Verano, Campamentos “Monteluz”, en la hora del baño, se me acercó un niño y me dijo: “Pastor, yo nunca bebo agua de la piscina por las cosas desagradables que otros niños hacen en ella” y me quedé pensando ¿a qué se referirá?

Los niños son seres libres, que piensan bastante libremente y que llegan más allá en sencillas formas de ocurrencias y reflexiones. A uno de mis nietos le dije: “eres muy listo…” y sin apenas mirarme me contestó: “ya lo sabía”. En otra noche campamentista, cuando aún se podía hacer fuego nocturno, y hablar de las estrellas y la hermosura de la Creación de Dios, un niño me preguntó: “Pastor, ¿y por qué hay un solo Dios?”; mientras yo pensaba una respuesta convincente, otro niño de los del corro dijo: “porque es tan grande que no hay sitio para otro… ¡tonto!” y me quedé sorprendido, en ocasiones sus argumentos son difíciles de contestar y usan su sentido del humor sin darse cuenta, como una forma para decir con precisión lo que sienten.

Tuve una clase para niños en la que empleé casi una hora hablándoles. Eran tiempos en que no se conocían ni los móviles, ni Internet, ni “cara libro” ni “Instagram”, así que se les podía hablar algo más largo que en la brevedad de hoy. No obstante, cuando terminé la clase, uno de los niños me preguntó: “Pastor cuando mi mamá me pregunte qué he aprendido ¿qué le digo?”; vamos, sin comentarios. 

“Dios me perdonará, es su oficio”, así zanjó un niño el tema de la culpabilidad. No hay duda que con la edad hemos perdido algo muy valioso, ese “volverse como niños” del consejo de Jesús. Y tenemos que recurrir a libros e importantes lecturas para construir nuestros temas y conversaciones. Y cuando vas a opinar de la forma espontánea como lo haría un niño, nos callamos, porque nos da vergüenza. 

Otra de piscina campamentista. Un niño se acercó a una de las monitorias y le preguntó: “monitora, si me pongo muy moreno ¿seguiré hablando español?” y en otra de las clases de campamentos, y tratando el Monitor de explicar la bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación”, preguntó ¿por qué lloran las personas? y raudo, uno de los alumnos respondió: “los mayores son fuertes y no lloran de dolor… lloran de tristeza, de amor, de cebolla…”. Una pregunta que he hecho cientos de veces a los niños y adolescentes, para crear diálogo es: “¿qué quieres ser cuando seas mayor?” y tengo grabadas respuestas interesantes, pero en estos momentos recuerdo la de un niño que nos dijo: “yo quiero ser trastero, para poder llevar trastores”. Hubo que explicarles a los niños qué quería decir. Otro dijo muy serio: “yo, cuando sea mayor quiero ser como mi padre, pero con pelo”. El tema de otro Campamento fue sobre José: “el Príncipe de Egipto” y en plena clase, uno de los niños preguntó: “Pastor ¿la leche desnatada de dónde sale?”, no tuve tiempo, otro se adelantó y exclamó: “de las vacas flacas”. Y será difícil que olvide la tarde que me encaré con uno de los adolescentes más rebeldes, y le reclamé: “¿así que eres tú quien dice palabrotas a tus compañeros?” y el muchacho con cara de medio matón me contestó “¿quién se lo ha chivado?” y cuando raudo le respondí, “un pajarito” tuve que oírme de otro niño: “no diga mentiras Pastor, los pajaritos no hablan”. Sí, mi dietario de los “libros de niños para el Verano” es extenso, pero lo dejamos para otro momento.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Niños para el verano