La sanguijuela bíblica

Al parecer, el nombre hebreo para sanguijuela equivale a una insistente petición: “¡dame, dame!”.

13 DE JULIO DE 2017 · 19:40

Sanguijuelas (Grassé, P.- P., 1976, Zoología, 1. Invertebrados, Toray-Masson, Paris, p. 334),
Sanguijuelas (Grassé, P.- P., 1976, Zoología, 1. Invertebrados, Toray-Masson, Paris, p. 334)

Las sanguijuelas son gusanos pertenecientes a los anélidos como las lombrices de tierra. Pero se diferencian de ellas por poseer dos ventosas, una en cada extremo del cuerpo.

Se conocen más de 600 especies distintas perfectamente identificadas. Aunque solamente unas 15 de ellas han sido utilizadas por el hombre con fines medicinales. La especie mejor conocida es la Hirudo medicinalis o sanguijuela medicinal.

Antiguamente fueron muy utilizadas en medicina porque se creía que al extraer sangre del cuerpo humano podían curar ciertas enfermedades. Su uso para fines médicos se conoce desde hace más de tres mil años.

En 1833, Francia importó más de 40 millones de sanguijuelas para tratar dolencias como el delirium tremens, la locura, ciertas afecciones de la piel, tumores, tosferina, gota, obesidad y muchas otras.

Algo que hoy puede hacernos sonreír pero que, en aquellos tiempos en los que se desconocían los antibióticos, los médicos se tomaban muy en serio. De ahí que no resulte extraño que, en el siglo XIX, a los cirujanos se les llamase precisamente así: ¡sanguijuelas! T

odavía en la actualidad, la terapia con sanguijuelas es una práctica recomendada por los amantes de la medicina natural. Se usan sobre todo para combatir la artritis y los procesos inflamatorios, tanto en animales como en las personas, entre otras muchas dolencias.

La mayor parte de las especies de sanguijuelas son de agua dulce, aunque también hay especies marinas y terrestres. Nadan mediante ondulaciones de su cuerpo, o bien pueden desplazarse adhiriéndose alternativamente al sustrato con cada ventosa.

Muchas son parásitas de diferentes especies animales, como peces, anfibios o mamíferos, y también hay algunas que pueden atacar al ser humano.

Se pegan a la piel y con sus tres afiladas mandíbulas hacen una pequeña incisión en forma de “Y” griega. Al mismo tiempo, inyectan su saliva que contiene una sustancia anestésica, otra que impide la coagulación de la sangre y una tercera que causa la dilatación de los vasos sanguíneos. De este modo, algunas especies antes de desprenderse son capaces de succionar una cantidad de sangre equivalente a diez veces su propio peso.

No obstante, el principal peligro que supone la mordedura de la sanguijuela no es la pérdida de un poco de sangre, sino la posible infección bacteriana que puedan producir.

Uno de los inconvenientes de beber agua de fuentes o manantiales naturales no tratados es precisamente el hecho de que se pueda tragar accidentalmente alguno de estos animales.

Pues, si se fijan a las mucosas de la boca, garganta o nariz, al hincharse de sangre pueden provocar asfixia o causar hemorragias internas. En países del Próximo Oriente y en la India, muchos animales domésticos (como vacas, caballos y perros) mueren cada año de esta manera.

Tradicionalmente, a las personas ávidas de dinero y que poco a poco van apoderándose de los bienes de otros, se les ha llamado también “sanguijuelas”. Este es precisamente el sentido que tiene el único versículo de la Biblia -señalado al principio- en que se menciona a tal animal.

En efecto, entre los proverbios que se refieren a las cosas insaciables de la naturaleza, figura la sanguijuela que, según la perspectiva de su autor, sería un animal que nunca tiene bastante alimento. Al parecer, el nombre hebreo para sanguijuela equivale a una insistente petición: “¡dame, dame!”.

 La Biblia condena en repetidas ocasiones tanto la avaricia como la usura. En el libro de Levítico, Dios dice: “y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia” (Lv. 25: 35-37).

Y, en Proverbios (28: 8): “El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, para aquel que se compadece de los pobres las aumenta”.

De manera que según la Escritura, la persona justa se distingue del resto de la gente en que no especula y ni trafica con la necesidad ajena. Es decir, en que no actúa como una sanguijuela.

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