Cadena de oración

Me pregunto sin con este método pretendemos encajonar a Dios en nuestro ambiente mundano, o chantajearle.

19 DE MAYO DE 2017 · 09:00

,

Orar es hablar con Dios, ponerse en su presencia, rendirse, reconocer su grandeza y nuestra miseria, darle gracias, rogarle.

¿Qué es una cadena? Eslabones que entrelazados nos atan. Con ella pretendemos atar a Dios a nuestra voluntad, a nuestro horario de veinticuatro horas, a tal o cual día señalado. Son modas que se han consolidado.

A veces me pregunto sin con este método pretendemos encajonarle en nuestro ambiente mundano, o chantajearle, comprar su favor haciendo ofrendas consideradas santas al regalarle las horas más duras de la madrugada, o de las comidas, o las que sean.

Yo me sacrifico para hablar contigo a la peor hora del día y así tú me concedes lo que sea. ¿Se trata de llevar al pie de la letra la historia del amigo inoportuno que golpea la puerta una y otra vez hasta que el señor de la casa le abre y le concede su deseo? Se considera este ejemplo favorable a las cadenas de oración?

Es como si nos convenciésemos de que Dios se goza con nuestro cansancio y presta oídos a nuestro clamor siempre y cuando nos vea sufriendo.

Si repetimos las peticiones una y otra vez no es porque Dios sea sordo, sino porque necesitamos convencernos y saciar nuestra falta de fe.

¿Es necesario pedir durante un tiempo determinado, machacar con repetidas palabras para que termine por fin de entender lo que queremos? ¿Cuánto? ¿Quince minutos, una hora, dos? ¿A partir de cuánto tiempo ha de ser efectivo nuestro ruego? ¿Cómo será mejor, en voz alta o mentalmente? Lo pregunto por preguntar.

Por otro lado, el Señor no nos da siempre lo que imploramos, es cierto y para esto hay otro texto que dice que posiblemente no estemos pidiendo bien. Versículos hay hasta el infinito y más allá para justificar todo lo que queramos.

¿Está Dios, dueño de nuestro tiempo, sujeto a él? Consideramos que unas horas le van a resultar más valiosas que otras, se las damos y pagamos un poco sus favores. ¿Exige nuestro sacrificio para concedernos la petición? ¿Lo necesita? ¿Valora más si no dormimos y vamos al trabajo sin haber descansado, si conducimos somnolientos, si no podemos rendir en el trabajo lo que se nos exige?

Y si nos concede lo que pedimos, ¿es por su gracia o por nuestra pesadez? Si es por nuestra pesadez entonces tenemos más poder que Dios y podemos dominarlo, engatusarlo, ponerlo a nuestro servicio. Dios pasa a ser el débil y nosotros los fuertes. Declaro que estos son pensamientos que una se va planteando de vez en cuando, disquisiciones propias que provocan las dudas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Cadena de oración