Dromedarios y turistas en Tierra Santa

Eran mamíferos rumiantes capaces de recorrer más de cien kilómetros al día sin comer ni beber. De ahí que se domesticaran en Arabia alrededor del siglo XIII a.C. y se convirtieran en la base de lo que se conoce como las “civilizaciones del camello”.

15 DE JUNIO DE 2017 · 17:00

Foto: Antonio Cruz.,
Foto: Antonio Cruz.

El camello (Camelus bactrianus) y el dromedario (Camelus dromedarius) han sido dos especies animales muy utilizadas como medio de transporte desde la más remota antigüedad. Sin ellos, hubiera sido imposible el desarrollo de importantes rutas comerciales. A pesar de todo, se trata de dos especies de camélidos que en ocasiones se confunden con facilidad. Veamos pues en qué se diferencian.

En primer lugar, los dromedarios o camélidos de un sola joroba son originarios de la Península Arábiga, donde pueden llegar a soportar más de 50º C de temperatura. En cambio, los camellos de dos jorobas son oriundos del Asia Central y están adaptados a vivir en ambientes con inviernos largos y fríos, como los que se dan en el desierto de Gobi.

El rasgo visible que mejor diferencia ambas especies es, sin duda, las jorobas. Tal como señalamos, los dromedarios presentan solamente una, mientras que los camellos tienen dos. Se trata de una estructura formada fundamentalmente por tejido graso, del que pueden obtener energía al deambular por los desiertos inhóspitos y pobres en alimento. Además les protege contra la excesiva pérdida de calor por las noches o cuando bajan demasiado las temperaturas. De ahí que el camello, que vive en ambientes fríos, presente dos jorobas.

 

Foto: Antonio Cruz.

También en relación con el lugar en que habitan está el distinto tipo de pelaje de estos resistentes animales. Los camellos tienen un pelo largo que se vuelve espeso en invierno y debe mudarse en verano, mientras que los dromedarios lo tienen corto todo el año, con el fin de poder disipar mejor el calor.

Los camellos son más pequeños, robustos y pesados que los dromedarios, sus patas son más cortas y adecuadas para terrenos montañosos y helados, mientras que a los dromedarios, más esbeltos, sus largas extremidades les resultan útiles para elevar algo sus cuerpos de las ardientes arenas de las dunas desérticas. Esta adaptación les permite no calentarse tanto y viajar más rápidamente.

Aunque en la Biblia se habla de camellos y dromedarios (Is. 60: 6), en realidad, son estos últimos, los que figuran en ella con mayor frecuencia. Eran mamíferos rumiantes capaces de recorrer más de cien kilómetros al día sin comer ni beber. De ahí que se domesticaran en Arabia alrededor del siglo XIII a.C. y se convirtieran en la base de lo que se conoce como las “civilizaciones del camello”.

 

Foto: Antonio Cruz.

Sus largas patas están perfectamente diseñadas para caminar por las arenas de lo desiertos. Sólo presentan dos únicos dedos con uñas, unidos por una almohadilla plantar. Debajo de la panza poseen un conjunto de celdas acuíferas que constituyen una reserva de agua metabólica.

El carácter del dromedario es bastante imprevisible. Le dan arrebatos de cólera. Puede alterarlo cualquier ruido imprevisto como el grito de un ave. No olvida fácilmente los agravios y se muestra vengativo.

Puede llegar incluso a morder a su dueño o a desmantelar toda una caravana cuando se enfurece. A pesar de todo, son más los beneficios que le aporta al ser humano que los inconvenientes de su talante variable. Los israelitas tenían prohibido comer su carne (Lv. 11: 4; Dt. 14: 7), sin embargo, los árabes podían hacerlo. Su piel era usada para elaborar tiendas y vestidos. Incluso la leche de camella estaba en la base de la alimentación de los beduinos.

Los patriarcas del Antiguo Testamento utilizaban sobre todo los dromedarios o camellos árabes. Abraham y Jacob poseían muchos ejemplares (Gn. 12: 16; 30: 43). Los ismaelitas que se llevaron a José a Egipto, lo hicieron con estos animales (Gn. 37: 25). Rebeca viajó al encuentro de Isaac sobre tales cabalgaduras (Gn. 24: 64). Los madianitas y otros pueblos los emplearon con fines militares (Jue. 6: 5). No obstante, después de la conquista de Canaán, parece que los hebreos hicieron poco uso de los dromedarios ya que no tenían tanta necesidad de viajar.

En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús se refiere al camello en varias ocasiones para señalar la imposibilidad de algunas cosas: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt. 19: 24). Y también la hipocresía de los fariseos: “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (Mt. 23: 24).

 

Foto: Antonio Cruz.

Tomé estas imágenes de dromedarios en Jericó, donde todavía suponen una importante fuente de ingresos para sus dueños palestinos, que pasean fugazmente a sonrientes y satisfechos turistas.

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