¿Cuándo escribieron Marcos y Mateo sus Evangelios?

En su conjunto, la redacción de los Evangelios que aparecen en el Nuevo Testamento tendríamos que situarla con anterioridad al 70 d. C.

07 DE JUNIO DE 2017 · 10:00

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En los estudios anteriores he señalado como Lucas es un evangelio con toda seguridad anterior al año 62 d. de C. –más posiblemente redactado en la década de los 50– y Juan encaja a la perfección con una cronología situada en los años 40-50 del siglo I.

En cuanto a Marcos (*) suele ser un evangelio al que, convencionalmente, se ubica como el primero y escrito en algún momento de la década de los sesenta. El argumento fundamental –y más que débil– para considerarlo el primero es que se trata del más breve.

Marcos, muy posiblemente, recoge la predicación petrina, una circunstancia que traté de manera novelada en mi libro El testamento del pescador.

Se trata de un evangelio dirigido fundamentalmente a los gentiles –lo que descarta que fuera el primero- y, casi con toda seguridad, se forjó en un medio gentil que pudo ser Roma o, menos probablemente, Alejandría.

Como ya indicamos, se suele admitir de manera poco menos que unánime que fue escrito con casi absoluta certeza antes del año 70 d. C.

¿Qué sucede con Mateo? La datación, a mi juicio, debe ubicarse en los años 40-50.

El papiro Thiede que contiene un fragmento de esta obra paleográficamente debe datarse en los años 40 –quizá incluso antes– y resulta muy posible que fuera uno de los materiales que usara Lucas para escribir su evangelio.

Los primeros cristianos estaban convencidos de manera mayoritaria de que había sido el primer evangelio y no resulta nada imposible.

Va dirigido a los judíos –algo lógico en un texto muy antiguo– desarrolla los episodios con mucha más brevedad que Marcos o Lucas –lo que es bien significativo– y, muy posiblemente, pudo ser el primer texto completo precedido o no por alguna colección de dichos de Jesús como sostenían algunos de los primeros autores cristianos.

De lo señalado, pese a lo sucinto de la exposición, deberíamos desprender que la redacción de los Evangelios que aparecen en el Nuevo Testamento tendríamos que situarla con anterioridad al 70 d. C.

No solo su propia evidencia interna obliga a pensar en esa posibilidad, sino que el único argumento existente para datarlos con posterioridad a la destrucción del Templo (la profecía sobre la misma pronunciada por Jesús, interpretada como vaticinium ex eventu) no sólo carece de la consistencia que aparenta tener, sino que además ese mismo anuncio ya aparecería en la fuente Q –si es que existió- redactada, con toda seguridad, antes del 70 d. C.

Se trata, por lo tanto, de fuentes muy antiguas, muy cercanas a los hechos relatados en ellas y derivados de testigos oculares. En su estudio concreto, entraremos ya la semana que viene.

Continuará

 

(*) Sobre este Evangelio, con bibliografía y discusión de las diversas posturas, véanse: V. Taylor, The Gospel of Mark, Nueva York, 1966; H. Anderson, The Gospel of Mark, 1981; E. Best, Mark: The Gospel as Story, Filadelfia, 1983; L. Hurtado, Mark, Peabody, 1983; M. Hengel, Studies in the Gospel of Mark, Minneápolis, 1985; D. Lahrmann, Das Markusevangelium, Tubinga, 1987; R. A. Guelich, Mark 1-8: 26, Waco, 1989; J. D. Kingsbury, Conflict in Mark, Minneápolis, 1989.

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