Lo bueno y lo malo de la teología de Paul Tillich

Una evaluación evangélica de la teología de Paul Tillich.

17 DE JUNIO DE 2017 · 21:20

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Paul Tillich (1886-1965) fue uno de los teólogos alemanes más destacados del siglo XX.

Hoy queremos centrarnos en los aspectos positivos y negativos de su pensamiento desde una perspectiva evangélica.

1.- Un gran celo de evangelizar

Como en el caso del teólogo romántico decimonónico, Federico Schleiermacher (1768-1834), Tillich soñó con alcanzar al hombre moderno con la buena noticia de la justificación por la fe.

Mediante su novedoso y atrevido método apologético de correlación, el alemán quiso contestar las inquietudes existenciales que asfixiaban los corazones de los hombres de su época a partir de la verdad cristiana.

2.- Un pensador sistemático

Al margen de que estemos de acuerdo o no con el contenido de la teología de Tillich, no hay duda de que su forma sistemática a la hora de pensar es, en mi humilde opinión, hermosa. A nivel simplemente estético, los tres tomos de la teología sistemática son preciosos.

Tillich es un varón que sabe pensar de manera coherente con su cosmovisión y en todo momento es fiel a los grandes presupuestos que forman la base de su sistema. Los evangélicos actuales haríamos bien en volver a pensar en términos de sistemas y en examinar las estrechas interrelaciones entre las verdades cardinales del protestantismo.

3.- El teólogo de la torre de marfil

Tillich, como los teólogos liberales de siglo XIX, fue un apologeta para la gente culta y acomodada. Servía a las clases altas de una sociedad individualista y capitalista; no a la gente común y corriente. No se preocupó por la suerte de los pobres (Gálatas 2:10) ni se acordó de vida más allá del alma del individuo.

Ya que Tillich redujo su teología a la esfera subjetivista del ser humano –enfocada en la ansiedad y alienación existencial- no se interesó en las implicaciones radicales de la metáfora bíblica de la liberación.

4.-Menosprecia la Biblia

En la introducción a su magnum opus, nuestro pensador comenta que la Biblia es “la fuente fundamental” de la teología; no obstante, a diferencia del espíritu exegético que caracteriza los escritos de Karl Barth, Tillich apenas interactúa con las Escrituras a lo largo de sus tres tomos (casi 900 folios en inglés).

Su doctrina de la inspiración de la Sagrada Escritura dista mucho de la perspectiva del protestantismo ortodoxo. Afirma que: “La inspiración de los escritos bíblicos reside en su respuesta tanto receptiva como creadora ante unos hechos potencialmente reveladores.

La inspiración de los escritores del Nuevo Testamento tiene que ver con su aceptación de Jesús como el Cristo y con él, del Nuevo Ser, del cual llegaron a ser testigos. Puesto que no hay revelación sin que alguien la reciba como tal, el acto de recepción forma parte del evento de la revelación”.1

Donde la ortodoxia recalca que las palabras de la Biblia fueron inspiradas por el Espíritu (2 Timoteo 3:16), Tillich ubica la inspiración en la respuesta receptiva y creadora del hombre.

En otras palabras la revelación no es objetiva (datos, información) sino subjetiva (un evento, una nueva realidad existencial, participación en el fundamento del ser). Así descarta el alemán la noción clave de la revelación proposicional que caracteriza el protestantismo clásico.

 

El teólogo alemán Paul Tillich (1886-1965)

 

5.- Arranca desde el hombre

Puesto que el punto de partida del sistema de Tillich no es el mensaje teocéntrico de las Escrituras, nuestro teólogo se ve obligado a empezar desde abajo, a saber, desde el ser humano. Su método de correlación es una clara demostración de este principio antropocéntrico.

En vez de permitir que Cristo sea el Señor de su apologética, Tillich presupone que las preguntas del incrédulo moderno hayan de ser la verdadera base del quehacer teológico. ¿Es posible, entonces, aceptar la teología de Tillich como una verdadero exposición de la fe cristiana? ¿No sería más correcto verla como una glorificación del hombre post-kantiano, autónomo y auto-suficiente, el cual crea a una deidad conforme a su propia imagen y semejanza?

6.- La modificación de Dios

En base a su metodología humanista que presupone la idea anti-bíblica de la autonomía del hombre, Tillich va modificando todas las doctrinas clave del cristianismo, una por una. Aunque los tomos dos, tres y cuatro de la teología sistemática parezcan seguir un arreglo trinitario, Tillich no cree en la doctrina de la Trinidad.

La idea de la personalidad de Dios es un símbolo confuso para Tillich; y opta por decir que Dios es aquello que nos preocupa fundamentalmente.

Dios, según el alemán, es “el ser en sí” o “el fundamento del ser” o “el poder del ser”. En vez de pensar en Dios como más allá de nosotros (transcendental) y como un agente con atributos personales como en el teísmo clásico, hay que entender que Dios es el fundamento de nuestro ser de manera inmanente.

Por esta razón, no se puede hablar de Dios más allá de la esfera de lo existencial (a partir de nosotros). Sólo hay una realidad: la de Dios. Ya que Dios es el ser en sí, todos los seres humanos participamos de Dios (seamos cristianos o no).

Cuando nos sentimos amenazados por el peligro del no-ser, Dios niega esta inseguridad, dándose a conocer como nuestro “poder del ser”. Dios, pues, es el que afirma al ser humano.

Es por esta razón que muchos de sus críticos siguen tachando a Tillich de panteísta aunque el alemán, sin mucho éxito, procuró distanciarse de semejantes acusaciones. Su deidad carece de atributos personales y su teología propia sigue siendo muy ambigua. Según Francis Schaeffer: “Tillich […] habla del ‘Dios detrás de Dios’ pero sin definir el significado del primer vocablo ‘Dios’”.2

 

Schaeffer criticó la teología de Tillich en el siglo XX.

 

7.- La modificación de Cristo

A la luz de su existencialismo, Tillich no toma en serio la historicidad literal tocante a la vida de Jesús de Nazaret. Da igual si Jesús existió o no. Siguiendo a Martin Kähler (1835-1912), Tillich opina que lo que realmente importa es el Cristo de la fe, no el Jesús de la historia porque la historia no tiene nada que ver con la esfera existencial. De esta manera Tillich procura salvaguardar la fe cristiana de los críticos históricos.

La importancia de Cristo reside en que es el portador del “nuevo ser” (tal vez el concepto más importante en el sistema de Tillich). Como portador del nuevo ser, por un lado Cristo representa la unión que hay entre Dios y el hombre y por el otro, es el modelo perfecto de lo que el hombre ha de ser. Es a través del símbolo de Cristo que el hombre puede vencer la amenaza del no-ser.

Ahora bien, hay que recordar que el Cristo de Tillich no es un ser divino. Tillich desecha la cristología ortodoxa negando su nacimiento virginal, encarnación, muerte expiatoria en la cruz por los pecados de su pueblo y su resurrección corporal al tercer día.

Es un Cristo existencialista puro y duro, más afín a la corriente gnóstica, divorciado de la historia real.

8.- La modificación del pecado y la salvación

De la misma forma, el pecado según Tillich es cien por cien existencialista. La caída y el pecado original no pueden ser interpretados literalmente sino simbólicamente. ¿Qué quiere decir la caída?

Significa que el hombre, en su finitud, se encuentra alienado del fundamento de su ser. Esta inquietud solamente puede ser vencida por el poder del nuevo ser (dado a conocer en el Cristo).

En cuanto a la doctrina de la salvación, es más de lo mismo. La soteriología de Tillich es ontológica, no ética. Se trata de vencer la alienación existencial que experimenta el hombre por causa de la angustia al darse cuenta de que está alejado del fundamento de su ser.

La salvación del ser humano se da cuando éste cree por la fe que Jesús como el Cristo es el portador del nuevo ser. Al ejercer fe en el Cristo, el creyente llega a ser uno con el nuevo ser, siendo absorbido por él.

9.- Distorsiona a Calvino

En plan personal, fue bien sorprendente para mí leer a Tillich destacar que Calvino, en las primeras líneas de su Institución, expresó la esencia del método de la correlación. Discrepo rotundamente. El sistema reformado de Calvino niega la metodología tillichiana ‘in toto’.

Antes que nada, Calvino era un reformador protestante, no un tomista. No creía para nada en la supuesta autonomía del hombre y bajo ningún pretexto defendió la analogía del ser.

Segundo, Calvino tampoco era un post-kantiano con una dicotomía radical entre lo fenomenal y lo noumenal (y posteriormente entre historie –la historia literal- y geschichte –la esfera existencial de significado-).

Tercero, Calvino nunca propuso la idea de que el ser humano está amenazado con el peligro del no-ser (concepto heleno) sino con la ira de un Dios santo y trino.

Cuarto, Calvino no creía que el hombre pudiese entender su estado espiritual sin un corazón regenerado por el poder del Espíritu Santo.

Quinto, el Dios de Calvino es un Dios que habla, no así la deidad del método de la correlación donde el único que habla es el hombre auto-suficiente, orgulloso de sí mismo.

Sexto, Calvino no define a Dios según presupuestos filosóficos sino a la luz de Jesucristo y la Escritura.

Séptimo y más importante de todo, la meta de la teología de Calvino es la gloria de Dios, no la glorificación del hombre moderno.

En pocas palabras: el sistema teológico utilizado por Calvino no tiene nada en común con la correlación de Tillich.

10.- El ateísmo no existe

Si Dios es el fundamentado del ser, todos los seres humanos participamos de Dios. En realidad, no podemos estar nunca separados de él (digo ‘él’ por falta de mejor término). Ya que la existencia objetiva de Dios es un sinsentido para Tillich; hasta los ateos pueden llegar a ser creyentes y, de hecho, lo son cuando se abren a su “preocupación fundamental” (algo parecido a la “dependencia absoluta” de Schleiermacher).

Uno, pues, puede ser creyente sin ser religioso. Cada vez que un así llamado ‘ateo’ se deja agarrar por su preocupación fundamental, se mueve en la esfera de la revelación y, aunque no crea en el Dios del teísmo, se constituye creyente.

La ortodoxia protestante tampoco cree en la posibilidad del ateísmo, pero por una razón bien distinta a la de Tillich. El mensaje de Calvino es que los seres humanos poseen la verdad de Dios sin embargo, en términos de Pablo, siempre la “detienen con injusticia” (Romanos 1:18).

Calvino resalta que el pecador sabe que Dios es, pero pelea contra este conocimiento que le es dado en la naturaleza de forma objetiva en su conciencia de manera subjetiva.

En cuanto la revelación objetiva comenta el francés: “De tal manera se ha manifestado Dios en esta admirable obra del mundo y cada día se manifiesta y declara, que no se puede abrir los ojos sin verse forzado a verlo” (Institución, 1.5.1).

Con respecto al aspecto subjetivo: “Los hombres tienen un cierto sentimiento de la divinidad en sí mismos; y esto, por un instinto natural. Porque […] Dios imprimió en todos un cierto conocimiento de su divinidad” (Institución, 1.3.1).

Hacia una evaluación evangélica

Como pueblo evangélico, podemos apreciar el espíritu evangelizador y el pensamiento sistemático de Tillich. En este sentido el alemán tiene mucho que enseñarnos.

No obstante, percibimos dos grandes errores en el pensamiento tillichiano, a saber, su antropocentrismo y, ligado a ello, su celo ontológico (una preocupación más bien griega que hebrea). Estos dos factores distorsionan todas las doctrinas distintivas de la fe cristiana y terminan negando la Palabra autoritativa del Señor.

Tristemente, Tillich es más filósofo que teólogo y, en vez de someter su metodología a la autoridad de la Escritura, tuerce la doctrina cristiana para que se someta al sistema de Tillich como una camisa de fuerza.

Este breve artículo sobre la desviada apologética de Tillich sirve para recordarnos que nuestra fe no depende de la sabiduría humana sino de la verdad divina, registrada en la bendita, autoritativa, infalible, inerrante libro de Dios, la Biblia. Escrito está: “La suma de tu Palabra es verdad” (Salmo 119:160).

1 TILLICH, Paul, Systematic Theology I (University of Chicago Press: Chicago, 1951), p. 35.

2 SCHAEFFER, Francis, Huyendo de la razón (Clie: Barcelona, 2007), p. 80.

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