Mendigando amor

Difícil asimilar el ocaso para quien creyó ser invencible; absurda pretensión para el ser nacido del barro.

10 DE JULIO DE 2017 · 09:55

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Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será. Miguel de Unamuno

Intenta evocar los restos de un diálogo inacabado, desea hacer suya alguna frase y adjudicarle un pronombre posesivo: mío, tuyo, nuestro…  y así, no sentirse tan desvaída.

Lleva años recluida en una soledad que tontamente se impuso y que ahora la ahoga no le permitiéndole encontrar la luz. Una soledad que desea llenar con miradas cómplices.

Lo que en su día fue un encierro deseado se ha convertido en un encarcelamiento sin sentido, desagradable, ahogante.

Hoy todas las señales le indican que está perdida. Hoy solo quiere mendigar unas migajas de amor.

Dejó pasar demasiadas oportunidades enfundada en un traje de autosuficiencia. Quiso ser la reina de su reino, un lugar inexpugnable donde se sentía poderosa, fuerte, inquebrantable.

Los años hacen mella en la carne, el espíritu se encorva con el paso de los días, la vejez puede ser una etapa difícil para quien nunca se dejo acariciar por una mano amiga. No existen cicatrices porque nunca hubo heridas, no existen los recuerdos porque nunca acaecieron aventuras, todo se ciñó en torno a ella propagando el olor hedonista de una vida centrada en círculos concéntricos portadores de sus credenciales.

Ahora la vejez sombrea su piel, blanquea el cabello, tiñendo de cansancio lo que antes fulgía vigoroso. Se siente perdida en un cuerpo que no es el suyo, un cuerpo al que le han salido escorrentías deshaciéndose en finas hebras de cansancio.

Difícil evocar lo no vivido, ahuyentar fantasmas que cercen en una estancia plagada de ingratitud.

Difícil asimilar el ocaso para quien creyó ser invencible; absurda pretensión para el ser nacido del barro.

Hoy siente los lances de la vida y pide con silenciados gritos comer las migajas que caen de la mesa, esas migajas destinadas a los perros y que ella anhela cual sustento del alma. Jamás imaginó desear tanto un frugal alimento.

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