Algunas lecturas sobre la Reforma Protestante (XV)

Este libro agrupa reflexiones de teólogos y teólogas de habla castellana que desarrollan su ministerio en Estados Unidos.

11 DE JUNIO DE 2017 · 14:00

,

 

Algunas lecturas sobre la Reforma Protestante (XV)

La gesta de Lutero es evaluada desde diferentes miradas latinoamericanas de la diáspora. El volumen coordinado por Alberto L. García y Justo L. González, Nuestras 95 tesis, a quinientos años de la Reforma (Asociación para la Educación Teológica Hispana, Pembroke Pines, Florida, 2016), agrupa reflexiones de teólogos y teólogas de habla castellana que desarrollan su ministerio en Estados Unidos.

La semana pasada tuvo lugar en la Claremont Graduate University, sur de California, el vigésimo encuentro de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México. Participé en una de las mesas, donde coincidí con Octavio Esqueda, él me obsequió un ejemplar del libro que ahora comento.

En la presentación de la obra, Fernando A. Cascante, director ejecutivo de la Asociación para la Educación Teológica Hispana (AETH), hace la siguiente consideración: “Al igual que en los tiempos de Lutero, estamos viviendo en un mundo que experimenta enormes cambios en lo social, político, económico, religioso, cultural y tecnológico. Son cambios que, como en los tiempos del monje de Wittenberg, también desafían y obligan a la iglesia a repensarse y transformarse”.

Los dieciséis capítulos de la obra repiensan la herencia de Martín Lutero desde diversos ángulos, a la vez que actualizan el legado para revigorizarlo en el espacio confesional con el cual se identifican cada uno(a) de los autore(a)s. Al hacerlo, los distintos enfoques muestran las múltiples facetas de la lid encabezada por el monje agustino en el siglo XVI, sus posteriores desarrollos, apropiación y/o crítica al interior de algún grupo confesional en particular.

El capítulo inicial es de Orlando O. Espín, “A 500 años de las tesis de Lutero: una perspectiva católica”. El autor es profesor de teología sistemática en la Universidad de San Diego, California. Espín hizo su contribución como “latino que es teólogo y católico”. Aclara que la suya no es la perspectiva católica, sino “apenas una”. Con claridad afirma: “Hay que ser ignorante de historia y teología para no reconocer la importancia de Lutero, y cuánto dijo que era verdaderamente necesario. El lector no espere, por lo tanto, una diatriba antiluterana (porque ni aquí ni en ninguna otra parte la hallará de mi autoría) ni tampoco una canonización del fraile agustino de Wittenberg (porque ni a Lutero mismo lo convencería)”.

El apartado segundo lo tuvo a su cargo Leopoldo A. Sánchez M., panameño y luterano, profesor asociado de teología sistemática y Director del Centro de Estudios Hispanos en el Concordia Seminary, Saint Louis, Missouri. Al inicio de su escrito rememora que en Panamá “el calificativo luterano fue empleado en repetidas ocasiones como sinónimo de hereje”. Cuando estudiaba secundaria inició su identificación con los postulados de Lutero, y desde entonces inició un ejercicio para integrar dos herencias que muchos juzgan contradictorias, la luterana por un lado, y por el otro su latinidad.

Salatiel Palomino López es autor del tercer capítulo, “La Reforma desde una perspectiva reformada y latina”. El doctor Palomino es mexicano, con varias décadas de experiencia en educación teológica y el pastorado, fue rector del Seminario Teológico Presbiteriano de México, autor de varios libros, entre ellos Introducción a la vida y teología de Juan Calvino (Abingdon Press, Nashville, TN, 2008). En la actualidad Palomino López es pastor jubilado pero sirve como pastor oficiante en la Iglesia presbiteriana de Ravenswood. Enseña teología y Biblia en diferentes seminarios e institutos bíblicos del área de Chicago Illinois. 

Hoy las iglesias históricas que reconocen como suya la herencia de la Reforma, en sus distintas vertientes, forman parte, en términos generales del mainstream religioso norteamericano. Originalmente en Europa no tenían esa condición, y por esto Salatiel Palomino visualiza un paralelismo entre las comunidades protestantes de aquella centuria y las iglesias latinoamericanas que se desarrollan en Estados Unidos: “Pensar en la Reforma a una distancia de 500 años y desde la perspectiva latina puede resultar sorprendente, ya que en su primer momento aquel movimiento floreció entre personas marginadas y comunidades integradas por inmigrantes que encontraron en el evangelio la fuerza de su transformación espiritual, social, política, económica y cultural. Pero la condición para reactivar esta posibilidad histórica consiste en entender la Reforma como un gran paradigma misional para comunidades dispuestas a transformar la realidad en que viven de acuerdo con la Palabra de Dios. De esta suerte, la celebración ofrece a nuestras iglesias una excelente oportunidad para reencontrar su lugar en los propósitos divinos, impulsando así la labor del cristianismo latino contemporáneo”.

El siguiente capítulo, el cuarto, es obra de Isaías A. Rodríguez, lleva por título “Reflexión sobre el anglicanismo y el mundo hispano”. El autor es profesor de liturgia y espiritualidad en el Centro de Educación Teológica para Latinos, en la Diócesis Episcopal de Atlanta, Georgia. La hispanidad católica y el protestantismo inglés (que adquiriría un talante particular en el anglicanismo) fueron abierta y recíprocamente hostiles el uno al otro en el siglo XVI. Por esto, afirma Rodríguez, “a simple vista, el mundo anglicano y el hispano parecerían no tener nada que ver entre sí”. 

Isaías A. Rodríguez menciona que “cualquier observador de la Iglesia episcopal [nombre que adquiere la anglicana en Estados Unidos] quedará sorprendido del diminuto número de personas de habla castellana que se encuentra en sus filas”. Para comprender tal realidad ofrece varias respuestas, una de ellas es de carácter histórico y misiológico, ya que al respetar el principio de iglesias territoriales que se gestó en el siglo XVI, “en general, la Iglesia anglicana rehusó la labor misionera en toda América Latina por considerarla territorio católico romano. La única excepción fueron las Islas Malvinas o Falkland, colonia británica. Tan firme era esa decisión que incluso en el siglo veinte, cuando se trazaban los planes para la Conferencia Misionera Internacional de Edimburgo, Escocia, en 1910, la Iglesia anglicana insistió en que se debía excluir el misionar en América Latina, puesto que ese territorio pertenecía a la Iglesia de Roma”. Fue hasta 1958 cuando la posición cambió y el anglicanismo incluyó a los latinoamericanos en sus horizontes misioneros y eclesiásticos.

Continuaré glosando la próxima semana el libro sobre las miradas latinas/estadounidenses a Lutero y su legado.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Algunas lecturas sobre la Reforma Protestante (XV)