“María Magdalena y la herencia de los cátaros”, por Daniel Rodés y Encarna Sánchez

La Magdalena, muerta hace unos dos mil años, ¿dónde está? ¿En el cielo? En todo caso, en espíritu. Un espíritu, ¿puede alargar la mano a un ser mortal y entregarle “unos rollos pergaminos”?

08 DE JUNIO DE 2017 · 20:00

,

“María Magdalena y la herencia de los cátaros”, por Daniel Rodés y Encarna Sánchez. La Esfera de los libros; Madrid. 222 páginas.

¡Lo que faltaba! La pareja de autores españoles que escribe este libro hurga en la vida de María Magdalena relacionándola con el Tarot. Lo último en esoterismo y pamplinería. El subtítulo del libro lleva esta inscripción: “La tradición oculta en el Tarot”.

El Tarot es una baraja de naipes utilizada por practicantes del ocultismo como medio de consulta para interpretar los estados emocionales que constituye un tipo de cartomancia. La baraja del Tarot está compuesta por 78 cartas, divididas en arcanos mayores y menores. La palabra arcano significa “misterio” o “secreto”. Las primeras referencias al Tarot aparecen en Italia en el siglo XV. La baraja más antigua que se conoce es el Tarot del duque de Milán, Filippo María Visconti, siglo XV, que se conserva en la Universidad de Yale. Estudios realizados por eminentes ocultistas demuestran la conexión existente entre el Tarot, la Cábala judía y las leyendas egipcias. Otros autores afirman que los gitanos, en su deambular por países europeos, promovieron el Tarot como un sistema adivinatorio. En el siglo XIX las cartas del Tarot fueron asociadas al misticismo y a la magia. Jean–Baptiste Alliette, un ocultista francés quien trabajó como adivino, diseñó el primer mazo de Tarot esotérico.

El libro escrito por Daniel y Encarna comienza con un disparatado sueño. Encarna Sánchez afirma que tuvo un sueño en el que se le apareció una “mujer alta, delgada, con el cabello largo”, que a ella se le antojó ser María Magdalena. Añade que le entregó “unos rollos de pergamino” que contenía un mapa de Francia “en el que estaban marcados diferentes lugares con unas formas geométricas relacionadas con la supuesta estancia de la Magdalena en el país galo.

¡“María Magdalena y la herencia de los cátaros”, un libro que se presenta con tanta apariencia de seriedad, calificado como un texto científico e irrebatible, tal como pretenden autores y editores, está basado en un sueño!

¡De nuevo las apariciones! En la mitología católica, la virgen María se aparece supuestamente en diferentes lugares del mundo. A la niña Bernardita en Lourdes, Francia, en 1958. A los niños Lucía, Jacinta y Francisco, en Fátima, Portugal. A las niñas Mari Cruz, Conchita, Mari Dolores y Jacinta, entre 10 y 12 años, en San Sebastián de Garabandal, provincia de Santander, en Junio de 1961.

Ahora, según el libro que estoy comentando, no es la virgen María, es la misma María Magdalena quien aparece en sueños a la mujer Encarna Sánchez. ¿Reímos o lloramos? La Magdalena, muerta hace unos dos mil años, ¿dónde está? ¿En el cielo? En todo caso, en espíritu. A un espíritu, ¿se le puede identificar como “una mujer alta, delgada, con el cabello largo”? Un espíritu, ¿puede alargar la mano a un ser mortal y entregarle “unos rollos pergaminos”? ¿Dónde tenía esos rollos? Y los muertos, ¿pueden aparecerse a los vivos?

Encarna Sánchez, como el coautor del libro, Daniel Rodés, son defensores y practicantes del Tarot. Parten de este juego esotérico de cartas misteriosas para construir toda una farsa, una burda mentira en torno a la muchacha de Magdala. Leamos:

“Si comparamos el rostro y el cuerpo de esta mujer con el de la carta 17 no podemos llegar a otra conclusión que lo que se revela es evidente: de nuevo aparece María Magdalena en el Tarot” (páginas 206-207).

“Un número relacionado con el 17, dado que la suma de todos los números desde el 1 hasta el 17 da 153, podremos encontrar toda una serie de relaciones en el Tarot que nos llevarán una y otra vez a encontrarnos con el espíritu de la Magdalena” (página 207).

“En el pergamino había también una línea que siguiendo la forma de un rayo cruzaba diversos lugares. María Magdalena había dicho entonces que eran una serie de lugares que visitaríamos” (página 210).

“El Tarot es una herencia espiritual dejada para perpetuar la memoria de los cátaros y su conexión con la deidad femenina encarnada por María Magdalena” (página 211).

“La reina de bastos tiene una gran semejanza con la Magdalena: su cabello es largo; está sentada en lo que parece una barca; en su frente lleva una rama de laurel, símbolo de triunfo y resurrección, árbol sagrado para los cátaros”.

Según el norteamericano Gary Jones, autor del libro “El ocultismo, una ventana al futuro”, el Tarot tiene una oferta sumamente tentadora: el conocimiento del futuro. Saber cómo será la vida en la tierra en los años venideros. Con esta oferta no es extraño que el Tarot tenga tantos seguidores. Puro estraperlo. Baratería ideológica. Las cosas secretas, dice la Biblia, sólo las conoce Dios. Entre el cielo y la tierra existe una barrera de conocimientos que no puede ser traspasada por el ser humano. Si el Tarot tuviera un mínimo de verdad y fuéramos capaces de conocer nuestro futuro en esta vida, habría que multiplicar los manicomios, las cárceles, los hospitales y los cementerios. Vagaríamos sonámbulos por las calles. Nos morderíamos y comeríamos unos a otros.

Tarot aparte, Daniel Rodés y Encarna Sánchez se adentran en otros aspectos sobre la vida de María Magdalena, tratados por no pocos escritores desde la aparición de “El Código Da Vinci”. Especialmente en la fijación que tienen éstos autores descentrados en unir en amores a la Magdalena con Jesús de Nazaret.

En un lugar de la novela dice de ella que sólo era compañera de Jesús: “En la época medieval existía el convencimiento de que María Magdalena había sido la compañera de Jesús en todos los aspectos” (página 176). En otro lugar de la fábula, escribiendo sobre Parsifal, el personaje en la ópera de Wagner, los autores deducen del drama los supuestos amores entre el Hijo de Dios y la mujer de Magdala: “el rey sufre por haber perdido a su compañera, el elemento femenino. Podemos intuir detrás de este mito la propia historia de Jesús y su pareja olvidada, María Magdalena” (página 20).

De compañera a embarazada. De una cita a otra los autores llegan al sacrilegio blasfemo, dado como bueno por otros escritores del género, ralea de inventores mercantilistas, obstinados en convertir a la soltera en madre. Dicen Rodés y Sánchez: “A María Magdalena se la dibuja siempre con el cabello largo y es interesante observar que en el Tarot todas las mujeres con el cabello largo están embarazadas, como sucede con la Emperatriz, la Reina de Bastos, y la propia Estrella. El hecho de estar embarazada, es un detalle que relaciona al Tarot con la creencia antigua que asumieron los reyes merovingios  de que la Magdalena había tenido descendencia y de la que ellos serían sus herederos de sangre y del propio Jesús” (página 45).

Resulta ya familiar leer a autores que escriben sobre la huida de María Magdalena de tierras hebreas a Francia. Los de la novela que comento caen en contradicción llegado a este punto. En página 57 afirman que en la barca utilizada para cruzar los mares, además de María Magdalena y las otras dos Marías viajaban también “Lázaro, José de Arimatea y otros personajes bíblicos”. En página 119 escriben que en las costas francesas solamente desembarcaron María Magdalena, María jacobea y María Salomé. ¿Qué pasó con los demás? ¿Se ahogaron como los modernos migrantes en aguas turcas, griegas, italianas y españolas? La imaginación de Daniel Rodés y Encarna Sánchez se dispara al teclear las letras del ordenador. En su escritura afirman que en Francia María Magdalena hizo milagros, que dejó muchos herederos entre los cátaros (una secta emanada del cristianismo que se extendió por Europa durante los siglos XI al XIII), que murió allí, en Francia, en el pueblo de Santa Baume.

No señores, no; todo eso no es más que una montaña de papel y de invenciones. Invento de una historia con fines comerciales que ustedes cuentan como verdadera.

María, ávida y hermosa, pasearía su belleza por las calles de Magdala entre la admiración de los hombres. Sanada por Jesús de una enfermedad demoníaca lo abandonó todo para seguir al Maestro en sus recorridos evangelísticos por ciudades y aldeas de aquellos territorios judíos ocupados por romanos. Cuando crucifican al Maestro ella mantiene su dolor frente a la cruz, en primera fila del pueblo que presenciaba el espectáculo. Tres días después es testigo en solitario de la resurrección de Jesús. Cuando el Hijo de Dios regresa al hogar celestial de donde vino, la Magdalena se une al grupo de seguidores que proclamaban por todas partes el mensaje de la Cruz. ¿Dónde muere la Magdalena? ¿Dónde fue enterrada? Existen diferentes versiones. Cuando concluya las investigaciones que de tiempo acá vengo realizando, pienso escribir un largo capítulo sobre este tema, muy discutido por quienes escriben sobre la vida y la muerte de la bella mujer de Magdala.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “María Magdalena y la herencia de los cátaros”, por Daniel Rodés y Encarna Sánchez