Diocleciano, fobia a las Escrituras y herejías

Diocleciano inició la quema de las Escrituras. Hay falsos maestros que, simbólica y realmente, lo imitan 17 siglos después; y contribuyen a que “el camino de la verdad” sea blasfemado.

10 DE JUNIO DE 2017 · 21:00

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Para concluir el artículo iniciado la semana pasada (01), veremos en primer lugar lo que J.C.Varetto nos narra en su libro ‘La Marcha del Cristianismo’ (02) sobre el final de la nefasta obra de Diocleciano y su sucesor Galerio, al comenzar el siglo IV de nuestra era: 

La guerra al libro se lleva a cabo con todo vigor, pero grande fue el empeño de los cristianos para sustraer de las manos de los soldados el rico tesoro de la Palabra de Dios. Muchos preciosos manuscritos cayeron, sin duda, en poder de los destructores, pero muy lejos estuvieron de ver realizado su diabólico intento: 

‘¿Dónde están tus Escrituras?’, preguntaron a un cristiano. ‘En mi corazón’, fue la respuesta. En muchos casos entregaron libros de herejes, o escritos de poca importancia, que los soldados y magistrados no sabían distinguir de las Biblias.

Pocas semanas después fue promulgado un segundo edicto en el cual se tomaban medidas más crueles que las de destruir edificios y libros. Aun se mantenía el propósito de que no hubiese derramamiento de sangre, pero se ordenaba que los dirigentes de las iglesias fuesen encarcelados. Desde entonces los fieles testigos del Señor se vieron expuestos a indecibles sufrimientos. Un autor antiguo dice que los subterráneos que anteriormente habían servido para guardar criminales, se vieron bien pronto llenos de obispos, presbíteros, diáconos, lectores y multitud de cristianos de toda categoría. Este segundo edicto fue lanzado porque Diocleciano temía que los cristianos se levantasen en armas contra su autoridad, temor infundado, sin duda, pero que sus malos consejeros presentaban como inminente, a fin de hacerle consentir en las medidas más severas que ellos deseaban ver empleadas. 

Aunque el edicto iba dirigido sólo contra los que ocupaban puestos en las iglesias, en algunas partes la persecución se hizo de carácter más general y afectaron a todos los cristianos. El primer edicto prohibía las reuniones cristianas, y los discípulos, fieles al principio de que es menester obedecer antes a Dios que a los hombres, continuaban reuniéndose para celebrar los actos de sus cultos. Esto daba origen a que muchos fuesen procesados y sometidos a duras pruebas. En la Siria, donde gobernaba el cruel Galerio, y en el África, bajo Maximino, la persecución fue horriblemente sanguinaria y cruel. Como el edicto no especificaba qué clase de castigos había que dar, se creía que toda medida severa debía emplearse para hacer respetar el despotismo de los malos gobernantes. Los siguientes casos servirán para demostrar el heroísmo y fervor de muchos de los llamados a soportar la prueba. 

En un pueblo de Numidia, un grupo de cristianos fue sorprendido mientras estaban reunidos en casa de un lector de las Escrituras, para celebrar la comunión y leer la Palabra de Dios. Muchos de ellos eran jóvenes de corta edad. Todos fueron conducidos a la cárcel y sometidos a la tortura. Fueron llevados a Cartago, y en el trayecto no cesaban de cantar himnos al Señor. Uno de ellos, en medio de sus sufrimientos, clamaba fervientemente: ‘Vosotros estáis procediendo mal, hombres desdichados, mortificáis a los inocentes. No somos malhechores, no hemos cometido ningún delito. ¡Dios, ten misericordia de nosotros! ¡Te doy gracias, Señor, dame fuerzas para sufrir en tu nombre! ¡Libra a tus siervos de la esclavitud de este mundo! ¡Te doy gracias, y sin embargo no tengo fuerza para dártelas! ¡Gloria! ¡Gracias al Dios del reino! ¡Ya aparece, el reino eterno e incorruptible! ¡Oh, Señor, nosotros somos cristianos, somos tus siervos, Tú eres nuestra esperanza!’ Mientras estaba orando así el procónsul le observó que debía haber obedecido la ley del emperador, a lo que contestó resueltamente que él no respetaba otra ley sino la de Dios, y que por ella estaba pronto a morir.

Otro exclamaba: ‘¡Ayúdame, Señor, ten piedad de mí, preserva mi alma y no permitas que sea confundido! ¡Dame poder para sufrir!’ Dirigiéndose al lector en casa de quien habían sido hallados reunidos,- dijo el procónsul: ‘Usted no debió recibirlos en su casa’. El lector contestó: ‘Me era imposible dejar de recibir a mis hermanos'. ‘Pero debió respetar los decretos del emperador’, dijo el procónsul. El lector respondió: ‘Dios es más que el emperador’. Entre los prisioneros estaba una joven cristiana llamada Victoria, cuyo padre y hermano eran aún paganos. Su hermano vino a la prisión para persuadirla a renunciar al cristianismo, y así asegurar su libertad. Al ver que nada podía conseguir, dijo que ella había perdido la razón. El procónsul le preguntó si no estaba dispuesta a irse con su hermano. Ella contestó negativamente, diciendo: ‘No, porque yo soy cristiana, y mis hermanos son los que cumplen con los mandamientos de Dios'. Un muchacho llamado Hilario demostró también la firmeza de su fe en medio de las pruebas. El procónsul creía que sería fácil intimidarlo con amenazas, pero serenamente respondió: ‘Haced lo que os parezca mejor, yo soy cristiano’. A fines del año 303 salió el tercer edicto, concediendo una amnistía condicional. Los presos que quisiesen su libertad tenían que ofrecer sacrificio a los dioses, y al que rehusase había que aplicarle la tortura como castigo. En Antioquia sólo uno permaneció fiel, pero en otras ciudades fue considerable el número de los que perseveraron hasta el fin, rechazando la libertad que se les ofrecía bajo esas condiciones. En abril del año 304 se promulgó el cuarto edicto, más riguroso que los anteriores, pues era dirigido contra todos los cristianos en general. En las ciudades se leían los bandos en las calles, ordenando que hombres, mujeres y niños, tenían que acudir a los templos paganos a ofrecer sacrificios, como acto de sumisión a la religión del Estado, y por lo tanto como acto de abjuración de la fe cristiana. 

Se llegó al punto de confeccionar listas con los nombres de aquellas personas que eran conocidas por su fe, y de todos los que eran sospechosos, y se les citaba nominalmente para que se sometiesen a la voluntad del emperador. Las puertas de las ciudades eran guardadas rigurosamente para que ninguno pudiese huir. Los que no daban satisfacción eran encarcelados. Muchos lograron permanecer escondidos largo tiempo, pero las medidas tomadas para que cayesen en poder de las autoridades eran de tal naturaleza que tarde o temprano eran prendidos.

Algunos escritores han querido disminuir los horrores de esta persecución, alegando que los edictos no ordenaban dar muerte a los cristianos. Esto es cierto, pero no hay que olvidar que un decreto que ordenaba que todos los cristianos ofreciesen sacrificios, era en sí un decreto que ordenaba castigar a los que no obedeciesen. Los castigos tenían que ser aplicados por los procónsules, y donde éstos eran adversos a la fe de Cristo, allí los ejecutados fueron numerosos y los castigos impuestos de los más severos.

En el año 305, Diocleciano y Maximino renunciaron al poder imperial, y fueron sucedidos por Constancio en Occidente y Galeno en Oriente. El primero de éstos era algo favorable a los cristianos, lo que dio un período de relativa paz a las iglesias de Italia, España, Galia y África, pero murió en el año 306 y bajo los disturbios políticos que siguieron a su muerte, las iglesias quedaron a la merced de los gobernadores locales, y por lo menos España tuvo entonces su legión de mártires. En Oriente, Galerio (03), sin tener quien le molestase, pudo llevar adelante sus horribles planes de exterminio, y el reinado del terror que implantó fue tal vez la prueba más dura por la cual atravesaron los cristianos primitivos. 

Bastaba con ser cristiano para estar privado de todo derecho. Muchos fueron llevados a las minas de Palestina a trabajar forzadamente entre los condenados por crímenes, muchos fueron mutilados y los más prominentes ejecutados en medio de indecibles tormentos. Mujeres y niños eran objeto de aquella crueldad diabólica, y Galerio se jactaba de que en sus dominios el cristianismo había sido suprimido. Pero el opresor de tantos inocentes no podía escapar al juicio divino. En el año 311, una espantosa enfermedad, de la cual, como otros tiranos, moriría comido de gusanos, los postró a la inacción. En estas horas de tormentos tuvo la virtud de recapacitar sobre lo que había hecho, y la conciencia le atormentaba al recordar los sufrimientos que había ocasionado a tantas víctimas inocentes. Entonces promulgó un edicto poniendo fin a la persecución. ‘Un edicto curioso, medio insolente y medio suplicante, que empieza insultando a los cristianos y termina pidiendo que oren por él a su Señor’

Declara que la intención suya había sido la de traer a los cristianos a la religión de sus antepasados. Les reprocha el estar divididos en una multitud de sectas. Confiesa que le ha sido imposible hacer que los cristianos cambiasen de intento, y termina declarando que quiere mostrar su bondad permitiéndoles ser cristianos, y pide que oren por su prosperidad personal y la del estado. Así terminó esta horrible persecución, tan larga y tan cruel, que demostró al mundo, una vez más, que “dura cosa es dar coces contra el aguijón” (04). Los déspotas pueden ensayar toda forma de aniquilación. Todo será en vano, porque uno mayor que los señores de este mundo dijo al anunciar que edificaría su iglesia: ‘Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella’. (05)” 

 

Conclusiones

Las coincidencias entre Diocleciano, la bibliofobia y los falsos maestros se repiten sin solución de continuidad a lo largo de la Historia. Diocleciano, déspota grandilocuente, hacía obra pública gracias a la ‘inflación’. Con ella impactaba al mundo, granjeaba poderosos aliados, y subsidiaba a sus empobrecidos aplaudidores. 

En perfecta sintonía con las profecías del AT, Jesús advirtió a los suyos que se enfrentarían a ‘lobos rapaces vestidos de ovejas’; Pablo repite esa advertencia al despedirse en Mileto; Pedro señala al ‘león rugiente’ que lidera a los que buscan hacer ‘mercadería’ de los creyentes (06). Los falsos maestros hicieron del templo herodiano una ‘cueva de ladrones’ (07).  Con su puntillosa religiosidad, los judíos tradicionalistas, no contentos con transformar en mercado la ‘casa de oración’ se esforzarían en abrir sucursales en todas las iglesias. Como aquellos, el falso maestro aplica términos filosóficos clásicos al texto ‘espirado’ por el Espíritu, y termina haciéndole decir a la Escritura lo que esta no dice. No es apologeta del Evangelio sino ácido crítico de los demás. Explica ‘ontológicamente’ el ser y la esencia de Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, las Escrituras, y la Revelación. Pasa de las numerosas interpretaciones filosóficas que compiten en el mercado, para imponer como única y verdadera la suya. No ahorra en lisonjas al emitir sus herejías destructivas. Hasta se atreve a quemar Biblias y prometer una versión ‘correcta’ de ella (ver nota de la Ilustración).

Tomemos por ejemplo al vocablo ‘hipóstasis’, cuya larga y tortuosa historia ha dado lugar a distintos enfoques, énfasis y usos por parte de numerosos comentaristas (08). El falso maestro repite esa palabra como muletilla; pero no cesa de apoyarse en reconocidos autores del medio para otorgarle verosimilitud a su pomposo discurso. Enrolado en el mercado mediático de la posverdad ridiculiza al superado ‘lenguaje evangélico’ prefiriendo proposiciones lingüísticas que son ‘trending topic’, así tuerza con ellas el camino de la verdad. El falso maestro dimensiona a placer su popularidad a costa de la calidad de su teología, pues cree que la Revelación es solo aquello que él enseña y recibe aprobación (09). Ignora que “Si las revelaciones privadas concuerdan con la Escritura no son necesarias; y si no concuerdan entonces son falsas.” (John Owen). El estudio participativo de la Palabra para él es innecesario, pues ya no es un ‘discípulo’ sino un ‘expositor’. Pretende no ser irrespetuoso; pero no puede evitar llamar bárbaros, blasfemos, bibliólatras, autoritarios o peligrosos a los que disienten con él. Hábil manipulador de la Biblia, saca de ella lo que le conviene; asume tener la autoridad de Dios para infundir temor. Predica sobre las consecuencias de ser desobedecido con el método de invertir la carga de la prueba. Se asegura así de retener a sus seguidores y beneficiarse de ellos. 

El único antídoto para las herejías (10) es Jesucristo. La Palabra viva implantada en nuestras mentes y corazones nos liga sin cesar con el Padre por medio del Hijo; y el Espíritu Santo nos guía a la Verdad en nuestra diaria andadura. Porque Dios es amor; a través del sacrificio, victoria sobre la muerte, resurrección y glorificación de su Hijo nos demuestra que Su Propósito es que todo individuo “que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (11)  

Pero prestemos atención: ser testigo de Jesucristo en un mundo donde reinan la engañosa autosuficiencia, la mentira, el dolor, la persecución, y la muerte es nada menos que proclamar el Evangelio que nos hace espirar olor de vida para unos y de muerte para otros (12)

 

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Notas

Ilustración: https://isapanama.files.wordpress.com/2015/09/moneda-diocleciano.gif  

Un pastor ugandés decidió sacar de circulación las versiones King James y Good News por ‘blasfemas’. Obligó a los seis mil miembros de su congregación a quemarlas y prometió escribir él mismo la versión ‘correcta’ de la Biblia. Enlace: https://www.bibliatodo.com/NoticiasCristianas/wp-content/uploads/2017/04/Pastor-ordena-a-su-congregaci%C3%B3n-quemar-sus-biblias.png  Uganda está en África; pero aquí en España hay quienes pontifican con su interpretación de las Escrituras y dividen a las iglesias con su liderazgo; 1ª Corintios 1:11-13; 3; 4:6.

01.  http://protestantedigital.com/magacin/42290/Diocleciano_los_cristianos_y_Trump

02.  Páginas 146 a 150. 

03.  Cayo Galerio Valerio Maximiano (260-311), emperador romano entre 305 y 311.

04.  Hechos 9:5; 26:14.

05.  Mateo 16:18. Dos palabras del libro: ‘fundaría’ e ‘infierno’, se cambiaron respectivamente por edificaría y Hades, como figuran en la Biblia.

06.  Proverbios 28:15; Ezequiel 22:25,27; Sofonías 3:3; Mateo 7:15; 10:16; Lucas 10:3; Hechos 20:29-35; 1ª Pedro 5:8; 2ª Pedro 2:1-3: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.” Comparar con Salmos 58; 140; Romanos 3:10-18; Santiago 3:8.

07.  Jeremías 7:11; Mateo 21:13; Marcos 11:17; Lucas 19:46.

08.  Enlaces sobre este tema: http://apuntesdefilosofa.blogspot.com.es/2012/01/plotino-ii-las-tres-hipostasis.html, http://www.miapic.com/diccionario-hipostasis

https://pensamientocristiano7.wordpress.com/2013/03/26/calvino-y-la-trinidad/, http://www.mercaba.org/VocTEO/H/hipostasis.htmhttp://www.jesusdenazaret.com/wiki/Uni%C3%B3n_hipost%C3%A1tica/

https://evangelio.blog/2011/08/25/la-muerte-del-peor-hereje-de-la-historia/

09.  Isaías 3:12; Amós 2:7; 2ª Pedro 3:15-17. 

10.  En P+D hay cantidad de artículos que enseñan sobre las herejías de nuestro tiempo; entrar en: http://protestantedigital.com/p/buscador y escribir ‘herejías’ en el buscador. 

11.  1ª Juan 4:8; Juan 3:16.

12.  Romanos 1:16; 2ª Corintios 2:15,16.

Importante: las citas y negritas son responsabilidad de este autor.

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