El estornino de Tristram

Cristo nos interpela a todos para que nos acerquemos a él y dejemos de darle la espalda.

06 DE ABRIL DE 2017 · 20:20

Foto: Antonio Cruz.,
Foto: Antonio Cruz.

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre (Mt. 4:1-2).

Una persona que vive tantos días en desierto, como Jesús, se convierte pronto en centro de atención para los animales curiosos que habitan en tal ambiente.

En ocasiones, se tiende a pensar que en el desierto no hay seres vivos. Nada más lejos de la realidad. Lo que pasa es que la mayoría de los animales están activos sólo cuando las condiciones son favorables, como ocurre al amanecer y durante el crepúsculo, evitando así los grandes calores diurnos y los extremos fríos de la noche.

Durante estas horas difíciles suelen permanecer en sus madrigueras, bajo la sombra de los escasos árboles y arbustos o bien enterrados en la arena y debajo de las piedras. Zorros, aves, reptiles e insectos prosperan así en la mayoría de los desiertos del mundo.

El estornino de Tristram (Onychognathus tristramii), como éste ejemplar que fotografié sobre una acacia del desierto de Judea, es una especie endémica de Israel, Jordania y parte de Arabia Saudita. Éstos son los únicos lugares del mundo donde se le puede encontrar.

Siempre en zonas áridas y desérticas. Su nombre específico se le puso en honor del reverendo inglés, Henry Baker Tristram, quien en el siglo XIX se interesó por la historia natural de la Biblia y, por tanto, por la fauna de Israel. Escribió, entre otras, dos obras interesantes al respecto: La historia natural de la Biblia (1867) y La fauna y flora de Palestina (1884).

Hoy pueden verse numerosos estorninos de Tristram, con sus características franjas anaranjadas, revoloteando detrás de los turistas o picoteando migajas de pan sobre las mesas de los restaurantes próximos al Mar Muerto.

Siempre con gran habilidad y descaro, pues saben que los humanos constituyen una inagotable fuente de recursos para ellos y que no les causarán ningún perjuicio.

Estoy seguro que estas ágiles aves se acercaron también al Maestro, cuando estuvo en el desierto, hace dos mil años. Quizás con curiosidad instintiva, pero esperando de él algún tipo de alimento.

Se me ocurre que estos pájaros oscuros, sin ser conscientes de ello, pudieron reflejar con su comportamiento que Jesús era y sigue siendo la fuente de toda vida. No sólo de la física sino sobre todo de la espiritual y eterna. Pues Cristo nos interpela a todos para que nos acerquemos a él y dejemos de darle la espalda.

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