La victoria de la cruz

La cruz nos recuerda, de nuevo, que la victoria del Cordero viene al morir por otros.

15 DE ABRIL DE 2017 · 17:30

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Los romanos utilizaban la cruz como un medio de ejecución pública para hacer llegar un mensaje claro a toda persona en el imperio: quien se rebelara contra el orden público sería torturado, humillado y moriría una muerte cruel. Las cruces se ponían en lugares prominentes para que todos vieran y entendieran.

Sin embargo, aquel día en Gólgota, se estaban dando mensajes conflictivos. Por un lado el imperio estaba dando un mensaje de terror a quienes se habían atrevido a robar. Pero con Jesús, la situación se complicaba a varios niveles. Pilato no quería ejecutar a Jesús. Los líderes judíos no tenían autoridad para ejecutar a alguien, pero querían quitar de en medio a Jesús, a quien veían como un peligro a la calma relativa del momento. La turba estaba decepcionada porque Jesús no había entrado a Jerusalén a derrocar a los romanos. Pilato trató de quitarse la culpa por lavarse las manos y por el letrero que puso sobre la cruz. La turba se burló de Jesús en la cruz, como también uno de los ladrones. Jesús fue humillado públicamente y se sintió abandonado aun por su Padre.

Sin embargo, por ese camino de dolor viene la victoria dominical. Esa declaración política que buscaba denigrar fue cambiada en una victoria clave. Pero no fue la victoria del rey que entra en Jerusalén a conquistar. Ni fue la cruz de los caballeros andantes. Mucho menos esa cruz que ha justificado las guerras de conquista, pasadas y presentes.

La victoria de la cruz es la victoria del cordero inmolado. Es la victoria de sufrir la muerte injusta, es la victoria de morir por otros, es la victoria de la humillación, es la victoria de darse por otros. En ese viernes, la derrota parecía obvia. Habían quedado derrocados todos los esfuerzos humanos, todos los sueños que buscaban una victoria humana.

Al recordar la muerte y resurrección de Cristo, la cruz nos recuerda, de nuevo, que la victoria del Cordero viene al morir por otros. El camino de los que seguimos a Cristo, no es el de la imposición o del poder. Cristo nos enseñó que su camino es el camino de la cruz. La victoria del cristiano es la darse por otros, de servir, de estar listos a dar nuestras vidas por la causa de Cristo.

Para resucitar tenemos que haber muerto. Para poder vivir en la victoria del poder del Espíritu Santo tenemos que seguir en el camino de Jesús. Tal como dice Hebreos 13:13-14: Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.

Al celebrar la resurrección, recordemos el camino de Jesús y estemos dispuestos a llevar su vituperio. Nuestra victoria no depende de nuestra fuerza, de nuestros recursos, del tamaño de nuestras iglesias, no depende de ninguna medida de éxito humano. Nuestra victoria está en la cruz.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Caminando con el pueblo - La victoria de la cruz