Ante el muro el de Sefarad lloraba, poema del pastor Manuel Corral

Tras su viaje a Tierra Santa junto a un grupo de pastores, el poeta Manuel Corral necesitó escribir este texto.

08 DE JUNIO DE 2017 · 17:00

En el muro, pensando en el Templo (pintura de L. A. Perlov),
En el muro, pensando en el Templo (pintura de L. A. Perlov)

Manuel Corral Gea nació en Barcelona (1948), de padres andaluces, y ha vivido, por motivos de trabajo y misión, en varios lugares de España, como San Sebastián y León. Precisamente, en León es pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica y presidente de la Asociación Cultural Evangélica “Eduardo Turrall”, entidad que viene organizando, desde hace 12 años, los encuentros ‘Los poetas y Dios’. Aunque desde su juventud se interesó por la poesía y es conocedor de buena parte de la poesía española, recién el año pasado se atrevió a hacer públicos sus textos poéticos, tanto en actos literarios organizados en Salamanca y León. Corral Gea es el secretario de los encuentros poéticos que se celebran en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes.


Manuel Corral (foto de José Amador Martín)

 

ANTE EL MURO EL DE SEFARAD LLORABA

 

Muro que de antiguo contemplas la historia,

testigo de guerras sangrientas,

de risas y chanzas,

por años erguido en calor y frío,

Maestro de sombras y vida,

viejo y perennemente joven.

 

Tus cimientos áureos fueron levantados

hace dos mil años o un día…

A tus pies los pobres imploraron limosna;

otros por su alma clamaron.

Entre estruendos feroces moraste;

sobre ti derribaron el Sanctasantórum.

 

Las gentes miraron fijamente tu muralla,

paredón para algunos; para otros, victorias.

Lenguas extrañas cantaron tu hermosura,

¡albarrada amada!, por ti pelearon ejércitos.

Por palpar tu noble lienzo de singular gracia,

de tus piedras erguidas y alineadas.

 

Rocas labradas por manos temblonas,

abiertos corazones que conocían tu destino,

mientras escuchaban los quejidos que produce

el cincel que surca la mar de tus lomos.

Causaste angustia a canteros confundidos,

que esperaban de ti gentil respuesta.

 

Porque tú cobijarías la Gloria del Cielo.

 

Cerraste tu oído a los truenos,

ofreciste cobijo a palomas,

a las golondrinas nido,

al gorrión hogar,

y amparo al afligido…

Y al Eterno, Altar y Templo.

 

¡Oh dorado muro!

que observas a un viajero

que atraviesa solo la explanada

y se acerca con respeto, en silencio.

Fija en ti su mirada, sus ojos miran lo recto,

y dirige sus párpados hacia lo que tiene delante.

 

Oh, si las piedras hablaran,

dirían gozosas, ¡es él, es Tarkis!

¡Ha oído por fin la llamada!

y al colocar sobre ti sus manos

e inclinar su frente en tus piedras gastadas,

te emocionarías al ver, ¡Kotel amado!,

 

que el de Sefarad lloraba.

 

 

Muro de las lamentaciones.

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