Lagartija en el Huerto de los Olivos

Sobre un oloroso romero, reposaba al sol este ejemplar medio adormilado de Lacerta laevis, que pude fotografiar en mi último viaje a Israel.

Ya hace años que no se puede pisar la tierra del Huerto de los Olivos porque una fuerte reja de hierro la protege de cierto turismo, supersticioso y algo fetichista, que anda siempre buscando ramitas de olivo. No obstante, el objetivo de las cámaras cabe perfectamente entre las rejas.

Se trata de una especie de lagartija, de unos 20 centímetros de longitud, denominada vulgarmente por los ingleses como “lagarto del Líbano”, que habita en Turquía, Siria, Líbano, Israel y Jordania.

En estas regiones se conocen más de cuarenta especies de lagartos. De ahí que la Biblia los mencione y los incluya entre los animales inmundos que no se podían consumir puesto que se arrastran sobre la tierra (Lv. 11: 29-30).

Podemos estar seguros de que algún antepasado de tales lagartijas escuchó quizás la voz de Jesús, hace dos mil años, mientras oraba al Padre. En Jesús, Dios se hizo humano, aproximándose así a toda la Naturaleza que él había creado.

También los animales fueron testigos mudos de tan misterioso y singular acontecimiento.