La Eva bíblica y la mitocondrial

La Eva mitocondrial coincide mejor, desde el punto de vista genético, con la bíblica que con una antecesora simiesca.

25 DE JUNIO DE 2017 · 13:30

,

En el tercer capítulo del libro de Génesis, se dice que Adán llamó Eva a su mujer, por cuanto ella sería la madre de todos los vivientes. Miles de años después de que se escribieran estas palabras, y a pesar de tantas hipótesis como se han sugerido en tiempos recientes, estamos asistiendo hoy a la reafirmación de esta enseñanza bíblica fundamental. A saber, que Eva fue la madre de todos los seres humanos.

Quizás ciertos científicos evolucionistas lamenten ahora haber acuñado el concepto de “Eva mitocondrial” -creado de manera burlona para ser como una bofetada en plena mejilla de la famosa historia bíblica- porque lo cierto es que los estudios genéticos respaldan esta idea de que sólo hubo una progenitora de toda la humanidad. A pesar de que se diga que esta primera mujer no fue la única que existía en su momento y que el ADN nuclear indicaría que el tamaño de la población humana antigua nunca decayó por debajo de algunas decenas de miles de personas, la verdad es que la Eva mitocondrial sigue siendo un problema para la teoría de la evolución.

Aclaremos en primer lugar qué es una mitocondria, para qué sirve y qué contiene que la hace tan relevante en el tema que nos ocupa. Las células de nuestro cuerpo requieren energía que obtienen por medio de reacciones químicas muy complejas. La mayoría de estas reacciones, sobre todo aquellas en las que interviene el oxígeno, ocurren en el interior de unas minúsculas bolsitas u orgánulos llamados mitocondrias. Cada célula puede contener centenares de ellas. Pero, además de esta importante función energética, la singularidad de las mitocondrias se debe a que poseen su propio material genético. Es decir, tienen un ADN circular que constituye un pequeño cromosoma parecido al de las bacterias.

Este ADN mitocondrial (ADNmt) es muy importante en los estudios sobre el linaje humano por dos razones principales: primero, porque su variabilidad sólo puede deberse a las mutaciones ya que nunca experimenta el proceso de la recombinación que ocurre entre los cromosomas del núcleo celular de machos y hembras. Y, segundo, porque únicamente se transmite a la descendencia por vía materna. En efecto, los orgánulos de la célula huevo (cigoto) proceden solamente del óvulo materno y, por tanto, se transmiten siempre a través de las mujeres. En la fecundación, el espermatozoide sólo aporta sus cromosomas nucleares, ya que el ADNmt masculino queda fuera del óvulo y es eliminado. De esta manera resulta posible rastrear la ascendencia del cromosoma mitocondrial a través de las generaciones. De la hija a la madre, de ésta a la abuela materna, la bisabuela materna, la tatarabuela materna y así sucesivamente hasta llegar a la Eva mitocondrial, el ancestro común femenino que poseía las mitocondrias de las cuales descienden todas las mitocondrias de la población humana actual.

Uno de los primeros trabajos publicados sobre la variación del ADNmt en los seres humanos1 produjo una gran conmoción entre los estudiosos evolucionistas del origen de la humanidad moderna. Las conclusiones de este estudio genético sugerían que el hombre no era tan antiguo como decía la ciencia de los fósiles humanos (paleoantropología). Basándose en la técnica del reloj molecular, se estimó que el tiempo transcurrido desde que se produjo la separación de todas las líneas de ADNmt era tan sólo de unos 200.000 años.2 Los análisis apuntaban a que en ese momento vivió la mujer hasta la que podían remontarse dichas líneas. Por supuesto, este trabajo fue muy criticado por los paleontólogos ortodoxos que proponían una mayor antigüedad, dando lugar a discusiones académicas que se sucedieron durante años. La polémica entre genetistas y paleontólogos (todos evolucionistas) en torno a la antigüedad humana no hacía más que empezar.

No obstante, posteriormente se han analizado más de 800 secuencias mitocondriales humanas y ha sido posible reconstruir una aproximación a la primera secuencia de la Eva mitocondrial.3 Los resultados indican que el ser humano actual ha experimentado sólo alrededor de una veintena de mutaciones desde la secuencia original de la primera mujer. Aunque en algunos individuos esta cantidad puede ascender al centenar de mutaciones o cambios en el ADNmt. Las estimaciones más recientes para la tasa de mutación en las mitocondrias humanas son de alrededor del 0,5 por generación.4 Esto significa que la mayor parte de las secuencias mutadas sólo requieren unas 200 generaciones (alrededor de seis mil años) para acumular 100 mutaciones. Lo cual significa que la secuencia de la Eva mitocondrial es exactamente la que cabría esperar desde una perspectiva bíblica. Si dicha tasa de mutación es correcta, no haría falta esperar 200.000 años a partir de la primera mujer para obtener las actuales secuencias mitocondriales.

Sin embargo, la idea de una única madre de todos los vivientes no es lo que predice el evolucionismo. Éste afirma que había muchas otras mujeres, aparte de la Eva mitocondrial, con descendientes cuyos genes habrían llegado también hasta hoy, aunque no por vía mitocondrial. Por ejemplo, si una mujer sólo tiene hijos varones, se interrumpe la transmisión del ADNmt, aunque no la del ADN cromosómico nuclear. El ADNmt de esta mujer dejará de estar representado en la población. ¿Podría explicar esto la poca variabilidad que existe hoy en las poblaciones no africanas? Algunos autores han señalado también que la historia evolutiva de las mujeres puede no coincidir con la del conjunto de la población humana. Todos estos argumentos han tenido sus correspondientes réplicas y contrarréplicas en la literatura científica, aunque no se ha alcanzado la unanimidad.

No obstante, si la perspectiva evolucionista fuese correcta, debería haber muchos más tipos mitocondriales antiguos. Si la humanidad salió por primera vez de África hace más de un millón de años, como propone la teoría evolutiva, y divergió después en las poblaciones de Homo erectus en África, Europa, Asia y Australia, durante todo ese tiempo en cada continente se debería haber formado una propia secuencia mitocondrial distintiva. Pero esto no se observa en las diferentes etnias humanas actuales. Si realmente el ser humano (Homo sapiens) procedente del continente africano se hubiera apareado con descendientes del Homo erectus (como los neandertales y los denisovanos), la humanidad actual debería tener una enorme diversidad mitocondrial y no sería posible detectar una secuencia de comienzo claramente discernible como la encontrada.

Pero lo cierto es que cuando se trazan mediante mecanismos genéticos los árboles genealógicos de las diversas poblaciones humanas que habitan actualmente el planeta, se encuentran ramas coincidentes, denominadas haplogrupos, que van convergiendo cada vez más hasta alcanzar una sola rama común. Y esta rama es el ADN mitocondrial proveniente de un primer ancestro femenino.

Otros científicos han argumentado que quizás la secuencia común de la Eva mitocondrial podría haber surgido por casualidad, incluso aunque no hubiera existido una Eva literal. Esta otra hipótesis se conoce como la “teoría de la coalescencia”. El problema con este planteamiento -que asume que la primera mujer pertenecía a una gran población- es que requiere muchas suposiciones más que resultan poco realistas. La coalescencia global necesita el mantenimiento sostenido a lo largo del tiempo de una única población de reproducción unificada y con apareamientos perfectamente aleatorios. Pero esto falla en cuanto se dan condiciones biológicas reales como intercambios entre subpoblaciones aisladas o tribus diferentes. Entonces el cálculo de la coalescencia se vuelve imposible.

Lo que se observa históricamente es que los grupos humanos han tendido siempre a mezclarse, extenderse y distanciarse de las poblaciones competidoras, constituyendo así nuevas tribus locales. Lógicamente, etnias como los aborígenes australianos antiguos, por ejemplo, no se acoplarían normalmente con los pueblos africanos por razones geográficas. Pero cuando éstas no existían, las integraciones eran habituales. Esto significa que la coalescencia evolutiva no puede aplicarse de forma realista a la humanidad primitiva a nivel mundial. En los orígenes de la humanidad, las tribus aisladas se diferenciaban claramente unas de otras, dando lugar a la aparición de rasgos étnicos o casi raciales. Lo cual habría repercutido negativamente en la preservación de cualquier diversidad mitocondrial que hubiera estado presente al principio. De manera que, desde el evolucionismo, resulta muy poco razonable esperar una clara secuencia mitocondrial de Eva, teniendo en cuenta lo que se sabe acerca de la reproducción humana.

Pues bien, esto que supone un serio inconveniente para la teoría de la evolución, es lo que cabría esperar si el Diseñador inteligente hubiera creado de manera sobrenatural a la primera pareja humana, tal como afirma la Escritura. Independientemente de la cronología asumida, lo que está claro es que la Eva mitocondrial encaja bien con la Eva bíblica. Es evidente que los 200.000 años propuestos desde el evolucionismo no suponen un inconveniente para el creacionismo de la Tierra antigua, ni para muchos partidarios del Diseño inteligente y que será únicamente el creacionismo de la Tierra joven quien critique esta cantidad de tiempo. Como todos aportan argumentos razonables, es menester ser prudentes y estar abiertos a nuevos datos o descubrimientos. A pesar de todo, la Eva mitocondrial coincide mejor, desde el punto de vista genético, con la bíblica que con una antecesora simiesca.

 

1 Cann, R., Stoneking, M., y Wilson, A., 1987, “Mitochondrial DNA and human evolution”, Nature, 325, 31-36.

2 “New ‘molecular clock’ aids dating of human migration history”, 2009, https://www.leeds.ac.uk/news/article/245/new_molecular_clock_aids_dating_of_human_migration_history.

3 Robert W. Carter, 2007, “Mitochondrial Diversity within Modern Human Populations,” Nucleic Acids Research, 35, nº 9: (May 2007): 3039-3045.

4 Lorena Madrigal, et al., 2012, “High Mitochondrial Mutation Rates Estimated from Deep-rooting Costa Rican Pedigrees,” American Journal of Physical Anthropology, 148, nº 3 (July, 2012): 327-333.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - La Eva bíblica y la mitocondrial