Un asno, un león y un cuerpo humano

Un estiudio novelado de 1 Reyes 13.

30 DE ABRIL DE 2017 · 05:40

l rey Jeroboam  había hecho dos becerros de oro. /FreeBibleImages,
l rey Jeroboam había hecho dos becerros de oro. /FreeBibleImages

A los que pasaban por el camino esa mañana, el espectáculo era inusual e increíble. Un asno estaba parado, sin moverse, al lado del sendero. Cerca del asno había un león. Entre los dos estaba el cuerpo sin vida de un hombre.

Si nos acercáramos quedaríamos aún más impresionados por los detalles. El asno estaba quieto, casi como un soldado de honor haciendo su guardia postrera al militar caído. A pesar de estar tan cerca del león no mostraba temor.

El león también se parecía a uno de esos que los escultores tallan con sus dedos. Estaba parado mostrando toda su majestad y poder, pero no rugía. El hombre había recibido una herida mortal en el cuello.

Todo había comenzado un tiempo atrás. “He aquí que un hombre de Dios llegó de Judá a Betel ”. El SEÑOR le ha dado una responsabilidad altísima. Tiene que hablar y dar un mensaje en contra de ese altar que el rey Jeroboam había edificado.

El rey Jeroboam había hecho dos becerros de oro y le dijo al pueblo: “He aquí tus dioses, oh Israel, que te hicieron subir de la tierra de Egipto” (I Rey.12:28). Luego establece dos nuevos centros de adoración (Dan y Betel) para contrarrestar la influencia religiosa de Jerusalén.

Después de pecar de esta manera tan grave cambia las fiestas religiosas y establece nuevas festividades. Ordena sacerdotes para los lugares de sacrificio que él edificó. Usurpa el privilegio y responsabilidad de los sacerdotes ofreciendo él mismo el sacrificio.

Trata de actuar como rey y sacerdote, responsabilidades que existieron solamente en sólo dos personas; Melquisedec y el Señor Jesucristo. Dios envía un profeta de Judá para amonestar a Jeroboam.

Con mucha valentía él lo hace. El rey se enoja y ordena que lo encarcelen. Al hacerlo, su mano queda paralizada. El altar de piedra se parte al medio y las cenizas se derraman. El monarca desesperado se humilla y le pide al profeta que ore a su Dios para que le restaure las fuerzas a la mano paralizada.

Levantar la mano contra un siervo de Dios es un delito grave. El profeta de Judá ora al Señor y el milagro se produce. De inmediato, con la misma prontitud con la cual la mano quedo “congelada” ahora recupera toda su función.

La actitud aparente del rey impío cambia. Invita a aquel que minutos antes había mandado a la cárcel a comer con él y le ofrece un presente, El rey ha quedado impresionado de los poderes que este profeta tenía. Había visto muchas cosas inusuales pero nunca ninguna tan increíble.

Al seguir la lectura y meditación de este capítulo, nuestro corazón se llena de un sentimiento de temor reverencial al Señor.

Notamos que no se nos dice el nombre de este vidente. Es el profeta sin nombre y quizás muchos de nosotros hubiéramos actuado de la misma manera que él.

“Pero el varón de Dios dijo al rey: Aunque me dieses la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar. Porque así me está ordenado por mandato del SEÑOR , diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni vuelvas por el camino que vayas” .(vs.8,9) Dios le había dado un encargo, con instrucciones muy claras. A la mujer de Lot se le dijo “no mires atrás” y ella lo hizo. Al joven rico el Señor le dijo “sígueme” y no lo siguió.

¡Qué peligroso es cuando la obediencia a la Palabra de Dios es solamente parcial o selectiva!

Se fue, pues, por otro camino y no volvió por el camino por donde había venido a Betel”. Hasta aquí todo marcha bien. Se nos presenta ahora otro personaje. Es el “viejo profeta que moraba en Betel”. Sus hijos le cuentan la historia.

- Padre - dice uno de ellos - hoy hemos visto con nuestros propios ojos algo realmente espectacular.

- ¿Que pasó? - le dice el padre - Los hijos le cuentan la historia con detalles.

- ¿Podrá creer padre, que el rey le ofreció llevarlo a comer a su casa y aún darle un regalo? Todo el mundo sabe que cuando a Jeroboam le da por regalar no es mezquino.

Otro de los hijos dice:

- Yo quedé impresionado como se le paralizó la mano al rey. Le quedó completamente inutilizada. Pero lo más notable es como el profeta de Judá oró y se le restauró. ¡Habría que haber estado allí y escuchar esa oración! Ese si que es un profeta de pura cepa. Quien haga un milagro así merece todo respeto. El otro hermano dice:

- A mí lo que me impactó es que rehusó un regalo nada menos que del rey. En estos días la gente no hace muchos obsequios y un presente del rey no es para despreciarlo.

A todo esto el profeta viejo de Betel está siguiendo la conversación con mucha atención. Se levanta y dice :

- Yo no sé si este profeta que ustedes dicen sea tan extraordinario y realmente tan obediente a Dios. Les apuesto que yo podría hacerle cambiar de opinión.

- ¡No lo creo! - dice uno de los hijos - Ni el mismo rey lo convenció.

El viejo profeta hace que le preparen su asno y parte para encontrarse con el profeta de Judá al que halla descansando debajo de una encina. ¡Qué bueno le hubiera sido a este hombre si nunca hubiese hecho un alto en el camino!

- Ven conmigo a casa y come pan - le dice el profeta de Betel.

- ¡Imposible! - responde el de Judá, y le repite las razones.

“No comas pan ni bebas agua”, no sólo indica que todo lo de Betel estaba contaminado sino que el caso era de tanta urgencia que solamente tenía que ir allí y decir lo que Dios le había mandado. El volver por otro camino evitaría que fuera reconocido. El profeta de Betel le dice, mintiéndole:

- Yo también soy profeta como tú y un ángel me ha hablado por mandato del SEÑOR , diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para que coma pan y beba agua.

“ Entonces se volvió con él y comió pan en su casa y bebió agua”. Notemos que el v. 18 nos dice que le mintió al decir “yo soy profeta como tú”. Faltó a la verdad cuando dijo un ángel me ha hablado.

Hasta aquí todo parece ir bien (Cant.2:15) De pronto viene la palabra de Jehová al profeta que le había hecho volver y le dice :

Así ha dicho el SEÑOR : Por cuanto has sido desobediente al dicho del SEÑOR y no guardaste el mandamiento, que el SEÑOR tu Dios te había mandado, sino que volviste y comiste pan y bebiste agua en este lugar del cual él te había dicho que no comieras pan ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus padres”.

El profeta de Judá queda como petrificado y guarda absoluto silencio. Lágrimas empiezan a surcar su rostro. Nos hubiera gustado que hubiese confesado e implorado como el Salmista: “conforme a tu misericordia.

Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones” (Sal. 51:1). No sabemos si el silencio es debido a aceptar el veredicto de Dios. Nos preguntamos qué hubiera sucedido si el profeta se hubiera arrepentido en ese momento, pero al parecer no lo hizo.

- Luego de un rato prolongado se rompe el silencio.

Me imagino la conversación entre los dos.

Habla el profeta de Judá:

- ¡Pero Vd. me engañó, Vd. me informó que un ángel le había hablado; Vd. me dijo que era un profeta como yo; respeté su edad y le acepté su palabra!

El profeta mentiroso le responde:

- Bueno, a mí realmente no se me apareció ningún ángel. Yo le aposté a mis hijos que Vd. no era tan honesto y fiel a Jehová como aparecía. ¡Y creo que yo tenía razón! De veras yo no le quise hacer daño. ¡Nunca imaginé que el SEÑOR iba a obrar de la manera que lo hizo! Si lo hubiera sabido nunca lo hubiera hecho.

”Cuando había comido pan y bebido, el que le había hecho volver le ensilló el asno y yéndose, le topó un león en el camino , y le mató y su cuerpo estaba echado en el camino y el asno junto a él y el león también junto al cuerpo”.

¡Qué demostración solemne de lo que significa desobedecer a Dios cuando en forma específica ordena algo! Los apóstoles Pablo, Pedro, Judas y Juan nos advierten sobre el peligro de los engañadores (2 Tim. 3:1; 2 Ped. 2:1; 2 Juan v. 7, Jud. v. 4)

Alguien nos dirá que esta porción de la Palabra es muy obscura y triste. Pero recordamos que “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil…” (2 Tim.3:16).

Sin duda que es una historia impresionante. Pero creo que tiene un mensaje para nosotros hoy. Nos hemos acostumbrado de alguna manera a creer que a Dios no le importa, o no se ocupa, o está demasiado envejecido para mirar y juzgar las cosas que hacemos. Yo creo que en esta narración hay elementos positivos.

Los que pasan por el camino se sorprenden. Cuando el viejo profeta va, “Su cadáver quedó tendido en el camino. El asno estaba de pie junto a él, y también el león estaba de pie junto al cadáver”. El león no había comido el cuerpo ni dañado al asno.

El Señor ha disciplinado a su siervo pero ha puesto un límite. Su cuerpo no ha sido devorado por el animal feroz. Su cadáver no ha sido destrozado. Todo lo que el león le ha hecho es darle muerte. Dios, que controla el Universo y su creación, ha puesto un límite bien claro.

El león no traspasa esa frontera. El asno está como inmutable; pero permaneciendo al servicio del amo aún en grave peligro de su propia vida. El león se siente un poco fuera de sitio. V

e la gente que desde la distancia lo apunta con el dedo. Ve el cuerpo del hombre muerto al cual no se puede acercar porque es como si hubiera un barrera invisible e inexpugnable a su alrededor. Si el león pudiera hablar diría algo así:

- ¡Qué raro! Es la primera vez en mi vida que cazo una buena presa y no la como.

¡Cuánto nos bendice saber que el león rugiente no puede penetrar el vallado de ángeles con que el Señor nos ha cercado! (Sal. 34:7)

El Apóstol Pablo al final de sus días puede decir “El Señor estuvo a mi lado…así fui librado de la boca del león” (2 Tim. 4:17)

Para un israelita el no ser enterrado era un gran deshonor. Si bien el profeta no fue enterrado en el sepulcro de la familia lo fue en el del profeta de Betel. Este y sus hijos lo endecharon diciendo: ¡Ay, hermano mío!

Probablemente se ha dado cuenta que él ha tenido parte y responsabilidad en la muerte prematura del profeta de Judá.

Las palabras del Señor que son tan serias se pueden aplicar aquí: “Es imposible que no vengan tropiezos; pero, ¡ay de aquel que los ocasione! Mejor le fuere que se le atase una piedra de molino al cuello y que fuese lanzado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.” (Luc. 17:1,2)

El castigo ha sido severo pero sabemos que Dios es justo. Es una amonestación para nosotros “Porque es tiempo que el juicio comience por la casa de Dios” (I Ped.4:17). El creyente que cae no pierde la salvación de su alma (Juan 10:28,29).

No tiene que quedarse postrado para siempre en el camino de la vergüenza y la frustración. “Hijitos míos estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (I Juan 2:1)

El fracaso en la vida espiritual no es obligatorio. A pesar que sabemos que “en nuestra carne no mora el bien” el Señor ha provisto modos de éxito aún después del desastre.

Por eso las palabras de Judas suenan tan hermosas: “y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios , nuestro Salvador sea gloria y majestad…” (v.24)

Notas

Una de las causas de parálisis (pero no la única) es debida a un coágulo de sangre que se desprende de una de las cámaras del corazón y que bloquea la circulación del cerebro (embolia). Espiritualmente hablando, este era el problema de Jeroboam.

Su mayor dificultad no estaba en la mano paralizada sino en su corazón pervertido. Necesitaba un transplante de un nuevo corazón con más urgencia que la sanidad de la parálisis de la mano.

Nos conmueve el hecho que el profeta de Judá fue seducido y sin embargo sufrió el castigo. En cambio, el engañador parecería que se hubiese quedado sin disciplina. Sabemos que Dios es justo en todos sus caminos y decisiones.

La ofensa es extremadamente seria por varias razones:

a) El SEÑOR específicamente le había dado una orden. El único que podía cambiar esa orden era el mismo Señor. Él no tendría que haber aceptado la invitación ni el cambio de orden por el hecho que Dios no se contradice. Muchos años después el apóstol Pablo lo expresa : “Pero aún si nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal. 1:8)

b) El mensaje que Dios le había dado para el rey tenía implicancia nacional. El Señor no podía condenar la desobediencia de Jeroboam e Israel y pasar por alto la de su siervo.

c) Como profeta tenía mayor responsabilidad. Las Escrituras nos hablan de la mayor responsabilidad que tienen los maestros (Santiago 3:1) y también de la posibilidad de caer “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (I Cor.10:12).

d) La disciplina de Dios no significa pérdida de la salvación. El mismo concepto se observa en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, la muerta súbita de Ananías y Zafira (Hechos 5 ) y la disciplina “dormir de la muerte” en la iglesia de Corinto (I Cor.11: 34)

e) El mensaje del profeta de Judá fue un mensaje público que se esparció y se conoció en una extensa zona. Su desobediencia también fue pública. De la misma manera fue su castigo.

f) El profeta de Judá le informó a Jeroboam las restricciones que el mandato de Dios implicaba como no comer ni beber. Si después de desobedecer a Dios en forma pública, nada hubiera pasado, quedaba como que Dios ignora o es indiferente y puede ser burlado sin consecuencias.

Suponemos que muchos fueron alertados y al final bendecidos por esta enseñanza que desgraciadamente lleva la vida de un profeta.

El mundo está lleno de personas que son seducidas y esto no los libra de culpabilidad. Sin duda que los terroristas son engañados al ponerse un cinto con explosivos y matar mujeres, niños y ancianos.

Para el rey Jeroboam tiene que haber sido una advertencia muy seria. Esta narración es para nosotros una exhortación a la obediencia a la Palabra de Dios. “Estas cosas les acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades” (I Cor. 10:11)

Barnes nos dice “ Su deber era no dejarse persuadir. El tendría que haber sentido que su obediencia era probada. Tenía que haber pedido evidencias iguales o más fuertes que las que había recibido de Dios.

Era importante castigar la desobediencia a los específicos mandamientos de Dios. Este era exactamente el pecado de Jeroboam y sus seguidores”. Fin de cita.

Notemos que Dios no utilizó al profeta de Betel que de alguna manera compartía y toleraba la apostasía prevaleciente.

Tenemos que remarcar que el profeta de Judá era un hombre de extrema valentía como lo demostró al ir y dar el mensaje en contra del rey. También estaba dispuesto a ir a la cárcel o morir por su deber. No era “corruptible”.

Es difícil entender las razones que tuvo el profeta de Betel para engañarlo. Jamieson y col. presentan una explicación complicada. La idea básica es que el profeta de Betel quería quedar bien con el rey. El llevarlo a su casa en Betel implicaba que era un impostor y por lo tanto actuaba en contra de su propia palabra.

Diferencias y semejanzas entre el profeta de Judá y Ananías (Hchs.5)

Profeta de Judá:

Desobedeció a Dios

Sentencia pronunciada por profeta

Muerte por león

Cadáver visto por transeúntes

Enterrado por el profeta

Impactó al profeta (v.30)

 

Ananías (y Zafira):

Mintió al Espíritu Santo

Sentencia pronunciada por apóstol

Muerte “súbita”

Cadáver visto por los creyentes

Enterrado por los mancebos

Impactó a la iglesia (Hch.5:11)

 

Algunos de los temas de esta historia son:

1) La importancia de la obediencia y los peligros de la desobediencia.

2) Los peligros de aquellos que dicen que tienen un mensaje de Dios y mienten.

3) La importancia de no aceptar un mensaje contradictorio a las Escrituras por aquellos que dicen que han tenido una “revelación”

La gran advertencia de esta historia está en las palabras de Pablo “ Porque si alguien viene predicando a otro Jesús al cual no hemos predicado, o si recibís otro espíritu diferente que no habíais recibido, o un evangelio diferente que no habíais aceptado, ¡qué bien lo toleráis! (2 Cor. 11:4).

Otros temas a desarrollar:

¿Cuánta responsabilidad tiene el creyente cuando es engañado?

¿Cuál fue el propósito del profeta de Betel de engañar al de Judá?

¿Qué decir cuando alguien viene y nos dice que tiene una “revelación o un ángel le ha hablado” en algo que contradice las Escrituras ?

¿Fue el castigo del profeta desobediente demasiado severo?

Bibliografía

Jamieson Fausset Brown Comentary on the Whole Bible Zondervan pag 260.

Albert Barnes Notes vol. 2 pag. 188

Tomado del libro CUANDO DIOS HACE MARAVILLAS Autor Dr. Roberto Estévez Publicado por Editorial Mundo Hispano Casa Bautista de Publicaciones.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ahondar y discernir - Un asno, un león y un cuerpo humano