Adiós, hermano

Sí, es a ti, que has dejado de saludar a los que no te son afines, ya sean de tu propia comunidad o de alguna otra ajena.

21 DE JULIO DE 2017 · 08:00

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Adiós, hermano. No te escondas, hombre.

Sí, es a ti, que has dejado de saludar a los que no te son afines, ya sean de tu propia comunidad o de alguna otra ajena.

Será bueno que recuerdes la amabilidad espontánea que surgía de ti mientras tal o cual persona te seguía la corriente. Te deshacías en elogios hacia ellos, besos, abrazos, golpecitos en los hombros, mensajitos de Facebook, toquecitos por Whatsapp hasta en el baño.

Ahora mírate, estás de pie, alzando la voz en el canto, codo a codo entre ellos, celebrando el amor de Dios en comunidad  y ni siquiera te atreves a mirarles a la cara, ¿examinas el contenido de los versos que estás cantando? No estaría mal si lo hicieras.

Termina el culto y ni te acercas. Has olvidado aquella afable conversación que solíais tener antes de marcharos cada uno a vuestras casas. Es más, te los encuentras en la calle y te haces el tonto, el tonto de verdad elevado a la más alta potencia, puesto que todo el mundo se da cuenta de lo mal que disimulas tu ceguera para no verles y tu mudez para no tener que darles los buenos días o las buenas tardes.

Con este comportamiento tuyo sacas a la luz todo el ridículo que llevas acumulado dentro y no te conformas con eso sino que, además, luego vas a los de tu cuadrilla y les cuentas con valentía lo que has hecho, que te has encontrado con Fulano o con Mengana y no se te ha movido el alma para ir a estrecharlos, y lo cuentas riendo, te sientes pletórico con tu hazaña, porque te crees vencedor.

Pero en realidad eres un cobarde y te apartas del evangelio cada vez que haces eso, lo sabes. Lo sabes de verdad porque cuando luego, ya en casa te quedas solo, solo nada más que con la compañía de tu cabeza, ella empieza a batir tus pensamiento y la campanita del interior del cerebro comienza a tintinear furiosa hasta que su soniquete se te instala entre las dos sienes y te empieza a sacar a la luz tu mala actitud y te avergüenzas.

Anda, da un paso adelante, el segundo dicen que es más fácil. Procura afianzarte en tu disposición al cambio, hacia una actitud cordial. Si lo ves necesario, tómate un Ibuprofeno, verás que bien te sienta.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Adiós, hermano