“La esperada”, por Kathleen McGowan

Así es la novela. Todo lo aguanta. Con todo carga, por muy disparatado que sea. Ninguna pretensión de originalidad. La suma de artificio vano, falso, inconsistente.

28 DE ABRIL DE 2017 · 05:00

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“LA ESPERADA”, por KathleenMcGowan, traducido del inglés por Eduardo G. Murillo, Umbiel Editores, Barcelona, 475 páginas.

Los editores presentan este libro como “una auténtica bomba de relojería contra los cimientos del Vaticano”. Algo de esto hay en el libro, pero no creo que la bomba de ficción haga daño alguno a una institución religiosa como el Vaticano, que lleva siglos recibiendo y devolviendo bombas sin que las paredes de sus palacios se hayan resentido en lo más mínimo. Es mucho Vaticano. Tampoco creo que este libro “pueda cambiar la historia de la cristiandad”, como pretenden los editores. La historia de la cristiandad ha venido sufriendo grandes cambios desde mediados del siglo IV, al punto de que cualquier parecido entre el Cristianismo vaticano y el Cristianismo de Cristo es pura coincidencia.

Kathleen McGowan vive en Los Ángeles. En la ciudad californiana ha desarrollado una carrera como guionista de cine y escritora. “La esperada” es su primera obra. Se trata de una novela de muchas páginas. Otros libros que he comentado sobre María Magdalena eran ensayos o supuestas biografías. El ensayo trata de reflexiones sobre un tema que puede ser literario, filosófico, sociológico o de cualquiera otra índole. Exige investigación, tomar conciencia de los temas que se trata y exponerlos con fidelidad y veracidad. La crítica literaria exige mucho a los autores de ensayos. Por otro lado, la biografía pretende entrar hasta lo más hondo en la vida de una persona y darla a conocer con todas sus características.

A la novela no se le exige rigor histórico. Los personajes suelen ser fruto de la imaginación del autor y no es preciso que sean auténticos. “Don Quijote de la Mancha” es la más vasta construcción novelesca que registra la historia de nuestras letras y sus personajes son inventados.

“La esperada” es novela. Como novela es también “El Código Da Vinci”. Novelas ambas con tanta apariencia de realidad que un público fácil queda enganchado, cree lo que en ellas se dice sin molestarse a distinguir entre la verdad de los hechos y la ficción, la leyenda, la fantasía que los inventa.

La argumentación principal de “La esperada” descansa sobre la supuesta escritora norteamericana Maureen Paschal, quien llega a Jerusalén en busca de información para escribir acerca de la relación que unía a Jesús con la Magdalena.

Su primer contacto con la ex -endemoniada de los Evangelios tiene lugar en la basílica del Santo Sepulcro. En un lugar del templo, en la capilla dedicada a la Magdalena, halló una escultura con una inscripción que decía: “en este lugar, María Magdalena fue la primera en ver al Señor resucitado”.

Ya en la primera parte de la novela la autora apunta a la misma extraña manía que caracteriza a algunos modernos autores empeñados en casar a Jesús con la Magdalena. Después, McGowan sitúa a Maureen Paschal en París. En compañía de un primo llamado Peter recorren lugares turísticos de la capital francesa. Llegan hasta el templo católico de Saint-Sulpice, en la plaza del mismo nombre. Una vez en el interior, se detienen ante un cuadro que plasma a Jesús tendido en su sepultura, mientras María Magdalena parecía preparar su cuerpo para el entierro. Peter observa:

-Pero en la tradición hebrea ¿la unción del cuerpo no estaba reservada a….?

La esposa –contestó- una voz masculina con leve acento escocés.

Maureen y Peter se volvieron al instante. El misterioso hombre, Bérenger Sinclair, prosigue:

- Solo la esposa tenía permiso para preparar el funeral de su marido. A menos que muriera sin casarse, en cuyo caso el honor correspondía a la madre. Como verá en ese cuadro, la madre de Jesús está presente, pero está claro que no lleva a cabo la tarea. Lo cual sólo nos puede conducir a una conclusión.

-Que María Magdalena era su esposa, termina Maureen.

-Bravo, señorita Paschal, concluye el escocés con una reverencia.

Otra escritora y otro libro que matrimonian al Hijo de Dios con una de sus discípulas. ¡Qué falsedad! ¡Qué falta de rigor histórico! ¡Qué ligereza argumentativa! ¡Qué concesión a la pura fantasía! La señora McGoyan conduce a una pareja al interior de un templo católico. Detiene a la mujer y al hombre ante un cuadro que representa a Jesús tendido en su sepultura. El hombre pregunta si una mujer judía podía ungir el cuerpo de un varón joven a menos que estuviera casada con él en vida. Otro hombre, que no se sabe de dónde sale, concluye que sólo la esposa podía llevar a cabo semejante ceremonial. Y la autora de la novela deduce que la Magdalena estuvo casada con Jesús. Todo esto así, por las buenas, sin tener en cuenta lo que en su contra cuenta, el silencio absoluto de los veintisiete libros del Nuevo Testamento, las enseñanzas de los llamados padres de la Iglesia, santos que escribieron a lo largo de los primeros cinco siglos.

Toda fantasía es contraria a la verdad. El predominio de la fantasía sobre la historia constituye un grado de locura. Si hubieran de destruirse todos los inventos, todas las falsedades y todas las fantasías de quienes defienden el matrimonio entre el inmaculado Jesús y la inocente María Magdalena, centenares de obras desaparecerían de las librerías.

Unos versos del genial Quevedo dicen así:

                                   El mentir de las estrellas

                                   es muy seguro mentir,

                                   porque ninguno ha de ir

                                   a preguntárselo a ellas.

 

Quienes defienden tan disparatado matrimonio, ¿han ido a preguntarle a Él o a ella si efectivamente tuvo lugar? Si no lo hacen, que callen para siempre.

La escritora norteamericana autora de “La esperada” añade en su obra lo que a ningún otro escritor de estos libros basura se le ha llegado a ocurrir: casa a María Magdalena con Juan el Bautista y da a luz un hijo. “Al cabo de un día –dice McGowan- era la misma imagen de Juan. Cualquiera que oyera la insistencia de los lloriqueos del niño le habría reconocido como hijo legítimo de Juan el Bautista”.

La impostura no se detiene aquí. Dando rienda suelta a su imaginación, la señora Kathleen escribe un párrafo que parece tomado de los románticos franceses.  Jesús acude a la casa donde habitaban Marta, María y Lázaro. Allí estaba la Magdalena. Jesús pide a Lázaro que los dejen solos. Vuelto hacia María, le dice: “Has sufrido mucho, por tu fe en mí y en el Camino. Quiero enmendar ese yerro, por ti y por este niño. María, quiero que seas mi esposa y me des permiso para criar a Juan como si fuera hijo mío”.

Así es la novela. Todo lo aguanta. Con todo carga, por muy disparatado que sea. Ninguna pretensión de originalidad. La suma de artificio vano, falso, inconsistente.

Vencida la débil resistencia de María, la boda tiene lugar en Galilea, en una ceremonia íntima a la que asisten los discípulos más leales del Maestro. De este matrimonio nace una niña, a quienes los padres ponen por nombre Tamar. Sólo una. No hubo más. El catalán José Luis Giménez, en su libro “El legado de María Magdalena”, afirma que de Jesús y María nacieron dos hijas, dos hembras. McGowan lo deja en una. Todos estos falseadores de la historia bíblica, inquisidores contra María Magdalena, afirman que sus libros son el resultado de años de investigaciones. Al parecer, han investigado en el mundo de los demonios. Un demonio les dicta una historia, otro la historia contraria.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “La esperada”, por Kathleen McGowan